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Un pozo en un paraíso
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Real Betis
1-2
Sevilla FC

Un pozo en un paraíso

DMQ
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Álvaro Ramírez

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El Sevilla tiene un paraíso en los derbis, una hegemonía donde siempre acaba reinando. Ya sea un día con Mercado, ya sea un día con Iborra o con cualquier otro monarca que vista la casaca roja. Tiene el Sevilla su reino donde tiene el Betis su páramo, su tierra en barbecho desde hace una década, donde solo encuentra espinas y contrariedades, incluso cuando encuentra los caminos del triunfo. El derbi se ha convertido en un paraíso para un Sevilla que los utiliza además de trampolín, en este caso para asaltar el coliderato de la Liga. Y el derbi se ha convertido en un pozo para el Betis, del que no adivina a salir y en el que se despeña a más profundidad, por más que merezca alguna vez tomar aire fresco. 

El derbi estuvo marcado por dos partes, muy definidas. La primera, abrumadoramente superior del Betis, cuyo único error fue entonces no machacar a su rival, en la que Dani Ceballos reinó y dominó. La segunda, rotunda del Sevilla, efectiva, mejor e inteligente, en la que Iborra se erigió en lo más alto del partido para sacar las castañas del fuego a los suyos. Y resultó vencedor el más contundente, el más rotundo y el más efectivo, que suele ser el Sevilla en estos duelos.
El Betis descosió al Sevilla en la primera parte por los cuatro costados, con intensidad, con fútbol, con presión y con un despliegue físico que, eso sí, acabaría pagando
El derbi de la primera parte sólo fue derbi para el Betis. Solo el Betis salió en la primera parte poniendo pasión al partido, solo el Betis murió en cada pelota, sólo el Betis sudó cada carrera y sólo el Betis puso intensidad en cada jugada. La primera parte fue sólo Betis. Sólo el Betis buscaba la portería contraria, sólo el Betis tenía un plan, sólo el Betis era valiente, sólo el Betis jugaba con criterio, sólo el Betis creó oportunidades y solo Dani Ceballos, solo, sin tilde, él solito, volvió loco a todo el centro del campo del Sevilla, a todo el equipo en general.
El repaso fue considerable. Probablemente el mayor que haya recibido el Sevilla de Sampaoli en toda la temporada, posiblemente la mejor ejecución por parte del Betis en toda la temporada. El caso es que el Betis se comió en todos los aspectos del fútbol, en todos los aspectos que se ponen en disputa en un partido, la presión, la combinación, la profundidad, la seguridad, la intensidad, a su rival. Los béticos se multiplicaban mientras los jugadores del Sevilla afrontaban el partido como si fuera un amistoso, como sino fuera con ellos. Error tras error, fallo tras fallo, dejadez tras dejadez fue cavando su foso en el que el Betis ponía un granito tras otro para enterrar a un Sevilla perdido, desconocido, sometido, al que Víctor atenazaba con su planteamiento valiente pero arriesgado, en el que Ceballos martilleaba con su presencia y con el que Durmisi remató con su gol pasada la media hora. Pudo haber marcado antes el Betis, se lo mereció de hecho (un palo, un remate alto de Rubén, un rebote que lamió el poste), pero recibió con justicia un tanto que premiaba la superioridad verdiblanca, rotunda, contundente. El Betis se comía el Sevilla y lejos de reaccionar, los nervionenses agachaban la cabeza una y otra vez. Y Sampaoli, condescendiente, no reaccionó hasta el descanso, ni con cambios ni cambiando posiciones y dejó al equipo a la deriva hasta el final de la primera parte. Agradeció el Sevilla el descanso porque solo perdía por la mínima.
Ese repaso en la primera parte venía labrado desde la intensidad del Betis, pero también tácticamente. En un sistema defensivo que hacía aguas, Durmisi encontró profundidad por la izquierda, Piccini por la derecha, y Ceballos olía donde hacía daño y superioridad para superar las líneas sevillistas. Además, el concepto defensivo de los de Sampaoli fue nulo. El océano a la espalda de Jovetic, de un nulo Vázquez y de un indolente Nasri era de navegación fácil para Pardo, Ceballos o Petros, que desde ahí armaban los ataques una y otra vez mientras el Sevilla regalaba y regalaba balones.
