Julián Alvarez y la gran pregunta

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"¿Será por fin Julián Alvarez el crack del Atleti llamado a quedarse para siempre y marcar una época en la historia del club?"
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Antoine Griezmann confunde con Ibai Llanos y Julián Álvarez a un ex de LALIGA con un jugador del Rayo Vallecano
Nací unos años más tarde de lo que me habría gustado. No pude ver aquel Atleti maravilloso de los setenta y mi primer recuerdo, muy borroso, de un ídolo rojiblanco, se remonta a Hugo Sánchez. Quebrado y sin un duro, el Atleti le tuvo que malvender al Pumas, equipo puente necesario para que llegase al Madrid, para que Don Vicente Calderón pudiera pagar las nóminas y después, fichar al ‘Polilla’ Da Silva. Hugo duró dos telediarios en el Atleti.
Mi siguiente recuerdo de ‘crack’ total fue Paulo Futre. Era el mejor e Europa cuando llegó. El mejor, a pesar de que le robaran un Balón de Oro que le pertenecía por el politiqueo de siempre. El huracán Gil se lo arrebató al Inter de las manos, pero al jeque de Burgo de Osma le sobraron caprichos en forma de Porche amarillo y le faltó paciencia -consultaba el futuro de entrenadores con su caballo Imperioso-, así que la estrella fulgurante del portugués se apagó cuando debió haber marcado una época.
"Al jeque de Burgo de Osma le sobraron caprichos en forma de Porche amarillo y le faltó paciencia con Futre".
Más tarde recuerdo a Alemao. Era uno de los mejores mediocampistas del mundo, pero acabó saliendo porque fue un fichaje de Vicente Calderón y porque el brasileño, petición expresa de Maradona para su Nápoles, se enteró de que Gil no quería pagarle lo mismo que ganaba Futre.
Caminero fue el mejor de España un par de temporadas y Kiko estuvo entre los tres mejores de Europa un par de años. Al primero, sobrado de clase y presencia, le faltaron cabeza y fortuna. Al segundo, genio en el arte de jugar de espaldas, le faltó suerte y le lastró un tobillo que, como a Gárate con el maldito hongo, nos privaron de su magia.
Qué decir de Vieri, aquel italiano al que se le ponía la ‘gamba dura’ y reventaba porterías. Pudo haber sido la bandera del Atleti, pero entre la noche madrileña y su amor a las pesetas, duró en Madrid menos que un caramelo en la puerta de un colegio.
Otro que pudo ser y no fue, Juninho. Reventado por una entrada criminal de Míchel Salgado, el brasileño tenía todo para haber sido uno de los elegidos, pero después de aquella patada, jamás volvió a ser el mismo. Hasselbaink, el Jimmy que en realidad se llamaba Jerrel, dejó una estela de goles y libras esterlinas, las que el Atleti cobró por su venta cuando el equipo bajó a Segunda.
Fernando Torres, que con 18 años tuvo que cargar sobre su espalda el peso de un gigante dormido como el Atleti, tuvo que irse porque el club se le quedaba pequeño. Kun Agüero, llamado a ser príncipe en el reinado de Messi, derrochó goles y cumbia con la rojiblanca, hasta que se le cruzó el cable del Madrid y gracias a Gil Marín, terminó pasando casi diez años viendo llover cada día en Manchester.
"Al Kun Agüero se le cruzó el cable del Madrid y terminó pasando casi diez años viendo llover cada día en Manchester".
Forlán, que reventaba porterías con la izquierda igual que con la derecha, el héroe eterno de Hamburgo - quizá el pistoletazo de inicio del Atleti actual-, acabó saliendo por la puerta de atrás. Radamel Falcao, que vino alquilado y acabó traspasado, fue el paradigma de todo lo que jamás debe vivir un jugador de fútbol: irse del lugar del que jamás quiso irse, sin ser capaz de articular palabra, sin parar de llorar. Antoine Griezmann, el jugador más completo que uno haya visto con la rojiblanca, un tipo al que le robaron el Balón de Oro, decidió irse en su día, para ser uno más en Barcelona, sin valorar que habría sido leyenda en el olimpo del cariño atlético.
Así, uno tras otro, quien esto escribe ha visto desfilar por el Atleti a grandes jugadores que, durante todos estos años, estaban llamados a marcar una época y jamás llegaron a cumplir ese destino.
Hoy el nombre propio es Julián Alvarez. Tiene clase, regate, remate, jerarquía, trabajo y humildad. Fichó por el Atleti para hacer al club más grande, pero su caso es completamente diferente al de sus predecesores. Julián decidió venir al Atleti procedente del que entonces era el mejor equipo del mundo, habiendo ganado todos los trofeos que cualquier jugador sueña con ganar. Es decir, que Julián no vino al Atleti por gloria, ni por dinero, ni por títulos. Vino para encontrar su sitio, su espacio, su propio lugar en el mundo. Ya lo tiene.
"Julián no vino al Atleti por gloria, ni por dinero, ni por títulos. Vino para encontrar su sitio, su propio lugar en el mundo".
Encaja en el Atleti como un guante y ahora es el Atleti el que tiene que cuidarle. El argentino es feliz en Madrid, va a ser papá, tiene una magnífica relación con Simeone, ha caído de pie en el vestuario y la afición del Atleti se enamoró de Julián a primera vista. El chico tiene contrato con el Atleti hasta 2030 y también tiene a los clubes más ricos del mundo haciendo cola para intentar su fichaje este verano.
Hace meses el Atleti y el entorno de Julián se sentaron con la intención de sentar las bases de una renovación-ampliación del contrato de Julián. Simeone ya ha avisado públicamente varias veces: “A Julián tenemos que cuidarlo”. En eso anda el Atleti. Por cierto, esa negociación abierta todavía no ha cristalizado y cabe pensar que ya está entre las prioridades en la agenda de Mateu Alemany. No se me ocurre ningún tipo más capacitado para conseguir ‘cuidar’ de Julián.
En el horizonte, la gran pregunta: ¿Será por fin Julián Alvarez el crack del Atleti llamado a quedarse para siempre y marcar una época en la historia del club? La respuesta tiene dos letras, pero la palabra es una sola.
