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Ni plan, ni orgullo, ni nada
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Valencia CF
4-0
Sevilla FC

Ni plan, ni orgullo, ni nada

DMQ
Foto autor
Basilio García
Estadio de Mestalla.Pizarro trata de recuperar un balón en Mestalla. (FOTO: David González)
Estadio de Mestalla.Pizarro trata de recuperar un balón en Mestalla. (FOTO: David González)

Nada. El Sevilla FC volvió a jugar a la nada en Mestalla, ante un muy buen Valencia que le ha comido la tostada en el primer tramo de Liga y que, a día de hoy, es mucho más candidato a la Liga de Campeones que el cuarto presupuesto de LaLiga Santander. A los de Marcelino García Toral ni siquiera les hizo falta hacer un partido de matrícula de honor. Sin emplearse al cien por cien le fue suficiente para ganar sin problemas a un grupo de jugadores totalmente perdidos. La nada más absoluta hecha equipo de fútbol.

Berizzo, cuya figura queda tocada y casi hundida, sacó de titular al equipo que, teniendo en cuenta las lesiones, podría considerarse como el once tipo. Se jugaba mucho el argentino como para insistir en las tan discutidas rotaciones, pero ese relevo constante merma a un grupo de jugadores que ni se sienten un equipo ni se emplean como tal. La nada más absoluta, de nuevo, en un campo relevante.
El Sevilla salió a jugar a Mestalla como acabó en San Mamés y en Moscú. Mal. Pésimamente. Las dos llegadas en los minutos iniciales de Franco Vázquez y Muriel fueron un puro espejismo, que sucedía a un primer minuto de partido en el que los de rojo no tocaron la pelota hasta que Guedes, un jugadorazo, chutó a las manos de Sergio Rico.
El encuentro comenzaba con ritmo por parte de los dos equipos, pero dos tarjetas muy tempraneras a Nolito y Lenglet rebajaron las revoluciones de los nervionenses. Estrada, por cierto, omitía entradas por detrás del Valencia mientras regaba de amarillas al once sevillista, aumentando la frustración de un equipo sin alma, ni siquiera para protestar acciones claras. Sintomático.
Poca alma, menos intensidad y cero precisión. Esas fueron las tres características del juego de un equipo que, conforme pasaban los minutos, se iba viendo totalmente controlado por el Valencia. Los che parecían locomotoras y una y otra vez superaban un centro del campo en el que Pizarro únicamente fantasmeaba, en parte también por la ausencia de ayuda de los que jugaban por delante del argentino. Todo pintaba mal, y para colmo Lenglet se lesionó, dejó a la línea defensiva aún más tocada y Berizzo tuvo que recomponer la defensa sobre el papel, aunque ésta se descomponía mientras pasaban los minutos.
Este Sevilla, a día de hoy, no tiene plan. Enfrente estaba un equipo que sabe perfectamente a lo que juega y cree en sí mismo, juega rápido, casi de memoria, y vaEl Sevilla no sólo juega lento, sin velocidad, sino que piensa igual de lento. El segundo gol fue una jugada definitoria del partido, incluso sospechosa. a muerte en los duelos, ganando prácticamente todos. Las virtudes valencianistas contrastaban muchísimo con un Sevilla apático, cada vez más metido atrás y sin siquiera un rayo de luz que pudiera aportar esperanza, más allá que encomiarse a la calidad de Muriel, inocua hasta ahora. El equipo rojo no sólo jugaba lento, sin velocidad, sino que pensaba igual de lento, lo que le impedía adelantarse a las jugadas tanto en ataque como en defensa.
Con estos ingredientes, el gol estaba al caer. Y cayó en el minuto 42, exactamente el mismo en el que Vesga marcó en San Mamés hace una semana. Cayó en forma de golazo de Guedes, en una contra rapidísima –iniciada en posible falta sobre Vázquez que Estrada no quiso pitar- que el portugués finalizó con un zapatazo a la escuadra imparable, pero justo antes los visitantes habían caído de nuevo en varios duelos. Kjaer, que había sostenido hasta entonces al equipo en defensa, tuvo que cruzarse el campo para tapar, pero el luso le sorteó con calidad mientras Pizarro, el más insulso de los 22, miraba.
