El papel que jugó La Romareda

Según los datos de LaLiga Santander, 23.903 aficionados presenciaron el Real Zaragoza - Lorca FC en La Romareda. Una cifra que genera dudas si echamos un vistazo a los planos del estadio durante el encuentro. Pero lo cierto es que el graderío jugó un papel crucial en una situación del partido adversa. Los maños salieron dormidos tras el descanso, recibieron el gol murciano, y su afición les despertó.

Unos lo llamarán pitos y otros exigencia, pero en un momento dado dicha armonía puede ser fundamental. El equipo de Natxo González comenzó el partido como una apisonadora. Dos goles en 20 minutos, que pudieron ser más, decantaron la balanza muy pronto del lado local. El Lorca, un cádaver sobre el césped, aguantaba las envestidas como podía y, sin presión alguna, con el paso de los minutos se fue desperazando. Justo al contrario, el Zaragoza, con todo hecho, se fió. Y La Romareda le dio un toque de atención.
El paso por vestuarios sentó bien al cuadro de Fabri. O mejor dicho, relajó en demasía las piernas de media blanca. Tanto fue así, que en 10 minutos el Lorca recortaba distancias por medio de Noguera, tras un fallo en cadena de la defensa y el portero local. El envite se ponía 2-1. Un resultado increíble visto lo visto sobre el césped. Incomprensible para el público, quien reprendió a sus jugadores por si las moscas. El equipo lo entendió a la perfección.
Fue poner el balón en juego y el Zaragoza de los primeros 20 minutos de partido volvió a su ser. Metamorfósis express. Los pitidos, no abrumadores, concentraron el principio de acción y reacción. Y tres minutos después del susto, Perone puso tierra de por medio con un cabezazo teledirigido. Especial mención al centro de Eguaras. La grada lo celebró y se sintió orgullosa, la sentencia formaba parte de su empuje. Un triunfo de todos.