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Rafa Freire, eclipse de luz
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Rafa Freire, eclipse de luz

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No era una noche cualquiera. Aquel 27 de agosto de 2007 Brasil entera, así como toda Sudamérica, vivía pendiente del cielo. Tocaba eclipse lunar. La Luna, la Tierra y el Sol se alineaban oscureciendo a la primera, durante la fase de luna llena. En esa noche de majestuosa penumbra, una "Luz" surcó el cielo.

 
Freire se atrevía a desafiar ese fugaz pacto celestial. Más cerca de la luna que nadie, acariciando el fenómeno desde la ventanilla de su avión, Rafa no miraba el eclipse, sino el horizonte. Con 15 años y 6 meses, ese vuelo no le llevaba a otro país, le llevaba a otra vida. Rumbo España, destino Málaga. ¿La meta? El Unicaja. Su avión está a punto de aterrizar.
 
El niño que creció pegado a un balón
Frenéticos pasos los de aquel niño brasileño con prisa por hacerse mayor. Nacido en Sao Paulo, Rafael creció entre biberones y balones de baloncesto, los de una familia en las que este deporte era profesión, religión y forma de vida. Desde su padre, técnico, a sus hermanas, jugadoras de élite, el más pequeño de la casa se enamoró de la pelota naranja y creció entre botes y tiros en el jardín de infancia de Araçatuba.
Con 9 años, pasó al Birigui ARB, etapa de transición antes de unirse al Jundiaiense, donde verdaderamente dejó fluir su talento. "Es un chico especial". Cualquiera que le veía jugar sabía que no estaba sólo ante un superdotado físico, capaz de brillar incluso frente a oponentes mucho más mayores o altos que él. Rafa saltaba hasta el infinito, ponía todo su corazón en la pista, sumaba números sin inmutarse y ganaba los partidos con su mera presencia.
Colmado de premios y galardones individuales en las diferentes categorías por las que iba arrasando, su fama cruzó el charco y el propio Barcelona le hizo una prueba, con sólo 12 años de edad. Su familia, entonces, pensó que era demasiado pequeño como para cambiar de país y Rafael, el 'armador de ouro', prolongó su idilio con Jundiaiense un par de temporadas más.
Ya con 14 años, su carta de presentación más salvaje la escribió él mismo en el Sudamericano Cadete de 2006. El más joven en recibir la llamada de Brasil, convirtiéndose así en el quinto miembro de su familia en lograrlo, era a su vez el más descarado de todos. Con hasta dos años menos que sus rivales, Freire salía a la cancha con hambre y dispuesto a arrollar a todo aquel que se interpusiera en su camino hacia el oro. Sólo fueron 6 puntos de media, pero las sensaciones y el éxito de su equipo, que ganó el campeonato a la Argentina de Juan Fernández, le ponían definitivamente en el escaparate internacional.
Entre todos sus pretendientes, fue el Estudiantes el que consiguió convencerle para volver a probar en España. Quedaban once días para abrazar los 15, pero a Rafa no se le ocurría un regalo de cumpleaños más ilusionante que esa prueba de dos semanas en Madrid, previa firma del contrato. "El baloncesto europeo es muy diferente pero es uno de mis sueños, un desafío... y estoy preparado".
Empero, por segunda vez la opción española se truncó y el base volvió a su país con ganas de seguir forjando su juego para acabar dando el salto definitivo en un momento de mayor madurez en su vida. No tardaría en surgir esa oportunidad. Paco Aurioles, hoy técnico del Clínicas Rincón, le vio en un campus en Brasil y quedó encandilado con su juego y el Unicaja se adelantó al Real Madrid, ofreciéndole cumplir su sueño. “¿Quieres jugar en ACB? Vente a España ahora”.
Su compatriota y amigo Gus -Augusto Lima en la pista-, le convenció, vía Messenger, desde el mismísimo corazón de la Costa del Sol para coger el avión. “Si tuviéramos mismo color y pelo, diría que somos hermanos”, dice de él Freire. A la tercera, iría la vencida. El de Sao Paulo tomó ese vuelo en aquella noche de eclipse sumido en un mar de dudas, que se evaporaron, no podía ser menos en un caluroso día de agosto, nada más poner un pie en Málaga. Había mar, playa, un clima que le recordaba al de su tierra y todos se volcaron para hacer más fácil su aclimatación. "Es la ciudad perfecta", se diría a sí mismo tras dos semanas de prueba. Por fin, había encontrado su destino. Comenzaba lo más difícil.
Un hombre entre niños
"No he visto nada igual". Los elogios que había recibido Rafa Freire en Brasil se multiplicaban al otro lado del Atlántico. El Unicaja sabía que era un diamante, pero no de tantos quilates. En cada entrenamiento y en cada partido, el base dejaba atónitos a los presentes con una condición física más propia del mundo de los adultos. No se había visto nada igual en Málaga ni ningún precedente se asemejaba al brasileño en las categorías inferiores del club.
Convocado pronto por la selección andaluza, maravilló en el Campeonato de España Cadete. Lo primero que llamaba la atención de su juego era su constante intensidad, siendo realmente temible en defensa, por la gran cantidad de fallos que provocaba en sus rivales, incapaces siquiera de subir el balón con su asfixiante presión. Sin ser un excelso director, sumaba con facilidad asistencias, amenazaba a media distancia con un tiro muy fiable e incluso desde fuera con unos porcentajes correctos, además de imprimirle alma y espíritu a su equipo.
