Un calvario, un 'Judas' y un manto rojo

Álvaro Ramírez IIIEl Sevilla se ha impuesto de nuevo en el Villamarín con una victoria marcada por el nefasto arbitraje de Velasco Carballo, que se erigió en protagonista de un derbi en Domingo de Ramos que acabó como un cristo, valga la expresión. Con un expulsado, con lesionados, con polémica, con penaltis, goles y una tendencia que remata una temporada de absoluto dominio sevillista en la máxima rivalidad esta temporada. 

El resultado de 0-2, con dos goles de Gameiro pero con un Bacca también como protagonista, remata al Betis y prácticamente lo manda a Segunda división. Las esperanzas verdiblancas ya están agotadas y ya no le salen las cuentas ni a Calderón, que hablaba de seis victorias imprescindibles en las seis últimas jornadas. A la primera ha fallado el equipo bético.
El Sevilla, por su parte, va de alegría en alegría y, tras la remontada ante el Oporto, que pasó factura física, de nuevo celebra un triunfo en un derbi que además le permite amarrar de forma firme la quinta plaza e incluso seguir opositando a la cuarta plaza del campeonato, que sigue ocupando el Athletic.

El choque, evidentemente, queda determinado por las decisiones del colegiado, que marca el mismo. Primero y de forma decisiva contra el Betis, después con sus devaneos incluso permite a los sevillistas agarrarse a otros errores arbitrales, pero lo cierto es que fue marcando el duelo en cada decisión que tomaba.
Más allá de Velasco, cuando difícilmente se puede superar su figura en esta mañana, se adivina de nuevo un Betis algo timorato en el inicio, con un planteamiento más de pose que de realidad con el que Sevilla, un triste y cansado Sevilla apenas sufrió. El Betis dominó hasta el penalti, y el Sevilla solo supo defenderse y apenas atacar hasta que Bacca realizó esa magnífica acción que a la postre rompería el partido.
El conjunto de Emery, que incluso reservó a Rakitic, sufrió por momentos, pero sin hacer méritos se encontró el partido de cara. Incluso tardó en rematarlo el Sevilla, pues en la segunda mitad pudo hacerlo antes, pero al final se llevó los tres puntos una vez más del Villamarín y, por unas circunstancias o por otras, sin demasiado agobio.
El partido arrancó de una forma que poco tuvo que ver con los derroteros que tomaría el encuentro. Entre el tiempo gastado en retirar los rollos lanzados en el gol sur, el comienzo irregular, las faltas y las constantes interrupciones el choque tardó en entrar en calor unos 20 minutos, algo que perdjudicaba a los locales y permitía a los visitantes marcar un ritmo cansino del partido. Eso sí, la tendencia estaba clara y el campo estaba totalmente inclinado hacia la portería de Beto. El Betis monopolizaba la pelota y el encuentro; todo lo que ocurría, todo lo que pasaba era en el campo sevillista. Al Sevilla, además, se le vía tremendamente cansado, rehusaba la pelea y se amparaba en su formación defensiva. Los cuatro de atrás muy pegados a los dos pivotes, con Trochowski y Reyes nulos y los de arriba esperando alguna. El caso es que el Betis era bastante mejor, encontraba algunos puntos débiles (Juanfran se iba siempre de Reyes) y comía más y más terreno, aunque sin demasiado brillo en los metros finales. El dominio bético no se transformó en ocasiones claras.
Ateniendo a lo que estaba pasando en el césped, poco cambio se preveía en el desarrollo del encuentro, al menos hasta que los minutos pasaran más factura o los banquillos se movieran, pero apareció entonces la jugada clave del encuentro. Aparecieron, a decir verdad, dos protagonistas. El primero, Carlos Bacca, que de una pelota casi muerta en el mediocampo fabricó una acción individual primero y una pared con Gameiro que desarboló la zaga bética. El segundo protagonista fue Velasco Carballo, que señaló la pena máxima de Juan Carlos a Bacca en una acción discutidísima y que dinamitó el encuentro. Porque además de que el porcentaje de probabilidades respaldaba mucho más el no que el sí, el bético vio la roja. Y eso que el árbitro estaba cerca de la jugada. La errática decisión de Carballo se unión además a otra discutida no hacía mucho, dejando sin sancionar un posible penalti de Iborra a Baptistao. El choque, evidentemente, cambió, porque además Gameiro no perdonó y puso en ventaja al Sevilla de forma bastante injusta, en cuanto a lo que el juego dictaba.
Ese penalti dinamitó el encuentro porque a partir de ahí todo cambió. El Betis, histérico, intento recomponerse (Chica por Vadillo), pero los nervios y el enfado afloraban en cada acción. De hecho, el mismo Velasco perdonó la segunda amarilla a Rubén Castro en una fea entrada a Alberto que de hecho lesionó al canterano, siendo sustituido por Fernando Navarro.
El Sevilla, con el resultado a favor, intentó calmar las aguas con la pelota y hacer valer su superioridad, aunque lo que de verdad imperaba era el nerviosismo, plasmado en un enfrentamiento dialéctico de Baptistao con Emery en la banda y unas 'indicaciones' de Amaya al banquillo sevillista.
El Betis se centró más al inicio de la segunda mitad e intentó la remontada y sobreponerse a las circunstancias por medio de la pelota. Aun con uno menos continuó siendo competitivo y hasta tuvo alguna ocasión con el marcador todavía 0-1. Rubén Castro, primero casi sin ángulo y luego de falta, hizo esforzarse a Beto, que hasta entonces no había sufrido demasiado. Pero la valentía verdiblanca tenía un peaje, los descuidos defensivos. Solo Adán evitó que el encuentro se rompiera con dos grandes paradas a Gameiro y a Vitolo.
Y también tuvo su protagonismo, como no podía ser de otra forma, Velasco Carballo. El colegiado, nefasto de principio a fin, anuló una jugada en el área bética, en la que primero había pitado penalti, por un fuera de juego que no era. Además también le reclamaron los béticos unas manos Carriço y pudo y debió expulsar a N'Diaye.
Al final el resultado no varió hasta que en las recta final del encuentro Gameiro, de nuevo, mató el choque en una buena acción entre Reyes (la jugada que marcaba la excepción a un horrible partido suyo) y Diogo, que asistió al galo para que matara el partido, el derbi y la temporada del Betis, ya virtualmente en Segunda y a pocos pasos de descender matemáticamente.
El Sevilla, por su parte, redondea una temporada prácticamente plena en los derbis y plena en el curso. Con su triunfo está cerca de asegurar su puesto en la Liga Europa, sigue metiendo presión al Athletic por el cuarto puesto y da otro alegrón a su afición, instalada en la alegría desde aquella tanda de penaltis precisamente en un Villamarín talismán esta campaña.