El diagnóstico estaba claro. Por ahí intentó Sampaoli corregir a su equipo. Quitó a un nulo Vázquez, horrible su partido adornado por su 'mutis' en la barrera en el gol de Durmisi, y sufrido Sarabia, al que el danés superó en todo momento en la banda. Y entraron Ben Yedder y entró Iborra. Su presencia, la del capitán del Sevilla, cambió el partido. Un hombre, una posición, un partido. El equipo nervionense, con un nuevo ánimo, con una nueva disposición y sobre todo ganando un hombre en la medular como el valenciano, se hizo con el partido. Entonces el derbi fue sólo para el Sevilla, el balón sólo era para el Sevilla, los balones divididos eran sólo para el Sevilla, el fútbol era sólo del Sevilla, las oportunidades sólo eran del Sevilla y solo Iborra, él solito, destrozó el centro del campo del Betis, el plan del Betis. Entre piezas que se desmoronaban, caían, sufrían, el capitán del Sevilla se erigía potente, acertado, animado y dotando a su equipo de lo que no tuvo en la primera mitad, alma, alma y acierto.
El Sevilla se volcó pues sobre el área del Betis, se metió en campo contrario, aprovechó el cansancio de los futbolistas del Betis para superarlo en todas las líneas, para acumular jugadores en ataque y para merodear el área rival. Empezó a tener llegadas y faltas alrededor del área. En una de ellas, bien botada por Nasri y horriblemente defendida por la zaga bética, Mercado, que ya marcó en la ida, aprovechó un remate de, quién si no, Iborra, para fusilar a Adán tras su gran parada al primer remate.
El empate evidentemente sentó como un jarro de agua fría a todos los béticos. Por el empate en sí, claro, pero también por la sensación que ya transmitía el partido, la sensación que transmitían los sevillistas y la que transmitían los béticos en el campo, que se empezaron a venir abajo y a quedarse sin fuerza.
Con Iborra dueño de la zona ancha, activando al resto de sus compañeros, el ataque rojo mejoró: Nasri empezó a reclamar protagonismo, Jovetic a buscar uno contra uno, Ben Yedder a recibir de espaldas y Vitolo a hacer daño por la derecha.
Y con el partido de vuelta y media, girado 180º, parecía cuestión de tiempo la remontada, porque el Betis estaba muerto. Destrozado su corazón, Dani Ceballos, medio cojo ya a esas alturas por el campo, muerta la cabeza y muertos sus miembros. Y ahí este Sevilla no falla. Ahí este Sevilla es grande y no perdona, ahí este Sevilla es más Sevilla que nunca.
El Sevilla fue muy superior en la segunda parte, en la que Vicente Iborra alteró los planes del Betis, en la que Iborra dominó la zona ancha y se convirtió en la auténtica referencia del partido. Con él, mejoró todo el Sevilla, hasta remontar el partido
Y tuvo que llegar también a balón parado, en otra falta, el gol de la remontada. Y, cómo no, tuvo que marcarlo Iborra, la auténtica revolución del partido. Peinó, eso sí, N'Zonzi en fuera de juego, y aliado con el asistente y Del Cerro, Iborra metió la puntera antes que Adán en un nuevo rechace mal defendido por la zaga para confirmar la remontada y el 1-2 del Sevilla, logrado eso sí de forma ilegal por la posición de N'Zonzi.
Fue en esa jugada, curiosamente, cuando Víctor realizó sus dos cambios, demandados por la realidad, por su equipo y por todo el que viera el partido menos él mucho antes. Pero el técnico eligió mal, por el momento y por la demora. El Betis, cansado por su tremendo esfuerzo en la primera mitad, ya apenas tenía capacidad de reacción, y con el Sevilla ya a gusto en el trato de la pelota, ya a gusto con ella y el resultado, el marcador no se movió. Los locales no llegaban a la presión, ya no emboscaban a los rivales y ya no llegaban siquiera al área contraria. El Sevilla había ganado la partida, por su reacción, por la poca efectividad del Betis cuando era tremendamente superior y por Iborra, hombre clave del partido capaz de darle la vuelta a una historia como este derbi.
El Sevilla es, pues, sigue siendo, dominador de los derbis, reina claramente, de forma absolutista y hegemónica, aun cuando sufre, aun cuando no es mejor, aun cuando pudo tirar por tierra el derbi en la primera parte. Y en el otro lado de la balanza, tiene el Betis un absoluto muro en la máxima rivalidad. No encuentra forma de ganar al eterno rival, son ya 11 años en la Liga. Encuentra forma de hacerle un gol, pero no de hacerle daño. Parece que la tendencia se eterniza, para gozo de unos y frustración de otros. 

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  1. lobeznoSFC

    un mojon pa ti, ramirez. en el video no comentas na sobre la diferencia fisica en la primera parte, eh? el sevilla estaba reventao por el desgaste de la champions, de ahi el dominio ficticio del betis. Y oye, aunque escuchándote parece que fueran un milagro, los goles a balon parao no vienen por casualidad, verdad? en la segunda parte el repaso sevillista fue igual o mayor al recibido en la primera, y la diferencia de calidad hizo el resto, eso es lo que hay. Se te nota en la carita, ramirez, haztelo mirar que luego bien que recibes los blazquez. ajo y agua campeón

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