Tras el descanso nada cambió. Si en Bilbao y Moscú el Sevilla perpetró unos segundos tiempos pésimos, en Valencia la historia comenzó igual. Las buenas intenciones, por llamarlas de alguna manera, apenas duraron cinco minutos. Banega perdió una pelota absurda y todo lo que pasó después tuvo que ver con que los che tienen infinitamente más hambre que los de Nervión, hasta que Zaza sorteó con facilidad a Kjaer y batió a un Sergio Rico que únicamente miraba la pelota. Una jugada definitoria e incluso hasta sospechosa.
Desde el gol, el partido quedó visto para sentencia. El Sevilla se veía incapaz y, lo que es peor, el Valencia veía incapaz a su rival, por lo que se relajó como le pasó en Heliópolis hace seis días, pero con la diferencia de que esta vez el contrario no le hacía daño. Lo vio tan claro Marcelino que a falta de veinte minutos quitó a Zaza para darle descanso después de que diera un curso intensivo de lo que debe hacer un matador en la suerte suprema.
A día de hoy un Valencia relajado es mejor que un Sevilla impedido, por lo que de cuando en cuando los che se metían en el área y llevaban peligro. Unas veces Sergio Rico paraba, otras el árbitro no estimaba penalti, otras se liaban los de blanco y negro, pero casi nunca la defensa ganaba la partida a los atacantes. Y cuando se acercaba el Sevilla al área de Neto no producía inquietud alguna, especialmente porque Muriel enseña cosas buenas, pero también que no es el goleador de los 21 millones de euros que la afición esperaba. Llegadas, más bien merodeos, de mentira, inocuas, sin sangre. Como si el Valencia les dejara a sabiendas que siempre habría un error ajeno o un acierto propio que decantara la balanza en su favor.
En esas, que cayera el tercero era cuestión de tiempo y fue, de nuevo, en un contragolpe de hombres mayores contra niños. Guedes, un jugadorazo, repito, se la dio a Santi Mina para empezar de concretar el desastre. Ya en el descuento, el propio Guedes dio el primer martillazo de la demolición definitiva de un equipo en estado ruinoso. Llueve sobre mojado. Segunda goleada en cinco días y Berizzo muy tocado con su equipo fuera de puestos europeos, aunque sería injusto personalizar en el argentino el derribo en el que se ha convertido un Sevilla muy deficiente en actitud, lo mínimo que se le puede pedir a un futbolista profesional, de esos que cobran muchos millones.
Al técnico argentino el porvenir se le presenta complicado después de tres derrotas consecutivas a cada cual más vergonzosa. Antes del parón tendrá compromisos fundamentales, en los que el Sevilla se juega su futuro más inmediato. Mucho tiene que cambiar la cosa para que a largo plazo Berizzo celebre cosas, aunque sean sólo victorias, en el banquillo nervionense.
 


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  1. Bertoni

    RIDICULO. Espantoso partido de un equipo que va a la deriva; un equipo mal plantado en el campo, como se vio en todas las contras del Valencia, quedando el cantamañanas de Berizzo retratado en cada una de ellas. Los jugadores en baja forma, como por ejemplo Muriel, con más curvas que una garota brasileña, resoplando ahogado en el minuto 18 de partido como bien reflejó una toma de la televisión. Y el filósofo argentino que tenemos de entrenador, relamiéndose y deleitándose con la idea de poner a Banega y al Mudo Vázquez juntos ( y quién presiona, quién muerde?) como muestra esta web, justamente ayer. Puedo llevarme toda la noche sacandole defectos a nuestro Sevilla... pero ya son sabidos. Qué mala pinta tiene esto... y como era de esperar el Sr Castro hablando de futuros triunfos de Berizzo sin enterarse de cómo está la cosa. Amigos, espero equivocarme, pero esto tiene muy mala pinta... y ojalá no sea un año de debacle para nuestro equipo.

  2. Mjdg

    Urgente poner en la calle a Berrizo, Arias y Castro

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