Bilbao Athletic: En la clase del profesor Iñigo Vicente
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Les confieso que en lo que va de curso no había acudido ni una sola vez a 'clase'. Piras a mansalva. Y, sin embargo, al buzón de la casa de mis padres, ni una sola nota de amonestación firmada por Don Juan, o Don Eutiquio, o Don Jesús, o Don Andrés, o Don Epifanio, o del Hermano Basilio, Martín, Eduardo, Roberto, Moisés Arana, director del 'Centro'.
O me daban por muerto, o pensaban que lo mío era un caso perdido por el que no merecía derramar sobre el papel cuadriculado, que se encerraría en carta, esa nimia gota de tinta china que la punta de la pluma le roba al tintero blanco encajado en la parte superior derecha del pupitre empinado, y desgastado de tanto mancharse y ser lavado con la recia lija que deja la madera como la espalda de Cristo después de ser castigada con saña por la fusta del terrible esbirro del imperio romano. Alumno desviado, mas no perdido para la causa. Siempre hay un primer momento para todo. Y otro, para volver a incorporarse a esa senda de gran recorrido que va desde la primera patada a un balón de fútbol... hasta la última mirada que otro hará sobre un féretro minuciosamente claveteado. 'Lezama' se llama la escuela o colegio. Tan cambiado desde los 14 años y aquel Torneo de Semana Santa -cuando dos o tres campos y unos vestuarios apañados- a esta tarde de marzo, desapacible como a posta por el enemigo brutal, sábado en el que llegar a tiempo se complica por ese gentío (querible, besable, amable) que atiborra los vagones del Metro con el entusiasmo que faltaba el pasado jueves, 15 de marzo, cuando acudir a San Mames era el simulacro de esos camiones repletos de reses camino del matadero. La noche caía al mismo tiempo que veía cómo la 'Ciudad del Athletic crecía y crecía'. Entrada principal. Pasillos. Escaleras. Puertas. Aulas. Hay una encendida. Indicio. Señal de que hay clase. Sábado a la tarde. Ya estudie. El dinero de los pensiones nos lo habremos de ganar llenando las calles. La labor de estos futbolistas con los que voy a 'revivir' es dar trigo, abundante y rico, luego de que, durante las duras clases de la semana, su maestro haya predicado con la clarividencia de los grandes y virtuosos profesores. El Bilbao Athletic, tomando en cuenta las últimas jornadas de curso, era, sin duda, una 'clase' plagada de alumnos aventajados. Para apreciar sus avances sin interferencias, debería liberarme de la carga emocional que dejó en mi conciencia el maestro José Ángel Ziganda y sus seis años de docencia, cinco de ellos en Segundo Grado B...y el otro, en 'Segundo Bachillerato', circunstancia que obligó al alumnado a trasladarse desde la 'Escuela de Lezama' a la 'Cátedra' de San Mames. Nada de ello quedaba en mí... Tras unos meses de estancia en el extranjero, mis amigos me dijeron que al Colegio había llegado un tal Gaizka Garitano, un 'hueso', un caso extraño en todo caso, no en vano prefirió volver a la enseñanza 'primaria' dejando a un lado ese peregrinar por Clubes 'privados' impartiendo 'lecciones particulares'... Antes del inicio de la clase, buscando el aula y en ella acomodo, me crucé con Javi González, con Jabi Luaces, con Carlos Merino, dos futbolistas y un entrenador a los que tuve el placer de verlos muy de cerca desde mi localidad en la tribuna de La Florida: iban, como yo, a comprobar cuánto de virtud conllevaban esos siete partidos consecutivos que el equipo de Garitano había ganado en su feudo de Lezama. Querían saber, y yo con ellos, si, terminando el curso en puestos de promoción de ascenso, el retorno a Segunda División estaría tan al alcance como Ziganda termino demostrándolo en aquel glorioso mediodía del Ramon de Carranza. Once 'de libro', esperado, trabajado, 'once de gala'. Salvo Sillero, que recuperaba la 'silla' que con buenas artes le había quitado Areso, el resto, fácil de reconocer para mis ojos. Y encima, cada uno en su sitio, con lo que eso ayuda. Enfrente, el Leioa de Lanbea, equipo de moda por los grandes números que está acumulando en una portentosa segunda vuelta. Que me perdonen l@s lectore@s del Leioa, pero la última vez que estuve en esta escuela me senté como oyente en el aula de los chavales del Bilbao Athletic. A ellos he venido a evaluar... Garitano me había hablado muy bien de un chico suyo que, aunque se sepa que su futuro no está en 'los mayores', tiene tal ascendencia sobre el resto de la clase que su concurso se le antoja indispensable. Tarsi. Medio centro. Ordenado. Muy aseado. Pulcro. Ni un solo 'michin' a la hora de manejar el 'rotring' en la asignatura de dibujo lineal. Ya lo tuvo el 'profesor' Ziganda. Así como a Simón, en la portería. Sillero, Andoni López, Gil y Unai Bilbao, que lucía brazalete de capitán, en la zaga. Tarsi y Nolaskoain, en el centro de la sala. Guruzeta, en la media punta. A partir de ahí, por delante de los chicos que repetían curso, provenientes de otros centros, Larrazabal, aquella criatura por la que el eterno Aitor se llevaba un chupete a la boca cada vez que goleaba. Asier Benito, rescatado de "Siberia-Gasteiz, donde hacen la ley, capital artificial de un país singular". Potato, presente. No saben ustedes hasta qué punto necesario. Porque sin el grupo arabarra, no habrían sido posibles tipos tan singulares como "ARI ARI ARI TOQUERO LENDAKARI!!...ni Óscar 'Gudari' De Marcos, ni Vesga, ni, que les voy a contar que ustedes no sepan sobre Raul García, ese tipo duro que... "En la Pinto... en la Cuchi... en la Zapa... ¡Rula... Rula 'Rulo' Rula!"