Villalibre no asiste, pero se suelta en el Villamarín
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El partido de Benito Villamarín se antojaba como un nuevo escaparate para el joven delantero Asier Villalibre, que saltó en el minuto 69 por Aduriz, renqueante entre semana por su rodilla izquierda y desaparecido ante el Betis, para mostrarse en ese puñado de minutos como un ariete vertical y peligroso con espacios, pese a que Donk fue su sombra nada más asomarse al verde.
Villalibre, de 19 años y 7 goles con el Bilbao Athletic, no participó en la victoria del filial ante el Rayo Majadahonda para viajar a Sevilla junto a Sabin Merino, con molestias de pubalgia que le mandaron a la grada y el propio Aduriz, que fue quien saltó de 9 ante el Betis. Sus dos asistencias ante el Eibar (a Muniain) y en Viena (a Saborit) ante el Rapid le ponían de nuevo en el disparadero.
En ese minuto 69, con el marcador en contra de obra (0-1) y un Athletic atascado y falto de inspiración, Valverde dialogó con Villalibre en la banda. Le quería en el rectángulo de juego, que soltara su potencial, lo que corrobora que confía en sus prestaciones, que esto no es una broma, que no son minutos de la basura, si no que se la juega con el chaval, pese a que no comulga demasiado con experimentos ni combinaciones entre el filial y el primer equipo, salvo fuerza mayor. Villalibre no es un parche, más bien un recurso para luchar por el puesto de ariete.
Villalibre no defraudó, se fajó y peleó con su habitual potencia. No rehuye el choque y maneja las dos piernas. En el 82 Muniain le metió un balón entre líneas, por el pasillo central de los centrales del Betis, que casi caza. Un minuto después se perfila hasta las entrañas del área con el pegajoso Donk que termina por derribarle, aunque sin consecuencias. En el 85, ya cambiado el dibujo y formando en un 4-4-2 con Williams arriba, casi llega a un balón franco para engatillar a un Antonio Adán que no tuvo demasiado trabajo en la noche sevillana. El Celta es su próxima estación. Villalibre intenta convencer a Valverde.