Una derrota seductora

Que la victoria (1-0) ante el Deportivo Alavés dejaba salvado al Real Valladolid era una realidad, tanta que, como Sergio González anunciaba en la previa, el Valencia CF no encuentra "su juego". Con todo, el primer duelo de la jornada 35 de LaLiga Santander ofrecía unas credenciales muy concretas que se cumplieron en casi todo su esplendor durante el encuentro disputado en el Estadio de Mestalla.

Un Pucela con poco que perder se marcha de Mestalla con una agradable derrota. Perder ante un pobre Valencia CF, como demostró su juego y propuesta, no es gratificante pero sí lo son los múltiples detalles que ofrece un duelo con el que el Real Valladolid no certifica matemáticamente su salvación pero con el que ratifica que no descenderá bajo ningún concepto.

El error de Ünal

La primera parte, como todo el partido, estuvo muy descafeinada. Sin mucho ritmo ni elevada exigencia, Pucela y Valencia CF firmaron unos primeros 45 minutos en los que fue Enes Ünal el que rompió el equilibrio y el que marcó un cambio de tendencia. Sin grandes altibajos ni posibilidades, el encuentro estaba equilibrado aunque el Real Valladolid parecía tener algo más de peligro por la fuerza con la que corría Waldo Rubio.

El '23', con espacios, generaba cierto peligro en un duelo muy plano y sin grandes ocasiones hasta que un erro de Enes Ünal propició una rápida transición que, con el Pucela abierto, terminó en el tanto de Maxi Gómez. El Valencia CF rompía el marcador y el Pucela lo notaba en los siguientes minutos.

Después de tener el partido controlado, el tanto valencianista cerró las ideas pucelanas y amplió, minimamente, las locales. Sin capacidad de respuesta, el Real Valladolid quedó tocado tras el gol rival. La poca experiencia del grupo y el estado de forma y competitivo de determinados jugadores del once titular hacían mella en la capacidad de respuesta de un equipo que agradeció el descanso.

Brillante reseteo

El asalto vivido tras el tanto del delantero uruguayo favorecía al equipo de Voro y el Pucela necesita resetear, como demostró el buen inicio de la segunda parte. Recopiladas las ideas y estructuradas las respuestas, el Real Valladolid consiguió lo más difícil del encuentro en apenas 120 segundos. El tanto de Víctor García devolvía las tablas al marcador y aumentaba lo atractivo del encuentro.

Recuperado el camino llegaba el momento de que se vieran la "frescura" y la "libertad" que Sergio mencionaba en la previa. El reseteo que necesitaba el equipo había dado resultado y, además, todo se veía multiplicado con la entrada de tres jugadores  sobre la hora de juego. Con Sergi Guardiola, Enes Ünal y Pablo Hervías, el Real Valladolid encontraba cierta exigencia para un encuentro  neutralizado, sí, pero con una sensación muy similar a la de los primeros 30 minutos del encuentro.

En ese ritmo de pocas ocasiones, por falta de ideas es unos y por "esencia" de su modelo de juego, en otros, el partido avanzaba y nada dejaba sensación de que pudiera cambiar. Sólo un detalle o un error, mejo dicho, como en el gol de Maxi Gómez o, incluso, como el que llevó a la victoria pucelana ante el Deportivo Alavés, iba a ser lo que cambiase el marcador.

Merecimiento para más

Con acercamientos locales y alguna ocasión algo más clara de los de Sergio González, que llegaron a perdonar dos o tres opciones muy claras, el duelo dejó un resquicio que el Valencia CF aprovechó. Una jugada casi aislada de Lee Kang In cambió el duelo y llevó al Pucela a una derrota que lleva a tener que esperar para certificar una salvación que se ve ratificada en Mestalla.

Pese a no sumar nada en la visita al Valencia CF, el duelo ofreció una mínima versión fresca, desenfada y con personalidad del Real Valladolid que materializa la sensación de que es imposible que un equipo tan hecho a un idea como el de Sergio pueda perder la categoría con una renta de 10 puntos con la zona de descenso.

Por colchón, por exigencia para los rivales de descenso y por sensación pucelana, Mestalla sirvió para certificar que este Pucela no va a perder de ninguna forma la categoría. Por ello, la derrota seduce, y mucho.