La enésima zorrería de Aduriz

El próximo jueves, 27-D, elecciones en Ibaigane. Salga Elizegi presidente, o lo haga Uribe-Etxebarria, podría ser que el triunfador fuera el Athletic en cualquiera de los dos casos. Porque si el Real Madrid pasa con nota el examen que este fin de semana ha dejado pendiente con motivo del llamado 'Mundialito', o sea, si derrota a un Villarreal en declive, los leones de Gaizka Garitano, a día de hoy fuera del descenso, habrían conseguido dejar detrás de sí a tres equipos.

Pegados al televisor. Más 'merengones' que nunca. Que si Bale. Que si Toni Kross. Que si Benzema. Que si Modric el mas laureado. ¡Así, así, así gana el Madrid!...Que gane, mesedez, arren...Y si así sucediera, habría, como dicen los descreídos, los que padecen de desapego a la causa rojiblanca desde aquella exhibición en el 'Teatro de los sueños', "tres equipos peores que nosotros": Huesca, Rayo Vallecano...y este Villarreal que, ojalá, recién haya sido vapuleado mientras en lo alto de las escalinatas que dan a la puerta del Palacio de Ibaigane, el llamado 'cocinero', o el nominado 'contador', esgrimen el cetro con el sosiego que da saberse equipo de Primera División.

Entonces, con el Athletic 'salvado', daremos a la genialidad de Aritz Aduriz el mismo valor, o sea, incalculable, que cuando la consumó tenía. Su penalti.

Pena máxima validada por Sánchez Martínez luego de que el defensor pucelano se recreara en una fantástica parada con las manos. Lo sucedido frente al Girona retornaba. Con anticipación. Si entonces, en el último suspiro, ante el Real Valladolid, en la primera mitad, o sea, con todo un mundo por delante. Pero a él le daba igual. Se trataba de marcar. De poner a su equipo por delante.

¿Cómo lo tirará?...Porque el guardameta albivioleta, seguro estaba de ello, conservaba en la memoria aquella maravilla a lo 'Panenka' que deslumbró al 'portero de sus años tan recientes'. Y cuando uno esperaba un golpeo seco a la base del poste, va el muy 'cabrón' y hace como que se agacha para acomodar la pelota en el círculo de cal, o quizás se tratara del amago hacia atrás fingiendo un intento de carrerilla. Ni lo uno ni lo otro. Sin dar un solo paso, con el interior total de su pie derecho, pone en valor la ley de las tres erres: "rápido, raso y a la red". Portero pasmado. Catedral que no da crédito.

Aritz Aduriz, a punto de los 38, superando la ficción en la que la espada es la prolongación de la mano del brazo del 'Zorro', se convierte en el Olentzero que en vez de carbón, oro molido; en Papa Noel, en Santa Claus, en los tres reyes de oriente, mirra gomosa, huele a incienso, como en Santiago, Aduriz es el apóstol que camina hacia el fin de la tierra, de la suya, le llaman carrera pero nunca la termina. Suspende adrede. Porque quiere repetir. Hasta que llegue el día que será padre. Y abuelo.

Mítico Aritz Aduriz. Como Gilgamesh. Como Matusalén. Dicen que cumplió seiscientos diez y aún sigue dando saltos y marcando 'bacalaos'. El suyo frente al Valladolid, si la lógica se cumple, habrá servido para sacar al Athletic de los puestos de descenso. Lástima que ese tal Oscar Plano, como sin querer, blasfemara a última hora igualando de manera bastarda un partido que los leones no supieron cerrar...

Por falta de pericia. Por exceso de inocencia. O tal vez fuera, reconozcámoslo, que la impotencia se adueñó de los rojiblancos cuando su rival decidió dar un paso al frente. O dos. O tres. Hasta que cogió carrerilla y terminó desmantelando a un equipo, el de Gaizka Garitano, que, así como todos aquellos que le precedieron en lo que va de década, sufre lo que no está en los escritos cuando el enemigo brutal saca a relucir las armas de la fuerza y la velocidad.

