El Athletic que contaremos a nuestros nietos
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Nací en un año especial, el del Centenario del Athletic Club
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Estamos disfrutando de algo único con esta generación actual
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La ambición del Athletic con la Copa del Rey según Dani Vivian: "Que no se quede en el pasado y se vuelva a repetir"
Quizás debería primero empezar pidiendo perdón. Quizás sorprenda y mucho lo que voy a decir, pero estas dos últimas temporadas son las que más he disfrutado de mi vida con el Athletic Club. Nací en un año especial, el del Centenario (1998). Desde la cuna (literalmente) he vivido enfundado en una camiseta rojiblanca y, sin darme cuenta ni saber exactamente el momento, el Athletic pasó a ser parte de mi día a día.
No fallaba. Cumpleaños era sinónimo de balón de LaLiga y camiseta del Athletic. Primero con Imanol a la espalda. Después llegaron las que llevaban Iraola, Guerrero, Gurpegui, Javi Martínez, Llorente, Toquero, Iker Muniain… pero todas con un denominador común: Vivían de la ilusión y de historias contadas, no de realidades tangibles.
Durante los primeros años en los que uno era consciente de lo que era el fútbol tocaba vivir el sufrimiento de un equipo que luchaba, tras años gloriosos, por seguir estando en la zona noble de una liga cada vez más dura. No importaba, seguían siendo nuestros ídolos, eran mi equipo. No sabría contar las mañanas que he pasado de niño en Lezama apostado en una red para ver los entrenamientos y la posterior espera para conseguir las firmas.
Siempre me habían contado que este era un club campeón, que no hacía tantos años éramos prácticamente invencibles y que los trofeos copaban las vitrinas del museo.
Salvamos momentos difíciles y tuvimos un premio con el Athletic
Llegamos de nuevo a la Copa, a una final, y aun sabiendo la dificultad de sacar algo positivo, ahí nos plantamos con banderas, bufandas, camisetas, gorra… todo era poco. Estaba a punto de ver lo que tanto me habían contado, pero no fue posible. La decepción fue inmensa, pero en mi interior había algo que me decía que el germen de algo distinto a lo anteriormente vivido estaba floreciendo. Llegó la Supercopa precedida de nuevas decepciones. Llegó la segunda de igual manera y tocamos fondo con la pandemia.
Y llegó el verdadero huracán. Los detalles, aquellos que siempre caían del lado opuesto empezaron a ser determinantes a nuestro favor. Goles en el descuento, paradas imposibles, auténticas galernas deportivas cuando el Athletic cogía la pelota… la mezcla explosiva perfecta para que estallase la ilusión. Maletas y a Sevilla. Los afortunados que estuvisteis allí sabéis a lo que me refiero.
La Athletic Hiria a reventar desde el minuto 1, buen ambiente, un camino hacia el estadio más especial que nunca y un partido no apto para cardíacos. No me detendré en explicar todo lo que sucedió desde ese sábado hasta el jueves por dos motivos: No tengo palabras y además necesitaría otro artículo. Solo rescataré con un recuerdo personal.
Al inicio del texto no lo he comentado, pero los máximos responsables de que el Athletic sea para mi lo que es son mi tío y mi abuelo. Y ahí, por fin, estábamos los 3, en La Ría.
Es cierto que había visto ya partidos europeos, incluso de Champions y en San Mamés. Es también una obviedad que no hacía tanto tiempo desde la última vez que un equipo europeo visitara La Catedral, pero ahora todo es diferente. Disfrutamos de los goles de Aduriz y de Raúl García con centros precisos desde la banda, pero esto es diferente. La sensación de querer levantarte del asiento cada vez que Nico o Iñaki Williams cogen el balón es imposible de quitar.
Contener la respiración cuando el esférico va hacia la posición de Guruzeta dentro del área es el acto reflejo de gran parte de la afición zurigorri y cerrar los ojos mientras revives la última genialidad de Sancet, el pan de cada día. Somos unos afortunados.
Estamos disfrutando de algo único. De unos años que son los que contaremos a nuestras generaciones venideras. Aquellas charlas en torno a una televisión antigua mientras te hablaban de Iribar, de Sarabia, de Txetxu Rojo, de Fidel Uriarte o de Julen Guerrero son las mismas que nosotros haremos dentro de no tanto tiempo.
Disfrutemos, cerremos los ojos, soñemos, emocionémonos con este Athletic y, lo más importante, guardemos todos los recuerdos que podamos en nuestra mente porque son los pilares de la ilusión por el Athletic de nuestros hijos y nietos, los mismos que un día nos inculcaron a los que ahora estamos leyendo estas líneas.
. Por Imanol Vilella Castillo, periodista de Onda Vasca