Y Thiago no cogió su fusil

Y Thiago Galhardo no cogió su fusil. El delantero celeste se dejó su arma en Brasil como no hizo Johnny Bonham en Estados Unidos para luchar en la Primera Guerra Mundial. Este joven soldado acabó con su cuerpo destrozado por el sinsentido de los hombres y sus maquiavélicas luchas de poder. Una historia contada en 'Johnny cogió su fusil', película con un claro mensaje antibelicista dirigida por Dalton Trumbo y protagonizada por Timothy Bottoms. Un largometraje estrenado en 1971 y que hoy día, medio siglo después, tiene más vigencia que nunca ante los horrores que vuelven a azotar Europa. 

Ésta vive pendiente de la invasión de Rusia a Ucrania ordenada por Vladimir Putin. La Unión Europea ha apostado por ayudar a un país soberano agredido con material militar, imponiendo fuertes sanciones económicas a Rusia y mostrando su apoyo institucional en una guerra que nadie se esperaba. Las ansias de paz en un continente que ha aprendido a vivir sin guerra resuenan en cada calle y cada plaza de la vieja y a veces agotada Europa.

Azotada durante siglos por sangrientos conflictos que han segado la vida de millones de inocentes víctimas los europeos y ucranianos reviven una pesadilla que, salvo en las trágicas guerras en los Balcanes, parecían olvidadas desde la caída del régimen nazi de Adolf Hitler y sus secuaces asesinos en 1945. Años antes, desde 1914 a 1918, Europa vivió otros años terribles de barro y trincheras donde la carne putrefacta de los cadáveres de los muertos en Somme o Verdún infectaba el aire que respiraban sus compañeros aún vivos.

La película 'Johnny cogió su fusil', basada en el libro de Dalton Trumbo, también director de la misma, demuestra los horrores de esa guerra. Un título que no es casual ya que respondía al claro mensaje belicista de George M. Cohan en su canción 'Over there' (Por ahí) en la que animaba a los jóvenes estadounidenses a alistarse para combatir en Europa con una frase: 'Johnny, toma tu fusil'. De ahí el nombre y el uso verbal en pasado lanzan ese claro mensaje en contra de cualquier guerra. Su protagonista, destrozado por una explosión en el campo de batalla, sobrevive sin extremidades y perdiendo todos los sentidos salvo el del tacto, que le produce unos inimaginables dolores en medio de la recurrente pesadilla de la guerra.

Thiago Galhardo, salvando las gigantescas distancias, también vive atormentado por la pesadilla del gol. De las ocasiones falladas delante del portero rival. El delantero celeste sigue sin estrenarse tras muchos meses en el equipo. Su tiempo en Vigo parece tener un punto y final, el 30 de junio de 2022. Un punto y final que no será recordado por nadie como tampoco pudo ser recordado el final de Johnny Bonham.

Este soldado, tras muchos años mutilado y aislado por completo de la realidad, logró comunicarse con los médicos con espasmos de su cabeza emulando el código morse.  Johnny quería acabar con su miserable vida con un fin, un noble objetivo, ser enterrado en una urna de cristal expuesta públicamente para enseñar a todo el mundo el horror de la guerra, la misma un siglo después que sufren en Ucrania.

Johnny no logró su propósito, no le concedieron ese último sacrificio ni tampoco darle una muerte digna. Se olvidaron de él antes de evitar que una enfermera le desconectase del tubo que le permitía seguir viviendo. Su cuerpo, abandonado en un almacén, quedó para siempre en el olvido. Sus restos quedarían a merced de los estudiosos. Así también quedará Thiago Galhardo, como una mera anécdota en la estadística celeste. Los estudiosos del celtismo recordarán a un delantero que llegó a Vigo para ayudar a Aspas y Mina. Un delantero que, en 626 minutos repartidos en 23 partidos de Liga y Copa, nunca ha cogido su fusil.

Porque no hay nada más atroz para el ser humano que una guerra como tampoco hay nada más atroz que un delantero sin gol aunque el fútbol siga siendo un mero divertimento que sirva, como hoy en día, para desconectar de los horrores de una guerra que solo Putin quiso.