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Apocalípticos e integrados en este Athletic de Valverde
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Apocalípticos e integrados en este Athletic de Valverde

Gesto de Alex Rego a la grada en San Mamés ante el Mallorca (Foto: Athletic Club).
Gesto de Alex Rego a la grada en San Mamés ante el Mallorca (Foto: Athletic Club).
Iñigo García Ureta

Hace más de medio siglo se fraguó lo que hoy se conoce como la cultura de masas. Hasta entonces, la alta cultura era una cosa y la baja cultura otra muy distinta. No se mezclaban. Pero llegaron los sesenta y ahora Bizet convivía con los Beatles, igual que hoy Shakespeare convive con Juan del Val. En todo caso, eran tiempos revueltos y para poner un poco de orden el italiano Umberto Eco sacó una obra, que tituló 'Apocalípticos e integrados'. Y a todos les daba betún.

Así, Eco veía a los primeros (los "apocalípticos" que clamaban que todo lo antiguo era mejor por ser antiguo) como casposos defensores de un viejo orden, emperrados en criticar el mundo de hoy; sin embargo, también creía que, al meter todo en el mismo saco y no saber reconocer la diferencia entre Bach y la bachata, los segundos (los "integrados") tampoco ayudaban a leer la realidad con mesura.

Control de balón de Ernesto Valverde en la Champions League (Foto: Athletic Club).
Control de balón de Ernesto Valverde en la Champions League (Foto: Athletic Club).

Ver jugar al Athletic Club me ha traído esto a la cabeza...

Porque, al igual que en su día la cultura de masas cogió a todo el mundo a contrapié, la trayectoria del equipo de Ernesto Valverde parece habernos dejado con la sensación de que ha pasado algo que nunca vimos venir, a pesar de estar a la vista de todos.

Jugamos las mismas competiciones que sabíamos que íbamos a jugar, pero de otro modo. Es como si recorriéramos el mismo camino de siempre en el mismo coche, pero ahora es noche cerrada. Y algunos nos lo tomamos con aprensión y otros como algo natural o y pasajero.

El caso es que hoy, como ayer y anteayer, el chat de amigos está que arde. No es la primera vez que sucede. Pero en esta ocasión los ánimos andan crispados.

Unos comentamos que Ernesto Valverde parece mucho más tenso (y desnortado) que de costumbre; otros rebatimos dicha sensación y clamamos que qué se puede hacer con tanta baja, y afirmamos que no es justo culpar al míster del aluvión de malos sucesos.

Beso del lateral Yuri Berchiche a la grada de San Mamés en un calentamiento (Foto: Athletic Club).
Beso del lateral Yuri Berchiche a la grada de San Mamés en un calentamiento (Foto: Athletic Club).

Ahí otros aducimos que no generamos peligro y que lo de las lesiones ya no puede considerarse una casualidad y que deben buscarse responsabilidades y soluciones. Y entonces otros decimos que el Athletic no juega tan mal, que en estas circunstancias lo que hay que generar es un ambiente que empuje al equipo a ganar partidos. (Lo explico siempre en primera persona del plural porque en el fondo todos estamos casados con el equipo en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe.)

Esto no quita para que se puedan hacer algunas aclaraciones. Así, los miles de aficionados que supieron ganarse el corazón de los vecinos de Newcastle han hecho lo indecible por "generar un ambiente que empuje al equipo a ganar partidos", pero ya que hablamos de la Gran Bretaña traigamos a cuento una expresión muy inglesa: wishful thinking [literalmente "pensar con la fantasía"] que puede traducirse como confundir la esperanza con la experiencia.

Alex Rego la pelea ante el Newcastle en la Champions League (Foto: Athletic Club).
Alex Rego la pelea ante el Newcastle en la Champions League (Foto: Athletic Club).

Es decir, que tan legítimo como generar buen ambiente es considerar que en nada ayuda al equipo fingir que las cosas van mejor de lo que van, o que las bajas se deben sólo a la mala suerte. ¿A cuántos tenemos sin poder jugar? ¿Acaso no es posible sugerir que cuando tu banquillo tiene más agujeros que un queso gruyere el asunto no parece una mera coincidencia?

En cuanto a si es lícito o no criticar al míster, tal vez proceda dejar caer que muchas veces confundimos entre el individuo y su cargo. Entre la persona y su desempeño. Entre el hombre y su responsabilidad.

No hay un solo athleticzale que no recuerde que el Txingurri es el único que en cuarenta años nos ha hecho sacar la gabarra. No hay uno solo que no sienta una simpatía enorme por la persona de Ernesto Valverde. Tampoco hay uno solo, creo yo, que, al criticar su actuación, dirija sus dardos a la PERSONA de Ernesto Valverde.

Sólo que da la casualidad que la PERSONA Ernesto Valverde ha aceptado el CARGO (y el sueldo) de entrenador del Athletic Club, desempeño que tiene lugar en un entorno competitivo, crispado y variable como ningún otro.

Un pensativo Ernesto Valverde analiza el partido ante el Real Oviedo en San Mamés (Foto: Athletic Club).
Un pensativo Ernesto Valverde analiza el partido ante el Real Oviedo en San Mamés (Foto: Athletic Club).

Él ha elegido dedicarse a esto. Si no le gustara, de seguro se habría hecho comentarista deportivo, o jardinero. Se le paga mucho dinero para que gestione un equipo de gente que debe hacer gala de unas condiciones físicas muy poco frecuentes entre la población general (del mismo modo que un pianista de élite puede usar los dedos mejor que tú y que yo).

En este sentido, ¿acaso no procede sugerir que las cosas no van como lo esperado, o que las bajas del equipo también SON su responsabilidad, en tanto que es responsable del equipo?

Además, quien teme criticar a Ernesto Valverde lo subestima. A él y a su profesionalidad.

Lleva muchos años siendo el tipo más elegante y templado de La Liga. Estoy convencido de que, tras haber pasado por el banquillo del FC Barcelona, sabe que puede tener muchas cosas, salvo la palabra "justo" en su vocabulario. Está al corriente de esa verdad que dice que la justicia pisa el fútbol menos que un ateo la iglesia.

Ernesto Valverde explica a Selton lo que le pide en su debut en Newcastle (Foto: Athletic Club).
Ernesto Valverde explica a Selton lo que le pide en su debut en Newcastle (Foto: Athletic Club).

Una cosa más. Ser entrenador es también algo inocuo en el gran orden de cosas: nada que ver con las decisiones que deben tomar el presidente de una potencia atómica, el neurocirujano que opera a un recién nacido o un bombero en un incendio.

Si Txingurri la caga, nos duele, pero no se acaba el mundo. Y todos lo sabemos. Basta con ver el telediario para admitir que aquí los apocalipsis son tormentas en tazas de té.

Lo dicho, a discutir sin reparos, como si fuéramos todos entrenadores. Siempre casados con el equipo en la salud y en la enfermedad. Y hasta que la muerte nos separe.

. Por Iñigo García Ureta, Gestor de Contenidos

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  1. Fernando Mojas Cobelo

    Gran comentario. GORA ATHLETIC BETI

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