Sufrir sin parar hasta tocar el cielo
Victoria de oro para el Zaragoza, que le hace demostrar que está a la altura de los más grandes de la categoría y preparado para la recta final, los play off y lo que el futuro le depare. Lo hizo tras imponerse al Sporting en un partido de película. Y es que como en los buenos filmes, tuvo de todo: emoción, virtuosismo y belleza (en el primer tiempo) y sustos y lágrimas (sobre todo en el segundo). Además, un final muy abierto: durante la segunda parte el rival se volcó tanto en marcar el empate que el guión se tornó en película de terror. Escalofríos, sobresaltos, y 26 tiros de los asturianos.
Los primeros minutos fueron muy imprecisos por parte de ambos equipos. El Sporting trataba de buscar continuamente a Jony en la izquierda, pero Delmás cada vez se mostraba más seguro. El Zaragoza tuvo dos chispazos prometedores en ataque solventados bien por la defensa asturiana, ambos tras conectar Borja Iglesias con Papunashvili.
En el diez llegó el primer estallido zaragozano. Centro de Gaizka Toquero desde la izquierda y Borja Iglesias, muy listo y hábil, se deshizo del central cuerpeando para meter la cabeza y desviar el balón al fondo de las mallas. Parecía que el gol le había sentado bien a un Zaragoza que tocaba y tocaba, eso sí, ante la amenaza inminente de un Sporting que tiene una joya en la banda izquierda: Jony. Sólo cinco minutos después, el extremo zurdo le puso un centro de gol a Nano Mesa que este erró en el área pequeña y a la siguiente jugada recortó en la frontal para tirar con la diestra y poner a prueba un Cristian que atrapó sin problemas. Ahí empezaron los sufrimientos de un Zaragoza avasallado durante unos minutos que se le hicieron muy largos por un Sporting que atacaba por todos los frentes.
El equipo aragonés hizo buena la máxima "lo que no te mata, te hace más fuerte" y se empezó a crecer ante los problemas. La clave era buscar por arriba a Borja Iglesias y Toquero y que estos le bajaran el balón a Papu para que éste pudiera inventar. Por ejemplo cuando en una internada por la derecha pidió un penalti que no pareció. Cada balón que bajaba Borja Iglesias para el georgiano era una bombona de oxígeno para todo el zaragocismo. En una de esas Delmás levantó la cabeza tras un robo a Jony y vio a Borja Iglesias en carrera con la fuerza de una manada de bisontes. El canterano le metió un balón delicioso a la espalda de los defensas para que el gallego gritara el segundo gol y volviera loca a la grada.
Minutos después Cristian Álvarez se unió a la fiesta y desvió a córner un tiro peligroso del Sporting. Conforme se iba acercando el descanso el partido se iba volviendo más y más eléctrico. Eguaras, Zapater y Ros dominaban los voltios como con guantes de goma, y Papu se sentía más veloz que el resto de sus rivales. Incluso Lasure, con un tiro que paró el portero tras una galopada suya, quiso unirse a la fiesta.
Al descanso se llegó con la puerta a cero gracias, también, al enésimo milagro de Cristian bajó palos: una mano salvadora a un tiro de falta de Carmona que se colaba dentro.
Un intermedio del que el Zaragoza salió algo frío. El Sporting, equipo muy fino con la inteligencia de un zorro, quiso aprovecharlo y llegó con mucho peligro a la puerta de Cristian durante los primeros minutos de la segunda parte. En una de estas, Rubén marcó un gol de calidad tras una serie de rechaces en el área zaragocista y un tiro defectuoso de su compañero Bergantiños. Los asturianos se vinieron muy arriba y empezaron a tocar ante un Zaragoza muy desbordado. Cada vez que Rubén García, Carmona o Jony acariciaban el cuero con la bota La Romareda temblaba. "Tiempo muerto", se suplicó en la grada durante esos minutos.
Al igual que pasó contra el Almería, en el minuto 58 se marchó un fatigado Papu para dar paso a un Febas que tenía que aguantar el balón como fuera: el Zaragoza lo pedía a gritos y el Sporting amenazaba con profanar al santo Cristian. Natxo agitó el banquillo y en 62 ya agotó los cambios dando entrada a Guti y Pombo por los trabajadores Ros y Toquero. El Zaragoza seguía sufriendo y el Sporting lo seguía rematando todo, totalmente volcado en ataque. Por lo menos Pombo y Guti le dieron algo de frescura: los dos canteranos zaragozanos entraron al campo muy motivados.
Mientras, continuaba el suplicio zaragocista, la penitencia, las llegadas del Sporting volcado en ataque con Jony, Carmona, Calavera, Santos, todos en tromba a por el santo y virtuoso Cristian. Los jugadores blanquillos, acurrucados y asustados, eran incapaces de salir de atrás. 26 tiros del rival, más de una veintena de córners... una locura. Ni rastro de el Zaragoza valiente de la primera parte. Un sacrificio, una lluvia de golpes, que milagrosamente no acabó con el empate. Sólo un disparo de Pombo que dejó temblando el larguero rompió esa dinámica.
Al final, la victoria. El último estallido. La locura. Tal vez el Zaragoza haya empezado a acumular suficientes indulgencias para ir al Cielo.