Salva, la Vuelta "ora pro nobis"

Salvador Andrés García San Emeterio es Salva, a secas, el cura de la Vuelta desde hace treinta años, aquí tiene feligreses de varias nacionalidades e improvisa una capilla todos los domingos en el hotel de la organización para oficiar una misa y que, de ese modo, Dios "bendiga al pelotón".José Anselmo Moreno
Precisamente, la entrevista con Efe coincide con la llegada del parte médico que señalaba este sábado las consecuencias de las gravísimas caídas en Murcia, con varios corredores hospitalizados y uno, el belga Kris Boeckmans, en estado de coma. Salva aprovecha para destacar, antes que nada, el peligro de este deporte.
"Es un deporte muy duro, por las caídas, por el riesgo permanente, por el sacrificio, por el calor, por la lluvia y por todo. Lo digo yo, que he montado en bicicleta como aficionado y, por cierto, no era malo", bromea.
A sus 63 años, Salva es un símbolo de la ronda española, como los Lagos de Covadonga o el puerto de El Angliru, no muy lejos de su Cantabria natal. El año que viene cumplirá treinta años en la carrera. Es todo un clásico.
"Empecé en el 86, fue mi primera Vuelta, porque estaba de cura en Ermua y Mallabia y tenía vinculación con el Orbea. Por mi relación con Txomin Perurena estaba invitado a algunas carreras y así, como sin darme cuenta, me fui involucrando", rememora.
Salva ha oficiado las bodas de muchos ciclistas, como Julián Gorospe, Marino Lejarreta o Pedro Horrillo. "He bautizado a varios hijos de exciclistas, hemos tenido una buena relación gran parte del pelotón y yo, siempre muy grata".
En este caso, el protagonista ha sido "cocinero antes que fraile" pues, de joven, era un animoso cicloturista. "Entrenaba por las carreteras donde coincidía con Lejarreta o Leanizbarrutia, entre otros, ellos me conocían de mi actividad como cura y la cosa fue fluyendo sola", señala orgulloso de su amistad con auténticas leyendas del ciclismo. Todos le conocen.
Admite que cuando la Vuelta era en mayo tenía "muchas dificultades" para poder venir. "Por mis labores pastorales solamente podía seguir algunas etapas, pero cuando la pasaron a estas fechas cogía vacaciones y venía siempre", comenta.
Todo empezó porque, en plena carrera, los creyentes y practicantes tenían dificultades para poder ir a misa los domingos. "La vida en la Vuelta es complicada y en tiempos de los hermanos Franco como rectores de Unipublic, el director Maximino Pérez o el periodista José María García empezaron a solicitarme una misa los domingos e improvisábamos una capilla en un hotel", indica.
Eso hasta hoy, cuando ha celebrado su última eucaristía. Sin embargo, no solamente oficia esas misas "abiertas" a todo el mundo, Salva ha sido casi de todo: "He sido conductor de la organización, he llevado a los comisarios, al equipo antidopaje o a los médicos, siempre he echado una mano en lo que podía".
Relata que estudió magisterio y que ha sido profesor durante muchos años. En un momento "clave" de su vida entra en un seminario y, a los 32 años, se ordena sacerdote pero el ciclismo siempre ha formado parte de su vida. Una pasión.
Opina de la Vuelta y, sobre la vigente edición, asegura: "Hasta ahora está muy abierta, aunque la primera semana ha sido muy dura por el recorrido, por el calor y por las caídas, algunas de ellas muy graves".
"Hay corredores que vienen del Tour de Francia y teóricamente eso debe ir restándoles fuerzas, pero yo creo que los favoritos están en la mente de todo el mundo y casi siempre hay algún tapado, en esta ocasión puede ser Chaves", puntualiza.
Antes de despedirse reconoce que al estar jubilado no puede mantener actualmente una relación laboral con la Vuelta y que viene como invitado. De su cuello pende una acreditación. No le haría falta, le conocen hasta las bicicletas.