El Athletic, totalmente negado, apaga las luces de San Mamés
-
Valverde: “Tenemos los mismos problemas, necesitamos crear más peligro"
-
Gaizka Garitano: "Hemos jugado con la ansiedad del Athletic"
El Txingurri buscando soluciones introdujo dos cambios importantes en el once, que sin embargo fueron totalmente infructuosos. Iraola volvía por De Marcos, recuperando su sociedad con Susaeta tan solo sobre el papel, y mayor calado tenía aún la prueba como titular de Borja Viguera en la media punta por un Beñat que, pese a su esfuerzo y voluntad, no termina de brillar en ese puesto tan decisivo para abrir las defensas zonales. El riojano no le mejoró y se fue a la ducha tras haber errado una ocasión clarísima de cabeza. Poco más se le vió hacer.
La sensación es curiosa. Pese a tener claro que íbamos a asistir a un vibrante encuentro fue decepcionante la lentitud con la que los leones motorizan su propuesta. Había tanto en juego y tanta carga ambiental que hasta Aduriz quedó ya marcado con una tarjeta amarilla a los tres minutos de empezar por un rodillazo en área guipuzcoana. Ese lugar era un El Dorado al que un día más costó demasiado llegar; de hecho los eibartarras, que parecían más bien el Celta, generaron un par de murmullos colgando balones por ambos costados. Su presión era la de la boa constricctor, especialmente sobre Iturraspe, y ya se sabe lo que pasa cuando es Mikel Rico el que ha de llevar la manija. Que no hay ni luz ni velocidad. El de Arrigorriaga hoy ha estado más negado, con perdón, que Jesucristo lo estuvo por San Pedro.
Tratando de solventar el enigma planteado por los fronterizos pasaban los minutos, con lo que los de Garitano se fueron soltando en confianza y ganaron en profundidad. Raúl Berjón realizaba el primer disparo de la noche, desviado, mientras que los rojiblancos no lo intentaron hasta el 21' con un tibio intento de Laporte. Se peleaba mucho, pero la primera media hora dejó tan poca comida degustable como la que tenía Charlot en 'La quimera del oro'. Nada de nada. E incluso los pocos 'uyys' los levantaron los visitantes con un par de centros rasos que se pasearon por la 'cocina' de Gorka.
Ya que nadie se atrevía a desbordar tuvo que ser... ¡Laporte! el que se animara a hacer de improvisado carrilero que colocara algún balón en la inmediaciones de Xabi Irureta, que hasta entonces era un simple espectador. Sirvió para irse hacia arriba, porque hasta entonces el dominio de los de Valverde era muy ficticio. Se tocaba y tocaba pero no se avanzaba en absoluto, seguramente pagando esa brida que lleva el turbo cuando uno está abajo en la tabla.
El silbato del tarjetero Velasco Carballo (sacó 12 al final) puso fin a un tedioso primer tiempo sin alma ni fuste, en el que los debutantes habían vivído demasiado cómodos, y en el que el Athletic padeció de una anemia ofensiva galopante. Ni un disparo entre los tres palos por dos del rival. Algo que provocó cierta disensión en una grada que empieza a no ver tan claro que el bache sea pasajero. Una falta a las nubes de Susaeta echó el cierre a un periodo paupérrimo.
Amargo ejercicio de desesperación
Para colmo de males el Eibar pegó una contra tras varios errores concatenados para iniciar el segundo tiempo que hizo atragantar varios bocatas. Fue un pescozón tras el que ya se dijo aquello de 'hasta aquí hemos llegado'. A partir de entonces se mejoró en actitud, se pasó a embotellar durante un tramo a los armeros, a los que les llovían las tarjetas amarillas, siendo una pena la clarísima ocasión desperdiciada por Viguera tras una buena dejada de Aduriz.
El siguiente paso fue activar a Ibai, ya recuperado de sus molestias, con objeto de poner algún buen centro, y con él luego a De Marcos y a Beñat, deshaciendo el plan inicial. Pero no salía nada. Y encima el que no estaba recuperado de sus males era Velasco Carballo, el árbitro madrileño que saldó un claro penalti por codazo a Aduriz con falta del delantero, demostrando como se rila un mundialista en las áreas. Qué valiente.
Con Iker Muniain, el mejor de largo, como jefe de la manada se buscaba ese gol milagroso que ponga algo de orden a la vida del equipo vizcaíno. Pero se buscaba desde la fé, sin hilvanar fútbol o ajustar la presión para robar arriba. Todo era pastoso, sin guión reconocible, exasperante, descorazonador como lo es un equipo que ha metido un gol en cinco partidos. Y así solo un milagro te puede dar la victoria. En los cuatro minutos de prolongación que dio el pistolero-colegiado no llegó ni de lejos. Queda reflexionar, y queda seguir luchando sin bajar los brazos con próximas citas ante el BATE Borisov, este martes, y el Real Madrid el domingo en Chamartín.