Esos argumentos que el Real Valladolid no expuso sobre el tapete en la primera mitad. Tal vez porque el Athletic se aplicó en defensa con buena nota. Como la noche en la que anuló al Girona. Ocurrió, sin embargo, que, así como el cuadro de Eusebio Sacristán no encontró en ningún momento respuesta, el de Sergio González sí la halló. Recurrió al balón largo y directo al borde del área. A ese percutir con furia por las bandas a fin de colocar balones en el punto de los once metros. El Athletic sufría. Sufría horrores. Los equipos físicos, así en la fuerza, la potencia como la velocidad, son capaces de causar estragos en un grupo que se vuelve débil y enclenque.

Ante tal desafío, el antídoto sería el talento que deriva en la posesión del balón hasta esconderlo a los ojos del enemigo por incomodo rival. No fue el caso. Un Valladolid que, en palabras de un aficionado de Pucela, "jugó uno de sus peores partidos", fue metiendo a los de Garitano en su propio campo. A base de balones largos y una manera de percutir por las bandas que daba miedo. El cronista se hallaba detrás de la portería que Herrerin defendía. Un Iago que apenas se había manchado los guantes con la grasa que se le adhiere al balón a base de tanto toque y pelotazos.

Con un doble medio centro mermado por la fatiga de Beñat y la tarjeta amarilla que pendía sobre la cabeza de Dani Garcia, el Valladolid, a base de un fútbol no muy diferente al que utilizaran los discípulos de Abelardo Fernández en Mendizorrotza, fue desarmando a la tropa de Garitano hasta obligarla a recular. Atrás. Muy atrás. Allí donde sufren como perros los leones.

Fue entonces cuando empecé a echar en falta al maestro del 'otro fútbol' es posible y necesario cuando se trata de amarrar. De no perder en el tiempo de descuento lo que durante 92' minutos no te ha sido arrebatado. Sanjose. Mikel San José. Arrancó por la banda izquierda como un potrillo. Se desbocó. Lástima que se olvidara de su esencia de 'Ikurrina'. Que no recordara que para Valverde era el "Imán" del equipo.

Sin memoria, en vez de dirigirse al banderín para matar en el semicírculo el partido, le pegó con 'la tonta' al balón. Ni chut ni centro. Un sinsentido. Agua para el enemigo. Un sorbo. Húmeda la boca. Apenas un minuto. Banda derecha. Un uno contra dos del que sale victorioso el atacante. Una falta, por Dios. Una patada así que te saquen la roja. Se le dejó hacer, sin embargo. A partir de ahí.

Leon flaco y pulgoso. Río revuelto que se desborda. El pescador está a punto de ganar. Con la caña está a la espera. Sabe que el balón le llegará franco tras mil rebotes y mucha 'potra'. Marca. Empata el Valladolid sobre la bocina. Lo celebran como si el Gordo. Era Diciembre y 22. Obsceno empate.

Obsceno. Sí. Porque si en el fútbol los goles no se merecen, sino que se marcan, yo pregunto a l@s que leen: ¿Acaso son comparables la maravilla de Aduriz y el 'churro' del amigo Oscar Plano?

El Real Valladolid celebró el tanto del empate como si el punto que conllevaba les hubiera dado la vida que supone la salvación. Al mismo tiempo, reparé en los leones, en cuclillas, sentados, con ganas de que la tierra se abriera y los tragara. Abatidos...pero sin motivo. Porque con 16 puntos, se habían colocado por encima del Villarreal.

Los de la 'Cerámica', que descansaban porque el Real Madrid estaba de festejo, nos librarán del 'mal de bajura' si el jueves 27 caen sometidos por el cuadro merengue. Será entonces cuando Elizegi o Uribe-Etxebarria se harán con el cetro de mando de un 'Athletic de Primera'. "Será largo". Tarea asumida, querido Gaizka Garitano.

Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista y periodista