Aunque, por encima de todo, lo que hacía especial a Freire era su fuerza y su salto, infinito. Parecía un hombre en un mundo de niños, tanto que incluso se llegó a especular con su edad. Aún hoy corre esa teoría, debido a su exagerado desarrollo en comparación con jugadores con los mismos años que él, aunque el Unicaja no pone en dudas sus papeles, sus pruebas óseas y la fiabilidad de cada una de sus etapas vividas en su cronología previa a llegar al club.
Freire saltaba como los ángeles y nadie sabía cómo pararle. Sumaba rebotes como el mayor de los pívots y se colgaba a la menor oportunidad que tenía. A sus 15 años y desde su 1,85 de altura, no se limitaba a rozar el aro con sus yemas, sino que se fundía con la canasta de mil formas posibles. Molinillos, mates tomahawk, alley oops... y hasta machacaba por encima de los pívots rivales, como en aquella ocasión en la que lo hizo contra la Selección de Castilla y León que quedó grabada a fuego en la retina de los asistentes al campeonato en Cáceres.
Ya no era ninguna anécdota, ni otro chico más con garra, casta y buen físico como argumentos, sino una potencial estrella, un jugador al que ya se empezaba a comparar con Ricky Rubio por su precocidad -aunque sus características de juego son muy diferentes- y cuyo nombre empezaba a sonar con fuerza en los medios especializados. Aroma a draft con acné.
Aún se cargaba rápidamente de faltas innecesarias, sufría con los pasos de salida y estaba algo verde, pero su explosión le llevó directamente al equipo EBA de Manolo Trujillo, en el que se convirtió antes de los 16 en uno de sus referentes. Su progresión le abría la puerta del propio Clínicas en LEB-2, aunque el portazo al cerrarse la opción sonó mucho más fuerte. Su pasaporte frenaría su progresión
Esperando el transfer…
Rafa Freire disfrutó desde el banquillo, animando como uno más de los aficionados malacitanos, el campeonato de España junior que conquistó el Unicaja en 2008. El dichoso transfer no llegaba y él no podía jugar. Entre tanto, alternaba con el equipo EBA, con los juniors y con el Circuito Sub20. Escaso bagaje para un jugador que ya había conquistado con su juego a Aíto García Reneses, que se lo llevó a una concentración de Ronda para ver de cerca su progresión.
Luz, ajeno a los problemas que le impedían jugar "con los mayores", se limitaba a entrenar un par de veces por semana con la primera plantilla, aprendiendo de jugadores como Omar Cook y siguiendo los consejos de los más veteranos. Al otro lado del parqué, nacía un culebrón que le dejaría una temporada en el dique seco.
Demasiados intereses enfrentados, año en blanco. Rafa Freire se decantaba por España y su nacionalización fue express, al más puro estilo Holden en Rusia. El 26 de junio de 2009 recibía, junto a su compañero cajista Malick Fall y a la jugadora Vanessa Ble Doukole, la concesión de nacionalidad española, por medio de carta de naturaleza otorgada en el Consejo de Ministros por su condición de deportista de élite, a instancia del ministro de Justicia. Aquel día, el base prometía obediencia a la Constitución Española y, tres meses después, un 14 de septiembre, recibía al fin el pasaporte, siendo así español a todos los efectos... excepto en el parqué. Porque para jugar ocupando plaza de cupo, aún faltaba un requisito, el transfer de la Federación Brasileña de Baloncesto. El serial tendría varios capítulos más.
Su condición de Internacional con la Sub16 de Brasil le impedía esa instantánea condición de seleccionable tras recibir el pasaporte español. La FIBA prohíbe este tipo de transferencias, aunque establece varios condicionantes que permiten casos excepcionales. Uno, que el motivo del cambio de un jugador menor de 18 no sea sólo baloncesto. El cuadro malagueño y la familia de Freire se acogieron a la vía de sus estudios. El otro, que únicamente podría jugar en una selección distinta si había vestido una elástica nacional diferente antes de los 16 años y había un acuerdo entre ambas federaciones.
Cuando parecía que lo habría, se produjo un cambio en la federación y el nuevo presidente se mostró tajante a su llegada: "No vamos a darle el transfer al Unicaja". El ya hispanobrasileño no podía jugar ni el LEB Oro ni en ACB porque, pese a no ocupar ya plaza de extracomunitario, tampoco jugaría como seleccionable y ya no podría recuperar esa condición jamás.
El agente del jugador, Arturo Ortega, la Federación Española de Baloncesto, con la que se reunió el Unicaja en varias ocasiones para reclamar su ayuda, y el propio Gobierno se unieron a la causa y, por sorpresa, un 13 de noviembre, Rafa aparecía en un partido del Clínicas Rincón. Acababa de llegar el transfer. “Cambia mi vida. Entrenaba y entrenaba deseando que alguien viniera al entrenamiento para decirme: ‘Mañana juegas’”, confesaba en La Opinión de Málaga. Terminaba el culebrón y comenzaba una película, la de su carrera profesional.
 
