De verdad alguien no echa de menos los abrazos en San Mamés
San Mamés... Lasesarre... Ategorri... Athletic Club... Sestao River... Getxo... Qué más da... ¿Y si el fútbol no volviera nunca? ¿Nos quedarían tan solo las crónicas? El fútbol, más allá de LaLiga Santander, está en nuestro ADN. Como aquella vez en la que todo ocurrió en el último suspiro... No se podía aguantar. Aquello tenía que estallar por alguna parte. Por la derecha. Luego de tanto chasco por culpa de las lesiones, Ito le debía una a su afición. Una pero grande. Enorme. Por todo lo alto. Aunque a ras de hierba se alcanzaría el éxtasis en La Florida.
No sé cómo le llegó el balón. Si a sus pies y tuvo que conducirlo. Si al espacio y lo tuvo que alcanzar en carrera. Sea como fuere, y como desde la tribuna todo era un 'sin vivir', y también un 'sin ver' porque la excitación sólo permitía ver ese hueco por donde el balón podría entrar, Ito con el balón en sus pies, o a sus pies, porque su estampa representaba el dominio. Todo era deseo. Querer con ansiedad que Ito marcara. Burlando al portero o goleando con sumo respeto.
Cuando la red se sintió besada por el balón, nos guiñó el ojo. Ese gesto fue, ese gesto definitivo, el que provocaría que en la tribuna nos abrazáramos los que nunca nos habíamos ni siquiera dado la mano, que siguiéramos abrazados la que jamás habíamos cruzado unas palabras de cariño. Y todo sin sentir vergüenza. El Portu, en ese momento, era el que nos habitaba.
El que nos decía, Tú, que sufres, merece la pena sufrir si a veces es esto lo que te espera al final de la partida. Tú, que vives en el desamparo, no dejes de subir a La Florida porque el Portu nunca te apartará de su lado. Tú, que no sabes ni quién, ni cómo, ni cuándo, ni donde. Tú, sí, tú, a ti me dirijo, piensa en lo que Ito ha obrado con su gol en el último suspiro.
Piensa, sí, piensa y no lo olvides, que, en día de Jueves Santo, el gesto de amor del Portu para contigo no lo volverás a sentir si no es desde el lugar que ocupabas. Porque aún quedan partidos antes de que llegue el gran día. Prepárate. Ven dispuesto cuando llegue la hora...
Y reza. Ora por él. A fin de que el arbitro que el destino nos tiene reservado sea un hombre que merezca la más grande de las alabanzas: "Bienaventurados los árbitros justos / porque / para ellos / será el ascenso / a un Cielo de superior categoría".