Fábula de los leones, el oso y la hormiga
-
Iñaki Williams, ante 'su' final de Copa: "Jugar con nuestro público va a ser la hostia"
-
'Julen y 10 más', Agirrezabala a las puertas de la historia: "Estoy listo para la responsabilidad"
-
Yuri Berchiche y una copa para brindar por De Marcos y Muniain: "Este es el partido de mi vida"
Fue corriente en otras épocas que coincidieran en las mismas tierras los leones y el oso. Pero cambiaron los tiempos. Y los leones ciñeron su zona de caza a un estrecho oasis regado por un manantial a cuya fuente acudían a menudo rebaños de venados sedientos. Y las bandadas de avutardas a las que tanto cuesta levantar el vuelo.
Los leones se alimentaron de aquellas presas generación tras generación. Las sagas cantaron la condición única de la manada que atendía a sus propias reglas. Acechaban desde las ruinas de un templo centenario que guardaba los ecos de canciones nunca olvidadas, que las caravanas que se detenían a abrevar sus bestias juraban que escuchaban en el silencio de la noche.
El oso hacía siglos que vagaba por las laderas de las montañas. Susurraba el viento del este que la fiera aún bramaba en el vientre de las grutas oscuras. El mismo viento que acariciaba los penachos de las palmeras del oasis cuyos dátiles endulzaban el pedregal.
Quiso el dios de las bestias legendarias que una tormenta cegara con las rocas de un derrumbe las sendas que el oso caminaba por los bosques de la montaña en busca de alimento. Así fue que bajó al páramo, caminó cada tarde hacía el lugar lejano en el que los dátiles sudaban la carne dulce que perfumaba la brisa.
Los leones vieron, desde su atalaya, acercarse al oso. Lanzaron rugidos de alegría y se repartieron los lomos, los perniles y costillares. Hasta las aves y los alacranes danzaron de contento. Y los chacales y los lagartos. Pero, a medida que el oso se aproximaba, todos pudieron calibrar su enorme tamaño. Lo poderoso de sus fauces. La anchura de sus garras. Lo grueso de su piel. Y la determinación de su mirada.
En ese momento, la hormiga reina levantó sus patas en lo más alto del hormiguero. Tamborileó para ganarse la atención.
- La bestia tiene hambre, dijo. Y no se conformará con los dátiles. Lo advierto porque he visto muchas fieras como esta. Si queréis seguir siendo cantados por las sagas y que los bardos repitan cada uno de vuestros nombres en sus versos, escuchadme: no otorguéis el beneficio de la complacencia, pelead con furia y prudencia, con cerebro despierto y confianza ciega. Cada uno tiene en sus zarpas el destino de todos. Solo así podréis cazar el oso.
Los leones vieron entonces cómo decenas de miles hormigas abandonaron el hormiguero para contribuir en el desafío.
- Una última cosa, exclamó la hormiga reina.
- ¡Mucho ojo con Muriqi! Que con él, Javier Aguirre puede articular una salida del balón largo que dejé sin efecto la presión alta que tan buenos réditos no está dando. Ahí irán a buscar la segunda jugada para alcanzar rápido el área. Ojitoooo.
- ¡Entendido, Txingurri!, respondieron los Leones.
Así concluye la fábula de los leones, el oso y la hormiga. A por el oso, pero sin vender su piel antes de cazarlo. Esa es la moraleja.
· Por J.J. Gamboa, Periodista