Debut y primeras dudas
Ya como español y cupo, Freire era convocado por su gran valedor, Aíto, a un partido ACB, aunque tras quedarse con la miel en los labios en Santiago –indirectamente, se libró de la debacle de su equipo contra Xacobeo-, cumplió su gran sueño el pasado 6 de diciembre. Aquel día, disfrutó en primera persona del triunfo frente al Meridiano Alicante, convirtiéndose en el tercer jugador más joven en debutar en la historia del Unicaja, tras Servera y Ermolinksi.
La lesión en el gemelo de Saúl Blanco le dio la oportunidad y él puso el desparpajo, con una dosis extra de nervios como propina. “Estoy nervioso”, le confesaba al árbitro Pérez Pizarro cuando saltaba a la pista por primera vez. “Me sentí pequeño viendo a toda la afición, no sabía ni qué hacer pero me fui soltando y pude correr. Acabé pidiendo el cambio porque aún me falta físico”, declararía al Diario Sur. 5 puntos, 3 rebotes y 1 asistencia en 17 minutos que pesaron mucho menos que los elogios de su técnico a la conclusión del choque: “Entiende y asimila. Ha hecho una buena defensa y arrastró al resto del equipo, fue clave en la victoria”.
Un mes más tarde, brillaba en la exhibición cajista frente al CB Granada (112-87) con 8 puntos y 11 de valoración en 15 minutos y su nombre volvía a sonar con la misma fuerza con la que él aterrizaba en cada aro desde su adolescencia. Aún jugaría varios partidos más en el arranque de la segunda vuelta, sin demasiados minutos, si bien la llegada al club de Dowdell le alejó de la rotación y su evolución se detuvo. En el junior sus números no resultaban tan explosivos y en el Clínicas Rincón no terminó de romper, con 6 puntos y 2,1 de valoración de media en 20 minutos de juego en sus 7 partidos, en los que sus promedios de tiro (47,8% T2 y 26,3% T3) fueron mediocres. “No sé las causas por las que rendía mejor en el primer equipo que en el filial. Quizás la competición en sí o el peso específico que tenía en cada equipo”, aclara en una entrevista a Ymalaga.com.
¿Los efectos de tanto tiempo sin jugar? ¿Estancado o sobrevalorado? Demasiado revolucionado en su juego y sin seguridad en sí mismo y en su propio tiro, corría el riesgo de acabar en el club de las eternas promesas a los que le falta una mejor dirección para ser base y unos cuantos centímetros para convertirse en un escolta de garantías. En el terreno profesional no iba a tener sobre sus rivales esa enorme superioridad física que le permitía pasearse en categorías inferiores.
Sin embargo, entre tanta oscuridad, Rafa Freire volvió a llenar de luz su horizonte con una gran actuación en la fase final de la Euroliga Junior. En París, el base demostró hasta qué dimensión puede trasladar su juego, sumando 18 puntos y 10 rebotes frente a la Benetton y esmerándose en el pase en el todo o nada contra el Zeleznik, frente al cual hizo 10 puntos, 8 asistencias, 5 rebotes, 10 faltas recibidas, 4 robos y 24 de valoración. Luz, pura Luz.
 
