Lo cotidiano
El hombre y la mujer son animales de costumbres. Entiéndase lo de animales. O no. Todas las personas, hasta los ricos, necesitan repetir algo para sentir seguridad, confort y bienestar. Eso sí, cada uno tiene sus maneras: sacar a pasear al perro, salir a hacer deporte, quedar cada dos semanas a comer con un amigo/amiga, ir los martes y los jueves a Zumba, ir a trabajar, jugar el partidito de los miércoles o ir todos los viernes al cine (esto último ya es para los ricos). Porque hay millones de formas para llegar a lo cotidiano.
Y, aunque a veces uno tenga ganas de romper con esa rutina, es jodido que te la cambien de la noche a la mañana. Si le añades lo de no salir de casa, el tema se complica aún más. Mentalmente es difícil asumir que tienes que parar lo que estabas haciendo habitualmente en las últimas semanas, el último mes o el último año. Que tienes que practicar el confinamiento en tu domicilio sine die. Sinceramente, creo que esto es lo peor. No saber cuándo se volverá a la normalidad, cuándo llegará la ‘libertad’ y podremos vencer al maldito coronavirus. Porque necesitamos marcar objetivos y estos, casi siempre, van acompañados de fechas.
Cada uno tendrá sus rutinas. En mi caso, el fútbol ocupa gran parte ellas. Y marca la agenda. Sé el día en el que vivo según haya liga, Champions o Europa League. Así que ya se pueden imaginar cómo estoy ahora de perdido. Son todos los días iguales. El lunes y el jueves no se diferencian en nada. ¿O eran el miércoles y el sábado? Bueno, no es esto lo importante. El caso es que uno necesita unas marcas para no desviarse y si no hay marcas…
Porque una cosa es que tú decidas darte un tiempo con tus rutinas cuando la relación ya es insostenible, y otra que te las quiten.
Todos queremos volver a mirar más allá de cuatro paredes, pasear, quejarse del viento que hace, que te coja el mismo semáforo todos los días al ir al trabajo, acudir a comprar con normalidad (cuando sobraba el papel higiénico), echar esa Primitiva al pasar por delante de la Administración de lotería porque te ha dado un pálpito, sentarse en el banco de un parque a leer o reunirse en un bar para ver un partido de fútbol. Lo cotidiano.
Sin embargo, ahora toca otra cosa. Toca lo que toca. Sin discusión. Toca quedarse en casa. Por todos.