Xenoblade Chronicle X: Definitive Edition, la brillante culminación de Monolith para Switch

Xenoblade Chronicle X vuelve a respirar innovación a pesar de llenar los pantalones de Switch con un remaster, y ese es el mayor triunfo de Monolith. Desde el primer instante el juego plantea una obra trascendental, en narrativas, en posibilidades jugables dentro de su mundo abierto y en la puesta en escena. Y esa transmisión adulta de la aventura es una parte esencial para completar de nuevo el viaje.

La teoría de que el catálogo de Wii U es uno de los mejores en la historia de los videojuegos pasa por juegos como Xenoblade Chronicle X. La idea, la manera de plasmar el mundo y la proyección que envuelve este remaster lo hace todo mucho mayor. Es más efectivo, es más real, es más fácil de jugar y sobre todo vuelve a ser una genialidad con un multiplicador.

Mira se siente mucho más fácil de recorrer. El desembarco al nuevo planeta con todas las posibilidades en la exploración es el eje sobre el que funciona Xenoblade Chronicle X. Y no solo con el skell, llegar a un punto imposible del mapa a pie a veces es una satisfacción pequeña que suma a la experiencia.

El poder de retomar un juego como Xenoblade Chronicle X en pleno cierre de la generación es un regalo. Tener Mira en esta calidad como colofón a la consola recuerda los malabarismos de Monolith para explotar el potencial de la híbrida desde la brillante aparición de Link con los dos últimos títulos.

Ya sucedió con cada resquicio de los dos juegos de Zelda, sobre todo Tears of the Kingdom, pero ahora más aún. Las horas de más en la experiencia están encajadas en la necesidad de sacar el modo fotográfico para disfrutar de los confines del planeta. La ambientación, los paisajes, los grex imposibles, es un todo que une el reto con la contemplación. Aunque a veces las persecuciones lo permitan solo a medias.

La historia es la que es. Tiene puntos fuertes y no es tan relevante como apunta desde el prólogo, es determinante y sobrecogedora, pero no cabe en un repaso enfocado en el reverdecer de un remaster. Es un space opera que necesita de toda una corriente de juegos, razas y personajes para tener un impacto global en el jugador, y la tiene.

El sistema de combate es profundo dentro de su sencillez inicial, y como sucede en todo RPG desprende una madurez conforme avanzan los retos. La dificultad de un Xenoblade Chronicle la coloca uno mismo cuando salta a los cinco minutos de aventura hacia un grex de nivel 50. En este caso esa montaña funciona, por el desafío de lo imposible, por lo impenetrable de esa decisión y por todo lo que representa. Los añadidos para mejorar la jugabilidad son excelsos.

La recurrencia del recuerdo hace aún más grande esta experiencia remasterizada porque entre los valores del original, uno luce como pocos. El juego es tan épico, en parte, gracias a su banda sonora. Es de las que clavan la imagen a un recuerdo durante años, y la reverberación de la misma durante tantos momentos replica lo vivido desde entonces hasta ahora con la saga.

Aunque aparezca una versión a 60fps en Switch 2 como apuntan las filtraciones, esta opción no tiene desperdicio. Combates, exploración y cinemáticas tiran bastante bien, sobre todo para ser un ambicioso juego de mundo abierto capaz de aguantar el techo de la consola sobre sí mismo.

A todo ello hay que sumarle el valor troncal del juego desde múltiples apartados como las conversaciones de afinidad o los retos del posgame. Otro de los puntos fuertes que liga la aventura a la nuestra historia como jugador es el afán por la personalización extrema. Skell, personaje y armas hasta la saciedad para sentir algo nuevo entre manos como si fuera una evolución natural de los acontecimientos.

Lo mejor

• El pacto de recuperar una obra maestra para coronar la Switch
• La libertad con el skell y el acompañamiento de la BSO
• La evolución del sistema de combate y los retos en el camino

Lo peor

• Hay que esperar para verlo a 60fps en la Switch 2
• Demasiadas secundarias insulsas en cuanto a trama

90/100