Navas por aquí, Escudero por allá, y sufrimiento por acá

Este martes es una noche feliz para el sevillismo. Lo debe de ser. El Sevilla ha certificado su pase a la fase de grupos de la Liga de Campeones por tercera temporada consecutiva, y eso motivo de felicidad, no cabe duda. Si lo ha hecho con sufrimiento, con una dosis importante de locura, hasta con fortuna en un momento puntual, de eso nadie se acordará casi este jueves cuando espere rivales en el bombo 2 o cuando arranque por septiembre su andadura entre los mejores del continente.

Pero, eso sí, esta eliminatoria ha demostrado que el proyecto de Berizzo está mucho más verde de lo que se preveía, de lo que se esperaba a estas alturas. Quizás por una planificación tardía, por unos ajustes que no acaban de asumir del todo los futbolistas, por un estado físico todavía por completar... Será porque el Istanbul entendió a la perfección cómo hacerle daño o será porque el nerviosismo se instaló en el equipo a raíz del 0-1. Da igual, este Sevilla está incipiente, inmaduro, aún no sabe gestionar situaciones de partido tales como las acontecidas este martes con 0-1, con 2-2, incluso con 2-1. El equipo de Berizzo no sabe leer por ahora los encuentros y anda en el campo como una abeja que puede picar, pero que no sabe dónde posarse, si atrás, adelante o en medio. 
Por suerte, este Sevilla, mientras coge forma, mientras evoluciona, tiene futbolistas buenos, muy buenos, y eso de momento le ha dado para superar esta previa, que no es poco. Pregonaban algunos filibusteros del siglo XXI en las redes sociales que Jesús Navas poco menos que venía a Sevilla a retirarse, a saquear las arcas de su club en sus años de ocaso, que pedía lo que no le correspondía. Afortunadamente entre la afición del Sevilla hay muchos de estos pero más de aquellos, los que han visto jugar al duende de Los Palacios, lo han visto recorrerse la banda derecha hasta sudar sangre y emanar sevillismo. Fue el de Los Palacios, como en la ida en Estambul, el que desatascó con una maravillosa asistencia un partido y una eliminatoria que se había puesto fea, complicada, que estaba sin ir más lejos a un gol de la hecatombe. Pero el Sevilla, que demostró este martes que está a medio gas, que tiene muchas, muchas cosas por mejorar, tiene a Navas, que apenas ha tardado dos semanas en decir 'aquí estoy yo' y llevar a su equipo a la Liga de Campeones.
De la mano, eso sí, de Escudero, posiblemente el jugador más en forma del equipo e insospechado bigoleador en esta ronda, y de Ben Yedder, que al final ha marcado dos goles. Se lo han repartido todo Navas, Escudero y el delantero francés. Pero ni por esas disfrutó de tranquilidad el Sevilla.
El Sevilla de Berizzo está muy poco maduro aún, no maneja las situaciones del partido, no las lee y se pone a veces a merced del rival de manera incompresible; por suerte mientras madura se sostiene en jugadores buenos, como Jesús Navas
Si bien es verdad que tuvo dos claras ocasiones en los dos primeros minutos, de Correa, cuyo problema con el gol parece crónico, y de Ben Yedder, que cruzó demasiado, más un trallazo al palo de Mercado, lo cierto es que la primera mitad nervionense fue un auténtico despropósito. Sobre todo en el centro del campo. Aparentemente colocaba Berizzo las mejores piezas posibles para esos puestos, pero en el campo fue diferente. Banega, siempre con personalidad y reclamando la pelota, estuvo muy errático y perdió demasiados balones que costaron contras; N'Zonzi se perdió absolutamente como ese jugador que aparentemente era en la Premier, ese jugador que se descuelga y llega. Ni se descolgó ni llegó. Casi siempre jugó en paralelo a Pizarro y dejaba huérfano de opciones a su