Clair Obscur: Expedition 33 es algo único, una daga en el corazón que nunca se olvida, una puesta en escena diferencial y una experiencia para toda una vida. El combate reactivo, esa idea brillante de Guillaume Broche, es el elemento troncal que entrelaza un todo muy poderoso. Por planteamiento, diseño, estilo artístico, banda sonora, guion y sobre todo por su jugabilidad...sin hablar de precios.
Mi mundo en los videojuegos son los RPG's, los combates por turnos y una narrativa desplegada en un viaje imposible entre la muerte y la esperanza. El primer hijo de Sandfall Interactive era mi objetivo para este año, y a pesar del debate por controlar las expectativas, el juego me ha dado los suficientes puñetazos como para caer rendido a él.
Las capas de Clair Obscur: Expedition 33 son demasiadas, pero el primer golpe visual de su universo es estremecedor. La simbología de esa primera flor roja, el '34' marcado en el horizonte, una Torre Eiffel picassiana...la retina lo guarda todo antes de emprender el viaje. El planteamiento de ese mañana inevitable golpea tan fuerte que acompaña al jugador durante toda la historia.
Y el guion es el hachazo definitivo. El mundo tiene una cuenta atrás porque La Paintresse ha decidido acabar con los humanos de una edad cada año. Esta vez tocan los de la camada del 33 después de 67 expediciones en vano. Entre pianos y vuelo de pétalos, Lumiere me lleva a Zanarkand en viajes de ida y vuelta a una nueva historia. La ruptura del tiempo se señala también en la voz de Gustave a través de unos tejados que ofrecen algo de vida frente a un mundo descompuesto.
“Hubo un tiempo en que con 30 eras joven”.
La fragilidad del entorno y los susurros a la muerte de las dos primeras horas de juego asientan esa explanada apocalíptica. La palabra Gommage se te mete en la piel y la intensidad va por encima del jugador mientras te encoge el corazón y te prepara para conocer qué es eso del combate de turnos reactivo. Una pincelada de La Peintresse por aquí, un combo de Gustave con un daño extremo y el inicio del peregrinaje con una personalidad francesa arrolladora. A veces me saca del drama con determinados atuendos, pero es tan fácil como dejarlos en el armario imaginario.
El descubrimiento del mundo de La Peintresse de la mano de Gustave es estremecedor y con él, un acercamiento progresivo hacia el combate. En la preview ya analizamos los diferentes estilos de combates, el uso de las pociones a lo souls y las posibilidades enormes de builds gracias a las pasivas entre Pictos y Lúminas. Pero todo cambia con el paso de las horas.
El encontronazo con los enemigos es una genialidad no sólo por el diseño de estos, sino por la variedad. Cada pelea es refrescante desde la vertiente de la esquiva y el bloqueo, un aprendizaje en timing y reflejos que va de la mano de la estrategia en ataque. Y después de 20 horas de juego, Clair Obscur: Expedition 33 sigue añadiendo músculo a la batalla para cambiar la perspectiva y la letra pequeña.
Ese spoiler que prefiero evitar revitaliza al jugador no sólo con el reto del parry en cada batalla, sino que lo introduce en la trama desde fuera. No sólo somos los personajes, vivimos su trauma, su drama y sus interrogantes desde fuera como un espectador omnisciente que saborea la muerte a cada paso.
Esa huella está en cada combate porque es muy fácil morir si no eres especialmente diestro en las esquivas, y mucho menos en los bloqueos. Clair Obscur: Expedition 33 tiene el sello en su combate reactivo porque es determinante desde la configuración de las builds en los menús hasta la toma de decisiones, extrema en muchos casos. Y perfectamente puedes llevar más de medio juego y no haber explotado el potencial de algunos de los personajes.
Cuando crees que sólo se trata de esquivar, un enemigo te zarandea de otra forma. Cuando controlas el bloqueo y el salto, hay otra velocidad extra en un nuevo nevron que te descoloca y cambia la percepción del juego. Es brillante. Y todo esto sin hablar de las lúminas, el control de los combos y las posibilidades de las armas y habilidades según en qué protagonistas.
