Xabier Azkargorta era un prócer
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El fallecido Xabier Azkargorta era entrenador, médico, sabio y buena persona
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Italia, condenada a su tercera repesca consecutiva tras perderse los dos últimos mundiales
Así empezaba el mensaje que me mandó el viernes desde Uruguay mi gran amigo Enrique Gallicchio. Y así me enteré de la muerte de Azkargorta. En los primeros años de la década pasada, tuvimos la suerte de conocer bien al ‘Bigotón’ en Bolivia. Miré prócer en los diccionarios.
Y efectivamente, Xabier Azkargorta era un prócer. Lo que viene a ser un puto jefe. Enrique Gallicchio era responsable técnico en Naciones Unidas, y me abrió unos años de trabajo por América Latina que, a toro pasado, sólo puedes verlo como una experiencia impagable en tu vida.
Pero la llegada a Bolivia en 2012 no fue sencilla...
Cuando llegas a La Paz las preguntas son dos en una. Qué hago aquí y cómo he podido acabar en este lugar. Según lo vas conociendo te das cuenta de que es un país único, que tiene de todo, y casi todo por descubrir. Pero yo estaba todavía en la fase “qué hago aquí”, asimilando unas condiciones bastante inhóspitas por altitud, cuestas, contaminación y también por diferencias culturales.
De un aplastamiento de la cultura indígena se había pasado a su empoderamiento extremo, y resultaba complicadísimo hablar con nadie sin caer en incorrectismos comprometedores. Conectado a mi mate de coca y a mi bombona de oxígeno, sobrevivía aquellas primeras fechas como alma en pena.
Y en eso, transitando sin rumbo vital por mi hotel, el Europa, un mastodonte arquitectónico en medio de toda la vorágine urbana de La Paz, me di de bruces con Xabier Azkargorta.
Allí concentraba a la selección boliviana, a la que acababa de volver años después de su éxito apoteósico de los 90, que le convirtió en héroe nacional. Fue como un salvavidas. Charlamos un rato sobre las cosas, el fútbol, Euskadi, el mundo,… Y sobre Bolivia.
Estaban en alguna fase de clasificación, y coincidimos más veces en el Europa. Luego ya conectamos y charlamos más. Xabier era de los que escucha y observa primero. Y luego va hablando.
Y de verdad Xabier Azkargorta era un prócer. Y un sabio.
El país estaba en ebullición con Evo Morales. Imagino que aquel gobierno se robaría también lo suyo, pero se creó durante sus mandatos una clase media, y a lo largo del mismo, tres millones de personas salieron de la pobreza extrema. Y eso en un país de once millones, con recursos propios que servirían, con una buena gestión, para que todos vivieran con desahogo.
Había esos años en Bolivia una polarización extrema, izquierda, derecha, indígenas, etnias, huelgas salvajes, zonas del país que se querían separar, odios crecientes. Y había una persona a la que todos esos grupos -y muchos más- respetaban y valoraban, mucho más allá del fútbol.
En aquel país confrontado, Xabier tenía abiertas todas las puertas. Incluso rechazó ser ministro de deporte. Pero esas puertas abiertas las utilizaba para apoyar buenas causas.
Luego salió de la selección, a la que había clasificado para el Mundial en los 90. Sólo él lo consiguió. Y se volvió a Santa Cruz de la Sierra, la Bolivia menos andina, ya cerquita de Brasil.
Hacia el 2015, me lo volví a encontrar en La Paz, desayunando en el hotel Camino Real, allá por Calacoto, donde me había mudado porque es la zona de menos altura de La Paz.
Me contó que no sabía si traerse a su familia a la altura, y que mientras tanto se alojaba en el hotel. Me dijo que el efecto altura era tan bestia, que en su época de selección llegó a llamar sólo a jugadores de equipos que jugaban en altura. Le había contratado Bolívar, un grande del país con pocas aspiraciones en América. Hasta que llegó Azkargorta...
Yo iba mucho al Estadio Hernando Siles, a ver cómo Bolívar ganaba a rivales exhaustos por los casi 4.000 metros de altitud. Pero a domicilio nos breaban sin compasión. No daba un peso boliviano por un Xabier que empezaba a ser talludito.
Pero lo volvió a conseguir. La petó en la Libertadores. Llegó a semifinales, bordó el fútbol, y si no ganó el torneo fue por un cambio burocrático de fechas que postergó varios meses el desenlace y le trastocó la preparación.
Durante su carrera le llamaron a entrenar de todo el mundo. Y casi hasta el final de sus días. Florentino Pérez le persiguió para que tuviera una posición estructural en la Casa blanca. Lo consiguió a ratitos, porque ‘El Bigotón’ prefería vivir junto al banquillo, en el pasto, compitiendo con el grupo.
No entiendo mucho de las técnicas del fútbol. Imagino que sería muy bueno. Pero yo pude ver que en la vida era un crack, observador, despierto, abierto a compartir. De las personas que dejan huella por donde pasan y también cuando se van.
A mí me abrió los ojos y me hizo disfrutar mucho de aquellos años en Bolivia. Y me mata pensar que no me lo encontraré de repente en un hotel del mundo, haciéndote ver lo bueno de las cosas.
.- Por Gonzalo Arroita Berenguer, Letrado y Urbanista