Lost Records: Bloom & Rage es un sitio al que volver. Esa sensación continuada de tomar conciencia y respirar desde menú principal antes de entrar en el grupo de amigas forma parte de uno mismo. Es fácil dejarse llevar ante un soplo de inspiración entre la banda sonora, una mirada al pasado con pinceladas de amistad y otra de traumas para dejarlo todo en la trama sin pensar en nada más.
El juego de Don't Nod es una experiencia narrativa anclada al modelo exitoso de Life Strange donde la compañía fue clave hace no mucho antes de la división de ideas frente a Square Enix. Con el tiempo el mimo a la saga dividió el camino de ambas para dejar a unos con la IP y a otros con la esencia de aquello convertida ahora en este Lost Records.
La entrada al juego con un grupo de cuatro amigas parte del descubrimiento de esa primera gran amistad conjunta de la adolescencia. Los minutos iniciales del juego son un vendaval emocional, una presentación tan original como impactante para entrar en calor con un nivel de detalle extremo. Porque precisamente ese es el valor de Lost Records, sentir que tenemos a mano todo lo que aparece en la vivencia.
Todo empieza con un vuelco al corazón y el recordatorio de una promesa de hace más de 20 años que la protagonista dice no recordar. El misterio sobrevuela sobre una apuesta blanca con matices fantasiosos e incluso tenebrosos por momentos, un toque sobrenatural que revuelve el corazón de los seguidores de Life is Strange desde otra perspectiva.
La propuesta permite a la vez sentir esos “días interminables y las noches sin hacer nada” que tanto valor tienen en ese grupo de amigas de toda la vida que nunca acaba bien. Sea por los quehaceres futuros o por las decisiones durante el viaje, esos días son imborrables una vez entras en la piel de Swann para formar parte de su pasado y su futuro.
En cuanto a jugabilidad la idea de Don’t Nod va ligada a la inmersión, a la interacción entre personajes y al destino de todos ellos. La toma de decisiones y el vínculo parece relevante pero hasta el final de la historia no tendremos noticias de cada decisión. El gameplay más diferencial pasa por la cámara de vídeo y sus funciones.
La utilización de la cámara no sólo permite disfrutar de la historia de la otra perspectiva sino que ayuda a hacerla más personal. Por los montajes, por la búsqueda de matices en cada escena y por el buceo en los detalles para completar determinadas misiones como buscar animalillos en el bosque.
Uno de los puntos fuertes de Lost Records: Bloom & Rage es la afinidad con la realidad en cada situación. La capacidad de elección, la reacción natural de las conversaciones a la ausencia de respuesta o la libertad de movimiento mientras hablamos enriquecen el juego. Lo hacen natural. Y esa baza aparece desde el primer segundo con las reacciones del interlocutor en la primera llamada telefónica del juego.
El cruce además de las voces del presente junto a las vivencias del pasado exigen una jugabilidad pausada, con cascos y enfocados en el detalle. Toda habitación guarda un especial homenaje a los 90 desde los guiños televisivos como Expediente X a los musicales o los literarios. Y el punto de partida de ese viaje es el acompañamiento de una cámara de vídeo, la pasión de la protagonista.
A falta de la segunda parte para desplegar un análisis global, el juego sabe enfocar la tensión de la mejor manera sin trastocar la esencia. Es un pellizco de realidad subvertido a la fantasía que consigue una pieza icónica al menos en esa primera parte. El entorno musical, la naturalidad de los personajes, su entrega y la colisión de la normalidad hacia lo fantástico es brillante.
No hace falta volver todo el rato a recordar que ellos están detrás de gran parte del éxito de Life is Strange tras las dos primeras entregas, pero sí es necesario tomar como referencia la saga para llegar a según qué referencias. Esas polillas azules son difíciles de separar de la famosa historia de Max Caulfield. Ahora con otro prisma, pero con la sensación de tener entre manos una historia al mismo nivel.
Es un juego para saborear, para olvidar el estrés y abrazar la inmersión, para no pensar en ese apartado de horas jugadas sino sentarse en el tejado de una casa abandonada a sentir el paso del tiempo que niegan las protagonistas en la historia. Y además de todo eso, es magia.