El gesto distinto del Athletic, más que un club
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A lo largo de la historia, el resultado de muchas batallas ha tenido que ver con sucesos que ocurrían lejos del frente. El Desembarco de Normandía, por ejemplo, se desarrolló de manera positiva para los aliados porque Hitler tenía el hábito de dormir hasta el mediodía; nadie osó despertar al dictador austriaco y, para cuando este reaccionó, ya no era posible un contraataque en las playas.
Un factor como la costumbre del genocida nazi de despertar muy tarde sumado a lo que podía suponer para el mensajero madrugar con una mala noticia posibilitaron que la cabeza de playa aliada alcanzará los campos de los Países Bajos. Todo lo demás llegó con retraso para las fuerzas del Eje.
El FC Barcelona se describe a sí mismo como ‘más que un club’...
Debe ser cierta esa máxima. Lo que cabe preguntarse entonces es cómo definir al Athletic Club. Para facilitar una pista, me serviré de un detalle lejano al terreno de juego. Pero lo considero muy significativo. Gerard Piqué es un futbolista maduro, laureado, con experiencia internacional, fogueado en mil céspedes. El defensa central es, sin ningún asomo de duda, el líder de un grupo sobre el que Messi manda de muchas maneras pero no emocionalmente. Las broncas, los aplausos, las consignas para el choque, esas, son cosa de Gerard Piqué.
Aritz Aduriz, el penúltimo gran goleador rojiblanco, a sus cerca de 40 años, lleva meses retirado. La pasada temporada casi no se vistió de corto, salvo para marcar un espectacular tanto a los azulgranas. El cuerpo técnico lo llevaba a las concentraciones como en la Edad Media sacaban a pasear el cadáver del Cid sobre su caballo: para asustar. Aduriz ya no dispone de una ficha de futbolista.
Seguramente por causas muy justificadas, Piqué no viajó con la expedición del Barça. El pasado sábado, Aduriz estaba en el hotel de concentración del Athletic en Sevilla. El domingo, vió la final de Supercopa en La Cartuja. Sus excompañeros le pidieron que saltara a la celebración del éxito, igual que, seguro, contribuyó a crear el ecosistema emocional preciso para lograrlo. Aduriz consoló, de uno en uno, a muchos de los derrotados futbolistas azulgranas. Piqué no estaba para hacerlo.
Ni Piqué ni Aduriz marcaron un tanto o sacaron una pelota de la línea de marca. Otros disputaron la batalla. Aunque uno de los dos, a pesar de formar parte de los licenciados con honores, tomó parte en el desembarco. Uno estaba, el otro no. Por estas cosas, el Athletic es más que más que un club.