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El sueño americano de Jordi Fernández: de fregar platos a ser el primer entrenador español en la NBA
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El sueño americano de Jordi Fernández: de fregar platos a ser el primer entrenador español en la NBA

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Jordi Fernández, en su debut como local en la NBA el pasado domingo.
Jordi Fernández, en su debut como local en la NBA el pasado domingo.

Estados Unidos es oficialmente la tierra de las oportunidades. Y Nueva York, el corazón donde palpita más que en ningún otro sitio el sueño americano. El de Jordi Fernández, primer entrenador español en la NBA, se ha hecho realidad en Brooklyn, una de las principales arterias de la Gran Manzana, aunque se ha ido fraguando durante años por diversos lugares del mundo. Su historia rezuma superación, sacrificio y esfuerzo. Todo en pos de vivir de su pasión: el baloncesto. De fregar platos en un restaurante y currar en banquetes de bodas a sentarse en el banquillo de los Brooklyn Nets. Casi nada. Casi todo.

El bosquejo del sueño se esbozó en Badalona, su ciudad natal. En la cuna no oficial del baloncesto nacional, Jordi Fernández pronto dejó la pista por el banquillo y con sólo quince años ya entrenaba en las categorías inferiores del Sant Josep, cantera afluente de la Penya (Joventut de Badalona), a la sazón el mayor vivero de talentos de la canasta en España junto a la del Ramiro (Estudiantes).

Se fogueó en equipos amateurs, si bien sus inquietudes le llevaron a formarse más allá de su título en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Eso implicaba gastarse mucho dinero, alejarse de la familia y amigos, y apartarse de la vereda más lógica para cualquier joven técnico de su perfil: la liga española, la segunda mejor del mundo tras la NBA. No se arredró. Le echó bemoles y decidió pagarse su formación trabajando en países del norte de Europa como Noruega o Países Bajos.

Camarero para pagarse la formación en baloncesto

Allí entrenó y desempeñó diversos trabajos. Le tocó empezar desde abajo, incluso fregando platos en restaurantes, aunque fue ascendiendo en la misma medida que lo hacía su conocimiento del baloncesto. Él mismo, en entrevista concedida a ElDesmarque desde el Training Center de los Brooklyn Nets, reconoce que “fue duro y hubo momentos en los que uno se plantea si vale la pena seguir. Llegar a un país nuevo, con una lengua que no conoces para nada, alejarte de tu familia y amigos…Seguro que lo haría otra vez, pero se pasa mal”.

Entrenador de baloncesto y camarero, a partes iguales. Una realidad casi bipolar que tenía su retruécano en verano, cuando empleaba sus vacaciones en los campus de la NBA. “Cuando tus amigos y el resto de la gente están de vacaciones, tú sigues trabajando. Pero no me pesaba, porque el baloncesto era lo único que me preocupaba. Sólo quería prepararme de la mejor forma posible”, apunta con una nostalgia premiada por los hados del deporte.

En esos intensos veranos de esponjar el conocimiento del deporte de la canasta se cruzó en su vida Mike Brown, entrenador de los Cleveland Cavaliers, quien vio en él lo que ni en España habían podido intuir. Su trabajo en Impact Basketball Academy, dedicándose al fomento del talento individual en los jugadores más jóvenes le ayudó a desarrollar unas capacidades que pasaban principalmente por su afán de aprender, su claridad de ideas, su habilidad para llegar al jugador. Brown se lo llevó como ayudante a la franquicia de Ohio, donde también le tocó ir ascendiendo desde debajo del suelo.

Trabajar con estrellas como Lebron James

No se podía permitir el lujo de desaprovechar la oportunidad y a fe que no dejó mal el olfato de Brown. Mientras iba ascendiendo en el escalafón del staff técnico, batió récords con el equipo de la Liga de Desarrollo. Ese camino le permitió trabajar con jugadores estrellas como Lebron James o Shaquille O’Neal. Después pasó a ser ayudante en los Denver Nuggets, mientras no descuidaba el baloncesto FIBA al compatibilizar su labor con la de asistente de Sergio Scariolo en la selección española. Esa doble visión NBA-FIBA ha multiplicado su versatilidad, potenciada luego en su paso tanto por Denver como por Sacramento Kings.

Entre tanto, también fue ayudante del seleccionador de Nigeria en unos Juegos y ya en 2023 dio el salto al primer sillón de los banquillos FIBA haciéndose cargo del combinado de Canadá. Un bronce en el Mundial de 2023 y un quinto puesto en los pasados Juegos de París arrojan un tremendo bagaje para un país que no conocía esos éxitos hacía muchas décadas. En esas se ha convertido curiosamente en la bestia negra de España, selección a la que ha eliminado en las dos citadas competiciones.

La encuesta que anualmente realiza la NBA entre los General Mánagers de las 32 franquicias que la componen lo colocaba el pasado verano como el mejor asistente de la liga. Y poco después, los Brooklyn Nets le abrían las puertas de su templo, el Barclays Center. El club neoyorquino, trasladado desde New Jersey a Brookly hace ya unos años, pasa por un periodo de reconstrucción y lo ha puesto en manos de este joven entrenador de 41 años que igual que convence a un jugador lo hace con un periodista.

Los halagos de un campeón del mundo y veterano NBA

Su discurso no tiene fisuras: trabajo, humildad, aprendizaje continuo y comunicación franca y segura. Denis Schroeder, campeón del mundo con Alemania y con más horas de vuelo en la NBA que la gomina de Pat Riley, dijo de él el pasado domingo una frase referencial: “Un tipo de Europa, de España, siendo entrenador jefe en la NBA… es algo grande”. Porque es muy grande lo que está haciendo, en especial haber debutado compitiendo los dos primeros partidos y ganando el tercero ante Milwaukee Bucks, el de su debut ante la afición en el Barclays Center.

Jordi Fernández no se olvida de donde viene y para él resultó especialmente esa victoria por haberla cosechado ante su familia española: “Han venido mis padres y toda la familia de España. Seguro que a mi madre se le ha escapado alguna lágrima. Para mí esto es muy importante, porque he sacrificado mucho con ellos por mi sueño”. La otra familia, la americana, la ha formado en todos estos años en Estados Unidos con su mujer y su hija. A ellas también les debe mucho.

Sin embargo, el preparador badalonés no se entretiene en disfrutar demasiado. Porque esta madrugada vuelve a jugar en Brooklyn ante su público y su ex equipo Denver, y porque no entiende el camino sin retos. Y a pesar de que su sueño se ha hecho realidad y lo está viviendo en un parqué lleno de estrellas, pervive en él otro sueño compatible: entrenar algún día en España y en Europa: “Espero estar en Brooklyn y en la NBA mucho tiempo, pero todos sabemos cómo funciona este negocio. En cualquier caso, por supuesto que sigo teniendo la ilusión de entrenar algún día en España y también a algún equipo de Euroliga”. Formación no le falta. Ni capacidad para poder soñar despierto.

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