Y Tánger fue como jugar en Barcelona
Tenía razón el Sevilla en su reticencia a jugar la final de la Supercopa en Tánger, porque el estadio de Ibn Batuta de la ciudad del Estrecho parecía como si estuviera en la periferia de la ciudad condal, con un público mayoritariamente entregado al Barça.
Los culés de Tánger y los llegados de todo Marruecos no lograron llenar los 45.000 asientos del estadio (hubo varios miles de asientos vacíos en la las dos esquinas), pero no dejaron de animar a su equipo y de abuchear sin remisión cada jugada del Sevilla.
El héroe en el terreno de juego no fue Leo Messi, pero el publico no paró de corear el nombre del argentino una y otra vez (también el de Dembelé), y eso que habían esperado en vano verlo en el aeropuerto o en el hotel en busca de un autógrafo o un selfi que nunca llegó.
Y es que el Barça no solo rechazó pasar una sola noche en Tánger, sino que además las horas de su estancia las pasó recluido en un hotel de lujo, con una planta entera requisada para ellos en la que un cocinero llegado de Barcelona les sirvió su almuerzo para desazón de los aficionados que los esperaban en el lobby del hotel.
El Sevilla sí trató de hacerse ver en las calles de Tánger, pues su presidente Pepe Castro fue al centro de la ciudad a inaugurar la sede de la única peña sevillista del mundo árabe, pero a la hora de la verdad los aficionados sevillistas cabían en un pequeño hueco del fondo norte.
La noche, como el día, fueron extremadamente húmedos, lo que hizo las delicias de las muchas hormigas voladoras; tal vez por eso el ánimo no estaba en su punto más alto, y faltó al partido un punto de pasión que no se manifestó ni en los minutos en los que el VAR tardó en dar su veredicto para el primer y el segundo gol.
Se rumoreaba en Tánger que el príncipe heredero, Mulay Hasán, el primogénito de Mohamed VI asistiría al encuentro, pero no se cumplió, a pesar de que dicen que tiene su corazón barcelonista.
Al palco VIP acudieron los presidentes de las federaciones de fútbol de España y Marruecos, como es natural, pero -pequeño detalle- también el portugués, un guiño que algunos leyeron como que el proyecto tripartito para organizar el Mundial de 2030 ya está encarrilado.
En ese palco VIP no faltaron personalidades: hubo al menos cuatro ministros (los de Deportes y los de Interior de ambos países), algunos cantantes (el rapero francés Maitre Gims) y el político español Mohamed Chaib, connotado culé y tangerino de nacimiento, que ha hecho historia al ser el primer musulmán en el Congreso de Diputados.
Había tanta sensibilidad política en aquel palco que las autoridades marroquíes prohibieron un "tifo" que los barcelonistas de Tánger habían preparado durante semanas y que mostraba en mapa de Marruecos con el territorio del Sáhara Occidental: la razón que las autoridades dieron era que no querían que se mezclase política y deporte.
Con todo, la presencia policial fue apabullante, como suele suceder con todos los grandes eventos en Marruecos, y nadie en el público se salió del renglón, contrariamente a los partidos del fútbol local, donde las bengalas, los tifos y el vandalismo son moneda corriente.
Nadie, ni en España ni en Marruecos, ha querido explicar oficialmente cuánto ha pagado Marruecos por esta operación de imagen, pero las cosas salieron razonablemente bien. Faltó solo un poquito de sal, pimienta o comino.