Gil Manzano paga al Athletic con moneda falsa

Brocha gorda. Dos brochazos. No se trataba de añadir imágenes que estuvieran a la altura del partido. Lo suyo era emborronar del todo un lienzo de lujo pintado por un Athletic Club soberbio. Jesús Gil Manzano. Qué quieren que les diga. Que se le veía venir. De lejos. Había ordenado al asistente de banda que hiciera pública  su orden de que el partido se fuera un minuto más allá de los 45' reglamentados.

Cumplido ya el 46'. En un ángulo de la pantalla quedaba en evidencia que el tiempo transitaba por el minuto 47. Un rechazo, recuerdo, escribo de memoria, pero escritura automática la mía. Cuando el balón cayó al pie de un jugador colchonero, el árbitro, humillando la cabeza, se hizo cargo de que en su cronometro el tiempo corría más allá de lo por el mismo estipulado.

Cuatro, cinco, seis segundos. Pita. Va a pitar. Lo esperaba. Era lo legal. Lo legítimo. Levantó la vista y se quedó mirando el juego. Dejó hacer. Fuera de tiempo. Una prevaricación en toda regla. Dejar que todo fuera más allá. Cuando desde el 45' al 46' al tiempo nadie ni nada le había puesto trabas.

De haber señalado el final, el Athletic se habría ido a los vestuarios con una ventaja [0-1] del todo merecida. Y hasta corta. Pero cuando permites que el juego siga corriendo fuera de tiempo, próxima la pelota al área de Simón, 'algo' puede suceder. Si hubiera sido el Athletic el que estuviera armando un contraataque, Gil Manzano, respaldado por su propia ley, habría pitado, señalado con sus brazos el túnel de los vestuarios, y ajustado su cronómetro a fin de que quedara constancia de su sentido de la justicia.

Hagan juego, 'Crupier' y compañía. Que más querían los derrotados que una bala fuera de tiempo, regalada. Debería haber un 'VAR de los minutos' a fin de que el tiempo no fuera 'relativo'. Se vence el Atlético de Madrid a la banda izquierda. Si con el balón en zona muerta la ilegalidad campaba a sus anchas, cómo restaurar la legitimidad cuando los de casa están apurando su última intentona. Y resultó que aquella violacion del reglamente terminó en cruel, injusto, brutal atropello de un Athletic que se había mostrado soberbio.

Más allá de la rabia e impotencia, uno se preguntaba por qué haberse permitido la 'hidratación' de un 'corredor' fuera del 'espacio' reglamentado. Al 'enemigo, ni agua'. No sabe de refranes ni dichos, ni del argot del fútbol: agua para un equipo sediento.

De seguido al gol, Gil Manzano permitió que el tiempo corriera aún más allá. Creía que con ello lavaba su cara. Cuando, en realidad, lo que escenificaba era ese torpe modo de arrastrar las agujas de su cronómetro hasta que doblaran el tiempo por el mismo establecido. Por qué se comportan de este modo tan extraño los árbitros.

Por qué, incluso, violentar de manera tan evidente una decisión que no permitía dobleces. Para qué preguntar cuando la respuesta no se espera. Por qué clamar en este 'desierto Wanda Metropolitano'. Mejor, callar. Y volver de la caseta vacunado para soportar efectos secundarios. Y que el daño sea causado cuanto antes. Para que tantos minutos por delante permitan que todo caiga en el olvido.

Luis Suarez y Unai Nuñez. Lucha. Duelo. Disputa. La bota del uruguayo contra la del 'hijo de Abel Nuñez'. Podría haberse  señalado falta 'en ataque' del colchonero. Entendió Gil Manzano, sin embargo, que el 'estropicio' no debería quedar a medias. Se trataba de completar la 'faena'. Punto de penalti. Él sabrá por qué. No recibe presión desde la grada. Va 'contracorriente'. Qué le mueve.

Uno no da crédito con Gil Manzano...

El Atletico de Madrid, en ese tiempo récord que va desde lo ilegal hasta esta pena máxima inventada, o sea, 'la vida es eterna en cinco minutos', ha remontado el gol del Athletic. Fue Muniain, 'rematando' la jugada de lujo de un equipo que se había 'enseñoreado' durante un primer acto excelso.

Se presumía un escenario hostil. Tras unos minutos de tanteo, los de Marcelino se desataron hasta proclamar en tierra hostil el 'Imperio de los Leones'. Imperando, fueron capaces de hacer "cosas que jamás habíamos visto". Se gustaban. De manera refinada. No era cuestión de llegar al hartazgo. El mejor 'Athletic de Marcelino'. Demasiado bonito para cosa buena. Gil Manzano y su 'Ley de la gravedad'. Invadiendo el terreno pantanoso del tiempo y su relatividad.

Cuando, esta vez sí, sin que la verdad establecida peligrara, a punto de hacer sonar su silbato, una cámara curiosa nos regaló la carrera agitada de un entrenador que buscaba el túnel de los vestuarios. Lo hace siempre. En lugar de estrechar la mano de su colega, "huye, rojo el hocico y pavorido, a sus negras entrañas". Y con respecto a este Athletic, "qué debiera decir / qué fronteras debo respetar / cuando un equipo juega de lujo / y al final se le violenta / que sigan escribiendo su historia / esta hermosa historia / los hombres de Marcelino García Toral".