El "Cachibol" une a judías, musulmanas y cristianas en Israel

Tel Aviv, 19 jun .- Mamanet, una liga de Cachibol (variante peculiar del voleibol) se ha convertido en la competición deportiva más popular del país y un punto de coexistencia para madres y mujeres de toda condición: judías, musulmanas, cristianas, religiosas, laicas, ejecutivas, presas, que comparten sudor y amistad

"Los hombres siempre han tenido sus ratos de ir a hacer deporte, estar con los amigos, es algo normal, y de pronto esta organización me dio eso que era tan evidente para ellos y no tanto para nosotras: un tiempo para mÍ, para ejercitarme y estar con las amigas", cuenta a Efe Galit Avshalom, jugadora y gerente de Mamanet.

Según explica su fundadora, Ofra Abramovich, "la organización está basada en las madres de los niños de los colegios estatales, los equipos juegan en los centros y, cuando las madres forman parte de un equipo, sus prioridades cambian, tienen que entrenar y jugar, y, por tanto, también cambian las cosas en la familia".

En los partidos de Mamanet, cuyo principal público son los hijos, existen las tarjetas rojas, amarillas y ellas han añadido las verdes -de felicitación por juego limpio-, que reciben jugadoras y público por igual. Por este invento la Asociación Europea del Juego Limpio les otorgó un premio el año pasado.

Ofra comenzó a jugar hace 13 años: "Me sentí tan bien con el deporte y con el ejemplo que le daba a mis hijas, que quise que otras supieran que existía algo así", recuerda. Creó Mamanet en 2005 y ahora son 16.000 madres jugadoras en Israel y la organización se ha expandido a otros 16 países.

Hay equipos en todos los lugares de Israel donde hay madres, o sea, en todo el país: en urbes como Tel Aviv, Jerusalén, también en su parte oriental, Haifa, en la ciudad más al sur, Eilat, en localidades del norte en Galilea, pero también en lugares mucho más pequeños, como barrios judíos ortodoxos y pueblos árabe-israelíes y beduinos como Hura, Tamra o Sujur.

Al ser un deporte modesto y que se puede practicar dentro de una cancha cerrada, "funciona bien con las jugadoras religiosas que no quieren presencia masculina adulta, entrenan por la noche cuando los niños ya duermen", indica Meital, una abogada de 42 años, ortodoxa y madre de cinco hijos.

Nivín, de la ciudad mixta de Lod, es una maestra árabe israelí: "empecé entrenando, de pronto me vi jugando en la liga, luego en el torneo regional, sin darme cuenta estaba en un avión hacia Lituania para un partido donde conocí a un montón de chicas con pañuelo en la cabeza que venían del norte, ¡musulmanas, de mi comunidad!, aunque religiosas, y yo no tenía ni idea de que participaban en Mamanet", relata con emoción.

En poco tiempo Nivín se formó como entrenadora y lleva al equipo Bet Hanina, de Jerusalén Este: "Mis chicas juegan en lugares a los que antes no iban, a Jerusalén Oeste por ejemplo, con chicas judías, y sólo les separa una red con agujeros, no un muro, y se lo pasan genial".

El año que viene, Nivin entrenará el equipo de Rambám (formado por mujeres religiosas judías), porque así se lo pidieron las propias jugadoras.

De manera orgánica la organización ha ido llegando a diferentes lugares donde hay madres, como la cárcel de Nivé Tirtsá, en la que no había ningún espacio para hacer deporte.

"Las cárceles de hombres tienen gimnasio, cancha deportiva, se entiende que es necesario el deporte. En esta no había nada", relata Miriam Herman, jugadora, pediatra y miembro de la directiva de Mamanet.

"Entonces creamos un espacio, pusimos una red, llevamos camisetas y pelotas, y bajo el escepticismo de las carceleras por las frecuentes disputas entre las presas, éstas rápidamente formaron equipos y juegan en las ligas", detalla Miriam.

La organización tiene además una academia en la que las presas reciben cursos deportivos que les permite salir de la cárcel con una profesión, y anuncian que "habrá Mamanet en cárceles femeninas en México también".

"A mi lo que más me da Mamanet es que, después de una larga vida sin logros deportivos, ahora soy realmente buena en esto, aunque suene inmodesto. Mis hijos creen que soy la bomba, las colegas del equipo también y me siento muy orgullosa de mi misma", dice Ora, una traductora y madre de tres hijos de Tel Aviv.