Su gran oportunidad
La configuración de la plantilla del Unicaja dio mucho que hablar en verano en Málaga. Y Freire, sin desearlo, fue uno de los grandes protagonistas. El fichaje de una estrella consagrada en el viejo continente, Terrell McIntyre y, especialmente, la contratación de Panchi Barrera, parecían cerrarle las puertas de la primera plantilla. La apuesta por el uruguayo tenía una doble vertiente. Podía ser un competidor más para el canterano, sí, aunque la ausencia de un segundo base más contrastado, al mismo tiempo, podía allanar el camino de Freire.
En los tres primeros partidos de liga, el hispanobrasileño no disputó un solo minuto. Sin embargo, como en aquella noche de agosto en la que abandonó su país, los astros se alinearon para concederle una oportunidad. La casualidad y el infortunio quisieron que a los problemas físicos de McIntyre, que arrastra una fascitis plantar, se uniese la baja de Panchi Barrera, que se lesionó en Fuenlabrada. Allí mismo, en el Fernando Martín, Aíto le dio la alternativa a Freire en esta 2010-11. Y su respuesta no pudo ser más positiva, a pesar de la derrota de su equipo: 9 puntos, 2 rebotes, 2 asistencias, 4 faltas recibidas y una valoración en 25 minutos de juego. Una vez más, caramelito incluido en la rueda de prensa. “Se está adaptando bien, aporta muchas cosas. Si no es por él, hubiéramos estado 20 abajo en la segunda mitad”.
Su día más grande llegaría una semana más tarde. Derbi contra Cajasol, el Unicaja en cuadro y una sorpresa poco antes de empezar el encuentro. Aíto le comunica que T-Mac, un maestro del que aprenderlo todo, no jugará y que él será titular. En la pista, sobra el descaro. 3 puntos, 3 asistencias y 3 recuperaciones al término del primer cuarto para un total de 9 de valoración, que se dobla hasta los 18 al descanso para acabar en 24 al término del choque, merced a 14 puntos, 6 asistencias, 5 recuperaciones, 4 faltas recibidas y 3 rebotes.
Los números, papel mojado al lado de las sensaciones con las que inunda el Martín Carpena. Orgía de ilusión colectiva. Valentía, liderazgo, salvaje derroche físico el del hambriento que todo lo da porque todo lo anhela. La afición, en el bolsillo. Sus compañeros, entregados. La ACB, expectante.
 
El especial 
Supuso sólo un destello, un chispazo de genialidad, un guiño a la magia. No vuelen aún las campanas para aquel que sólo tiene 18 años y aún deberá vivir muchos sinsabores para poder entrar en la élite. ¿Lo mejor? Que él mismo es consciente de ello: “No sé si voy a jugar el partido siguiente, así que tengo que aprovechar cada minuto”, confiesa en el Málaga Hoy.
Genes sin precio los de la familia Freire Luz, que encuentra digno sucesor en Rafa. “Antes me animaban cuando no jugaban tanto y ahora que juego bien, me dicen las cosas malas. Es lo malo de tener una familia entera de baloncestistas”, dice un jugador que no se corta y se moja a la hora de hablar de sus preferencias. “¿Base o escolta? Yo quiero jugar, aunque me siento más cómodo con otro base en pista, prefiero jugar de 2”.
“No pienso en la NBA, prefiero Europa, que es más mi estilo de juego”, diría en su país en una entrevista en la que confesaba que su ídolo es Nowitzki. Él no es como el resto. Ni aparenta su edad, ni ha tenido una infancia como la de los demás. Siempre un paso por delante, eterno sino el del diferente, el especial, al que no le gustaba el pescado en la región del ‘pescaíto frito’, al que llaman por un nombre cuando desea ser reconocido por el otro. “Luz, quiero que me llamen Luz. Tengo una batalla aquí para cambiar eso pero no puedo”. Su apellido paterno, aquel que pese a ir en segundo lugar distinguió a sus hermanas, es su nuevo nombre de guerra. O eso pretende, al lucirlo esta campaña en el reverso de su elástica, para sorpresa general de aquellos seguidores a los que le costará un mundo dejar de llamarle Freire. Sale solo.
“Unicaja me cambió la vida y ahora mi sueño es ganar un título con el equipo”. Palabra del niño de Primero de Bachillerato en el instituto, palabra del hombre que acaba de sacarse el carné de conducir, palabra de la perla que acaba de convulsionar la liga. Candidato a liderar la revolución JASD, cabeza amueblada y entereza mental de aquel que supo estar con los pies en el suelo con los elogios y con la sonrisa en la cara cuando no podía pisar el parqué. Aquel 27 de agosto de 2007, un eclipse oscureció la luna. Este 24 de octubre, otro, cargado de Luz, deslumbró Málaga. ¿Quién se atreve a pedirle que deje de soñar?
 
Fuente: Daniel Barranquero (ACB.com: http://www.acb.com/redaccion.php?id=71408).

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