Neymar, prisionero de su capricho
Luis Miguel Pascual
París, 2 sep .- Llegó a París en busca de una plataforma en la que nada ocultara su propio brillo y dos años más tarde el brasileño Neymar se encuentra encerrado en un destino que no le satisface y desprovisto de buena parte del prestigio con el que aterrizó.
El jugador más caro de todos los tiempos aparece ahora víctima de su propia extravagancia, incapaz de encontrar la puerta de salida del París Saint-Germain, distanciado de la grada, a la que ha despreciado, y poco cercano a sus compañeros de equipo.
A partir de ahora precisará todo su talento para volver a situarse en el lugar en el que estaba cuando en el verano de 2017 dio la espantada del Barcelona, el de jugador mejor situado para atacar la hegemonía de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.
Su aventura en el PSG ha estado marcada por las lesiones, la falta de exigencia deportiva y, finalmente, el aburrimiento del club y de la ciudad.
Su desesperado intento de salida, frenado por las altas ambiciones de los propietarios cataríes de la entidad, resumen bien el estado en el que se encuentra: atado a un capricho.
Su crédito en París está agotado y cada uno de sus pasos será analizado con lupa. Mucho tendrá que convencer para recuperar el corazón de unos aficionados decepcionados con su comportamiento, que consideran lejano a los éxitos que prometía su condición de estrella planetaria.
Neymar, que se creía todopoderoso, ha chocado con unos propietarios cataríes que ponen en segundo plano las cuestiones económicas y que han convertido al brasileño en un asunto de estado que no podía manchar la reputación de todo un país.
En el PSG, el brasileño ha firmado peores números que en sus cuatro anteriores temporadas en el Camp Nou y, sobre todo, ha visto cómo las lesiones le dejaban fuera en los momentos clave de la temporada.
Aun así, Neymar lleva 52 goles en 58 partidos en París, donde ha contribuido a que el club gane dos ligas, una Copa de Francia y una Copa de la Liga.
Pero no ha conseguido que el club dé el salto de calidad a nivel europeo que los propietarios cataríes esperaban cuando en 2017 pagaron los 222 millones de euros de la cláusula de rescisión de su contrato con el Barcelona.
En parte, por las lesiones. Pero también porque su concurso en los duelos decisivos no ha sido tan determinante como podía esperarse de un jugador que llegaba con el cartel del tercero de más calidad del mundo.
El quinto metatarsiano del pie derecho ha sido su principal enemigo. Se lo rompió el 25 de febrero de 2018 en un partido contra el Olympique de Marsella, pocos días después de la ida de Liga de Campeones ante el Real Madrid y pocos días antes de la vuelta.
En el Bernabéu, Neymar fue transparente y en el Parque de los Príncipes su ausencia contribuyó a la depresión generalizada que acabó con la aventura en la Liga de Campeones del equipo dirigido entonces por Unai Emery.
Al año siguiente, cuando la temporada se acercaba a las fechas decisivas, el mismo pequeño hueso del pie volvió a resentirse, lo que le hizo perderse la eliminatoria contra el Manchester United, de nuevo punto de llegada en octavos de final en Europa.
El equipo volvió a fracasar sin su estrella.
Pero, más allá de esas bajas, Neymar ha ido dejando en París la imagen de un jugador egoísta y caprichoso, poco implicado en la vida del club, lejano a sus compañeros y más preocupado por su propio destino que por el bien de la entidad.
El enfrentamiento que protagonizó nada más llegar con el uruguayo Edinson Cavani desencadenó todo. Neymar quiso dejar claro que él era la estrella, pese a que el delantero charrúa, el máximo goleador histórico del club, también reclamaba tirar las penas máximas.
No dudaron en mostrar ante el público y las cámaras sus desavenencias, mientras la grada mostraba su apoyo al uruguayo.
En paralelo, Neymar alimentó su endiosamiento, siempre rodeado de una corte de aduladores, sin miedo a presumir de fortuna.
Sus viajes al carnaval de Brasil, sus fiestas a ambos lados del Atlántico,... su tren de vida de estrella del rock le generaron poco calor por parte de los aficionados.
Menos aún a medida que, junto a él, sin hacer tanto ruido, emergía la figura de Kylian Mbappé, un futbolista que cultiva la humildad, que apenas aparece fuera del marco del fútbol y que, siempre sonriente, se ha ido ganando al público.
Sin contar con que ese trabajo le ha ido dando frutos, como el Mundial de Rusia con Francia, hasta el punto de que el propio Pelé, amigo personal de Neymar, designó al precoz francés como su sucesor.
La puntilla final se la dieron las acusaciones de violación que, aunque archivadas por la policía brasileña, dejaron al descubierto un estilo de vida poco apropiado para un futbolista.
El brasileño se ha ido dejando en París buena parte de los valores que le convirtieron en el jugador más caro del mundo.
Mantiene el prestigio de ser un astro, pero tiene ahora que reconciliarse con la afición, el club y sus compañeros para volver a ser el heredero natural de Messi y de Ronaldo.