... Y, elevándose sobre sus compañeros desde el fondo del aula, desde la izquierda, allá, en la esquina, como castigado con pesados libros que sus manos abiertas en cruz aguantan, un crío (20 inviernos) de físico liviano y frágil, parece poca cosa, ni sus kilos, 68, ni su altura, 1,78 m, le invitan a la bronca y la pelea con los grandullones. Pero, para formar parte de este selecto elenco, algo habrán visto en él sus antiguos profesores, y, en especial, este 'Licenciado' que renunció a la 'Universidad' para impartir docencia en el 'Cole' de Lezama. Alumno. Es su rol. Más en los 94 minutos de clase a los que yo asistí, comprobé, con una interna sonrisa, que el estudiante le salió respondón a su profesor, hasta el punto de que, a sabiendas docente, estudiantes y público asistente al evento de lo que en el campo iluminado de Lezama se cocía, Iñigo Vicente, alejándose a la velocidad de la luz de la figura del 'repelente niño Vicente', abandonó su pupitre, y, seguro de sí mismo, con una madurez impropia de su edad, con un descaro de escándalo, subió al estrado, y, a su lado el profesor en un sillón sentado, empezó a impartir la docencia hasta completar una clase magistral... Era la clase entera, sí, en continuo apoyo con sus compañeros. Era el bloque que en ningún momento se quebró. Era la armonía necesaria para el bien común. Era la calma y la humildad. Pero cuando un futbolista es continente que atesora tanto, basta con darle la 'palabra' para que, casi de seguido, se haga con el balón al mismo tiempo que con su mano porta el cetro de mando. Maneras de equipo grande. Frente a una 'oposición' que no es moco de pavo. Arranca el juego. Circula el balón. Y cuando el Bilbao Athletic conduce por la derecha, Larrazabal, Guruzeta e Iñigo Vicente son la conexión. O Nolaskoain el que le busca a Vicente con un solo toque. O Iñigo el que alza la mano "desde su rincón en el ángulo oscuro", Potato le llama y él desconoce la palabra 'no'. Es llegar la pelota a los dominios de su pierna derecha, o izquierda, y, en ningún caso de manera 'acomodaticia', estalla en movimiento como de dibujos animados. Les prometo que no iba al colegio en busca de 'mi niño mimado'. Regresé porque la ausencia me dolía. Acaso temeroso en el fondo de que la directiva de Josu Urrutia, luego de la "Vergüenza ajena", me retirara el carné de socio aduciendo "la tremenda presión de una afición que pedía tu cabeza"... ¡Qué frío hace en Lezama!... Clase a cielo abierto. A falta de un cuaderno milimetrado, un Ipad en el que ir tomando notas para dar fe de que sí asistí a la clase magistral que, partiendo desde su pupitre, terminó impartiendo un 'profesor' llamado 'Vicente'... Ante un fondo que me reconcilió con la parroquia de la Catedral, con lo más sano de ella: "TXARRENETAN ERE, HARRO", empecé a tomar apuntes... "Nolaskoainen fisiko ikaragarria... Leioaren jaurtiketa bortitza... Un luminoso que apenas se ve desde la tribuna principal"... A partir de ahí, Iñigo Vicente tomó la palabra como en su día la tomara Blas de Otero. De Derio y de Bilbao. El poeta, pluma en mano. El futbolista, cuero en pie. Sin embargo, los dos regalándo poesía hasta hacerme estremecer... Pases, toques deliciosos de un balón que lleva escrito: "abre este regalo que para ti es el gol". Pero, por encima de todo, con el debido agradecimiento al trabajo de sus compañeros, lo que más me fascinó de este muchacho fue su manera de relacionarse con el esférico cuando llegaba a su dominio y lo conducía. Duende... Encanto... Clase... Calidad... Elegancia... Una continua promesa de algo muy hermoso que algún día, por el bien del Athletic, debería llegar. Pronto terminará el invierno. Negu gorriak aio esango digu, edo eta Agur betiko esan behar. Y es que... ¡Qué frío hace en Lezama!... Iñigo me llevó en volandas hasta el final de la partida.Tres puntos merced al tremendo zapatazo de Guruzeta. Una armónica Coral la del director Gaizka Garitano. De esas que suenan muy bien aunque uno no distinga a los artistas. No fue el caso. Un descarado 'media punta' llamado Iñigo tomó la batuta y deslumbró. CLASE MAGISTRAL DEL 'PROFESOR VICENTE'.
Por Luis María Pérez 'Kuitxi', exfutbolista y periodista