equipo cada vez que Banega venía a recibir la pelota, porque nadie ocupaba la mediapunta, nadie daba alternativa al pase interior. Y Pizarro, mientras tanto, se veía desprotegido, porque el Istanbul entendió a la perfección el partido. Al centro del campo bajaba Adebayor cada vez que quería hasta convertirse, con su veteranía, en el mejor del partido, en el faro del juego de su equipo. Traía loco al Sevilla porque le creaba superioridad, porque N'Zonzi ni se enteraba de lo que se cocía. Eso ocurrió en el 0-1. Adebayor se descolgó, ocupó su zona fácil mientras el francés deambulaba sin sentido por el campo, tiró de calidad para poner un buen balón en profundidad a la espalda de la zaga, que siempre ganaban los turcos en velocidad, y la malas coberturas de Pizarro y Mercado ayudaron en el resto para que Elia anotara en boca de gol.
De jugar 'a Banega', a jugar 'a Navas'
El resultado, aún válido para el Sevilla, disparó el cagómetro en Nervión y el nerviosismo en las filas sevillistas. Porque no tenía patrón de juego. Jugaba a Banega, a arrancadas de Navas o a algún uno contra dos que resultara productivo. El equipo no se movía y el recurso de la presión sin pelota tampoco funcionaba porque fue ejecutada de manera desastrosa, especialmente nefasto estuvo en este apartado Correa, algo displicente todo el encuentro.
Desde el 0-1, apenas se volvió a acercar con peligro el Sevilla a la portería de Volkan, salvo alguna jugada aislada a balón parado.
Berizzo modificó algo su sistema tras el descanso, no con cambio de hombres, pero sí matizando alguna posición. El problema del mediocampo intentó solucionarlo retrasando algo a N'Zonzi, que empezó a jugar en paralelo con Pizarro. El Sevilla aseguraba el pase y guardaba la posición, pero seguía teniendo problemas para generar fútbol, por eso Berizzo amplió el campo, buscó los costados, encontró otra fórmula. Más balones a Navas, a la banda. La utilizó Juande, la utilizó Jiménez, la utilizó Del Bosque, la utilizó hasta Guardiola, y ahora Berizzo. El palaciego fue el origen de la clasificación con un maravilloso al segundo palo que remató de forma impecable Escudero.
Los últimos minutos vividos por el Sánchez Pizjuán fueron de infarto, el equipo enloqueció, defendía sin cabeza y una falta de Emre al palo dio el susto del verano a los aficionados
Ese 1-1 por fin pareció tranquilizar al Sevilla, pareció ponerle el orden, pareció asentar a sus jugadores, que tranquilos comenzaron a funcionar algo mejor. Entonces, y con el Istanbul dejando espacios a la contra, el equipo nervionense pudo y debió matar a la contra. N'Zonzi desaprovechó una clarísima. Al menos llegó el segundo tanto, en una acción de Nolito que hizo lo que no pudo Correa en todos sus minutos, ser definitivos. El sanluqueño sentó a algún que otro turco para dársela a Ben Yedder, que la cruzó y marcó, como en la ida.
Parecía de nuevo estar más cerca el tercero que el segundo del rival, pero en estas que de nuevo el Sevilla se abrió atrás, un balón al área, demasiado fácil y empate que a falta de 10 minutos ponía el corazón de Nervión en un puño. Se temía lo peor el Sánchez Pizjuán, y lo peor casi se plasma en una falta de Emre eterna, que se estrelló en el palo. Fue el culmen del miedo en el césped del Sánchez Pizjuán. La pelota salió rebotada y el alivio se escuchó asiento por asiento. Alguna pelota más al área, algunas incomprensibles pérdidas de Montoya hicieron más largo el encuentro, pero ya no se movería. Con sufrimiento, con susto, pero el Sevilla estará este jueves en la fase de grupos de la Liga de Campeones y tendrá tiempo para mejorar, que falta le hace, al máximo nivel.

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