Athletic Club: Lo que el tiempo se llevó

No es fácil agarrarse a razones de peso que nos permitan entender, que nos ayuden a asumir que los tiempos cambian. También en y para el Athletic Club de Bilbao.

No es fácil ver cómo lo que nació como un juego para medir fuerzas entre los pueblos, las ciudades o las escuelas, lo han convertido en un negocio puro y duro, en el que lo único que vale es que haya muchos movimientos en clave de traspasos millonarios.

No es fácil asumir que lo sueños de los niños de ahora ya no son como los de antes. El rojo y el blanco se difuminan, empañados por cuentos de la lechera que anidan en la cabeza de los niños y sus padres.

Ha ganado la batalla el equipo del negocio fácil, del movimiento constante, del olvido de las raíces, de la ambición por ganar sin límites, del no valorar los pequeños detalles.

Es difícil transmitir a los que ahora están empezando a empaparse del mundo Athletic Club cuál es la base que sustenta nuestra forma de ser, porque la están destrozando en pedazos.

Es prácticamente imposible entender cómo una persona de aquí, criada aquí, educada aquí, que lo tenía todo para ser punta de lanza de un proyecto de nuevo ambicioso, elige irse, elige escoger al mejor postor y, de un portazo, revuelve todos los papeles de nuestra filosofía.

Quizá otras salidas fueron más esperadas o hicieron más daño en lo deportivo, pero esta última, la de Kepa Arrizabalaga, ha movido nuestros cimientos.

Es tiempo de parar, de reflexionar, de analizar el porqué de las cosas.

Ya podemos decir que las salidas de jugadores importantes se han convertido en algo habitual en el Athletic.

Necesitamos conocer en profundidad las razones, no quedarnos en la superficie del cuento simplificado de que se van para vivir una vida mejor.

Necesitamos saber en qué momento de las vidas de estos chavales empiezan a trinar los cantos de jilgueros.

Necesitamos saber si es consecuencia de un nuevo modelo de vida o de un modelo de club desfasado.

Necesitamos saber cuál es el papel de sus padres en todo esto, qué buscan cuando ingresan en Lezama, cuál es su compromiso con el club, si tienen hambre de gabarra o simplemente buscan un trampolín para saltar a planetas más lustrosos.

Necesitamos exigir compromiso, construir un proyecto desde el inicio, inculcar a todos los jugadores de Lezama que es absolutamente necesario devolver la gabarra a la ría.

Necesitamos volver a hacer de nuestra filosofía fortaleza, nunca debilidad.

Desterrar excusas, buscar razones, recuperar ambiciones.

Necesitamos unidad, que no haya frentes ni enfrentamientos abiertos, más allá del necesario debate constructivo.

Necesitamos no reinventar Lezama cada cuatro años, seguir un modelo continuo y contar con profesionales que sean capaces de transmitir técnica y corazón.

Recuperar pasajes de la historia, de boca de nuestras leyendas, para que los chicos conozcan las grandes gestas del club, tan lejanas ya.

Que les cuenten quién era Pichichi, Bata, aquella historia del 12-1, cómo se gana una copa con todo en contra ante el mejor equipo del mundo, cómo se gana una liga en la última jornada cuando ya nadie apuesta por ti.

Que les cuenten que ante semejantes gestas el pueblo se echa a la calle, que el pueblo sufre con las derrotas y anhela las victorias, que forman parte de nosotros y que todos queremos más.

Me temo que este último vuelo de Lezama nos obliga a mirar hacia dentro, hacer una crítica sincera y modelar un plan que permita cambiar esta tendencia y siente las bases, sólidas, de un futuro que tiene que ser ambicioso.

Por Agustín Presmanes Losada, Ingeniero de caminos 

@AgusPresmanes