El desarrollo de personaje y la realidad de ese barro mezclado con sangre y sabor a muerte es de las sorpresas más sorprendentes de este Expedition 33. Uno podía imaginar un estilo artístico sobresaliente tras los tráilers, una banda sonora ideal para acompañar la trama o un buen sistema de combates. Pero la trama y el trasfondo están a otro nivel.
Toda charla juega a la perfección con la intensidad y la trivialidad de jugar en ese alambre para susurrar a la muerte. La tensión de esa última vez vive enfrascada en la naturalidad de esa vida de mierda donde hay que decidir si morir en Lumiere o luchar camino a la muerte. Ese pasaje lo clava Clair Obscur: Expedition 33 con muchas capas entre los protagonistas entre enfados, tiranteces, acercamientos y traumas. Todo está tan bien hilado que asusta pensar que algún guionista haya vivido un apocalipsis así en su vida. Es real.
El claro de la luz, de la paz, de la fe de Lumiere, de la vida pausada de los que se quedan. Ese peligro latente de La Paintresse siempre está en el horizonte para recordar los charcos de sangre de las 67 expediciones previas sin regresos. Y en esa moneda de dos caras la banda sonora se te mete en la cabeza desde el primer paseo a los campamentos.
La versatilidad del universo funciona con biomas muy diferentes, desde los enemigos al descubrimiento de los gestrales. Quizás la exploración pueda ser uno de los puntos débiles del juego en ciertos momentos (mejora conforme avanza la experiencia) pero se compensa con la eliminación del mapa. Es un punto de inmersión perfecto que incluye algo de complejidad en un escenario relativamente manejable.
A partir de ahí la desazón deja paso a muchos momentos divertidos donde se tuerce la sonrisa a pesar de la desazón del momento. Los gestrales son un puntazo pero sin duda los mejores momentos del juego están de la mano de Esquie, y hay que saborearlo porque es una contrapartida perfecta a la historia.
El diario de expedición son chupitos necesarios tanto como esa sensación constante de estrés, miedo y aprendizaje al ver desde dentro esa odisea. En ese proceso el humor es parte esencial de algunos puntos de la historia. Una carcajada a medias no desentona si se utiliza bien, y aquí es fundamental.
No entro en detalle en las especificaciones y consejos para los combates porque tenemos una línea de textos en esa dirección. Aún así las lúminas (pasivas) bien merecen un apartado aparte porque son el sustento de juguetear con las habilidades para generar combos. Hay formas de reiniciar los atributos para cambiar la dinámica de la partida y siempre, siempre hay que volver a reajustar las lúminas para empezar por ahí.
Hay tantos destellos en el juego que no sé cómo acabar. A veces me falta una escena extra en determinados puntos, pero siempre hay algo más. En el campamento, en la relevancia a todos los protagonistas en su cierto momento, en el sistema de habilidades de las armas y el valor de las mismas según los atributos, todo brilla por sí mismo a pesar de tener piezas de otros tantos juegos.
Clair Obscur: Expedition 33 es el juego que me ha devuelto a ese chaval de 16 años que descubría Final Fantasy X como algo que le cambió la vida. A ratos me sentía en un Final Fantasy a lo Super Mario RPG con perspectivas de Persona y pociones a lo souls. Pero el juego tiene tanta personalidad que la mezcla es efectiva para crear algo propio, singular, emocionante y muy divertido de jugar. Quizás mis últimos años los pase en Lumiere.
Lo mejor
Lo peor
Es un juego con tantas virtudes y tantos aciertos de gran nivel, que los errores o defectos no cambian tanto la experiencia. Existen pero son comprensibles en un espacio como el de un juego que parece un Triple AAA pero está realizado por un estudio nuevo con poco más de 30 personas.
100/100