Ocampos acaba con el Betis en el derbi silencioso

Silencio. Se rodaba un derbi diferente en el Sánchez-Pizjuán. Sí, volvía el fútbol a la primera división después de meses de paro obligado. Tras un minuto de recuerdo a los fallecidos, se reanudaba el deporte rey. Aunque fuese solo para verse a través de las cámaras de televisión, en casas y bares. Sin público, sin el ruido habitual que genera un partido así, sin aficiones animando de forma presencial... Silencio. Iba a ser un derbi sevillano muy raro. Sin Nervión rugiendo, sin el ambiente de siempre, a pesar de ser día festivo en la capital andaluza.

Bajo el paraguas del protocolo de LaLiga por el coronavirus, las mascarillas —sevillistas en unas caras, béticas en otras— cobraban protagonismo como símbolo de la actual pandemia. Pero también del nuevo fútbol. Y si había silencio en las gradas, sobre el césped había muchas ganas de jugar, deleitar, marcar y celebrar. Tras la tormenta del confinamiento, regresaba el espectáculo.

El Sevilla reflejaba ese ansia de derbi, de emoción y de ilusión que la Covid-19 ya había privado durante bastante tiempo. Y como representación de esa actitud ahí estaba Lucas Ocampos, autor de un gol y una asistencia para el triunfo sevillista. Noche mágica para el atacante argentino, que se estrenaba en un derbi como local. En el lado verdiblanco, dolía sumar otra derrota más pero con cierto sentimiento de indignación tras el polémico penalti de Marc Bartra.

Un Betis ofensivo pero sin mordiente

Tampoco cambió el Betis, que volvió a ofrecer una pobre versión, sobre todo en la parcela ofensiva. Y eso que Rubi presentó una alineación con bastantes hombres de ataque, acompañados por el talento tanto de Aleña como de Canales. El cántabro debía hacer las funciones de Guardado mientras no descuidaba las suyas habituales pero mucho le costó. Al igual que a Tello, acostumbrado a ser el revulsivo del equipo, o también a Borja Iglesias, bien alejado de su zona de peligro por mérito de la zaga sevillista. Koundé fue un titán atrás e incluso se animó en jugadas de balón parado.

El conjunto bético regresó al feudo de su eterno rival con la intención de tomarse la revancha tras la victoria sevillista en el Benito Villamarín el pasado noviembre. Aunque con un once ofensivo pero poco mordedor, objetivo complicado. Por su parte, el Sevilla quería recuperar su poderío en casa, tras dejar algunas dudas en varios partidos antes del parón. Qué mejor que un derbi sevillano para recuperar sensaciones. Lopetegui lo quería conseguir dejando en el banquillo a Banega, Suso, Nolito…

Las transiciones dinámicas del Sevilla

La jugada le salió bien al técnico local, aunque el duelo arrancó con una presión muy alta del Betis, que quería ahogar la salida desde atrás de su rival. Por momentos lo logró, pero pronto el equipo sevillista empezó a conectar con velocidad, abriendo las bandas y encontrando a sus hombres de referencia. Uno era Ocampos, eléctrico e incansable, que en el minuto 10 ya estrelló un potente chut en la escuadra. Primer aviso de que se encontraba con hambre de gol. Todo lo contrario que se observaba en unos verdiblancos con muchas dificultades para poner en aprietos a Vaclik. Solo fueron capaces de rematar una vez entre los tres palos. Mientras, los locales creaban mucho juego por ambos lados en transiciones veloces y dinámicas.

De muy poco le valió al equipo de Rubi ganarle la posesión al Sevilla, ya que el conjunto bético desplegó un juego plomizo, lento y sin crear demasiados aprietos. Así desde el inicio hasta el final del derbi. Solo cuando la tocaba Fekir parecía que ocurriría algo provechoso y solo cuando el encuentro ya estaba con 2-0 en el electrónico, el Betis se metió más prisa. Pero ni Loren, ni Joaquín ni Lainez pudieron igualar ya la contienda, con un combinado sevillista bien plantado en todo momento.

Un penalti polémico y un virtuoso Ocampos

En el Sánchez-Pizjuán faltaron los aficionados, sí, pero no el derroche de calidad e intensidad y la polémica de un derbi sevillano que dirigía Mateu Lahoz, veterano de mil partidos. En el minuto 54, Bartra saltaba sobre De Jong en la lucha por un balón aéreo y el delantero caía tras el contacto. El brazo del defensor golpeaba al cuello de su rival por detrás, algo que el colegiado veía como infracción clara. La acción no se revisó más, a pesar de las protestas béticas.

Ocampos firmó así su diana, desde los once metros, aunque la delicatessen se la estaba reservando. Porque siete minutos más tarde asistía con un virtuoso taconazo para el gol de Fernando. Jugada de estrategia con esa magistral prolongación en el primer palo y cabezazo del brasileño imparable para el meta verdiblanco. El atacante argentino reventó todas las aspiraciones béticas en apenas diez minutos y el Sevilla se hizo con la victoria.

Después, se refugió un poco hasta el pitido final. Pero sin sufrimiento y sin agobio, viendo cómo un desesperado Betis volvía a sucumbir en el segundo derbi de la temporada. Aunque este había sido bien distinto, silencioso. En este nuevo fútbol de mascarillas, distancias y público ausente, los de Rubi siguen siendo los mismos de antes. En cambio, los de Lopetegui dan otro paso directo hacia la Champions.