Cuando Valverde arenga, el Athletic no se echa a dormir
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El Athletic somete al Levante con un golazo y un contraataque maravilloso
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Gorka Guruzeta, a desquitarse frente al Real Madrid de su fallo épico ante el Levante
Cuando Ernesto Valverde arenga, los leones van a degüello. ‘No me podéis fallar’, les dijo. Porque en mi pequeña figura de hormiga (Txingurri) cabe todo lo que tiene relación con el Athletic Club. El equipo. La plantilla. Lezama con su miríada de futbolistas. Sean ellas, sean ellos. Que golee Gorka Guruzeta equivale a que lo haga Maite Zubieta. Antes de que se empezara a mover la pelota en el 'Ciutat de Valencia', los cachorros de Jokin Aranbarri habían sometido al CD Lugo con un juego muy del gusto de mi compañero Jaime Ugarte: "Buen trato de balón; me gusta lo que viene detrás de lo que ya existe"...
Como si se hubieran anticipado para que sus mayores tomaran ejemplo. Ansia pura. Antes de que se consumara el tercer minuto del choque, se consumó la primera maravilla de las dos que el Athletic le regaló a toda esa gente que se había apuntado a la celebración en masa del 'caso único en el mundo' para abonados y aficionados con entrada de taquilla o internet.
Todo nació en Unai Simón. Como si se quisiera partir en dos. Portero que recupera el prestigio que nunca perdió.
El que alivia la pubalgia de Nico Williams. El que activa a Berenguer. Su pase desde el costado izquierdo. La pelota evita a Matt Ryan. Y a Unai Elgezabal y Allan Matturro. No a Robert Navarro. Que estaba tarareando 'Waiting Game'. El 'juego de la espera'. Ofreció el interior total de su bota derecha para poner a su equipo por delante.
Demasiado pronto, tal vez. Y resultó que no. El Athletic no se echó a dormir después de su fama ganada con tan buen gusto. Una zaga muy bien puesta. Jauregizar y Rego, el Alejandro 'Magno' de la 'Popu'. Navarro, como si hubiera llegado del futuro. Nico Williams, que, por fin, es consciente de que el campo son 105x68, y no embestir a los trapos que le lanzan desde el costado izquierdo, allá donde el verde se convierte en un coso donde abundan los maletillas.
A pesar de sus recaídas, o quizás por su empeño en evitarlas, en el Ciutat de Valencia le dio por los paseíllos y las vueltas al ruedo. Como hace unos años en La Florida. Cuando Ezequiel Loza tuvo que sufrir su descaro y desparpajo.
Al borde del descanso, el pequeño gran teatro le había otorgado el rol de consumar la gran maravilla. "Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo". La cantó Sabina en el BEC. Música de Pablo Milanés, letra del bardo de Úbeda: "Junto al cabo de poca esperanza arrie mi bandera".
A punto de consumarse el primer acto, Txingurri asistió al contraataque más hermoso del mundo. Una maravilla. Junto al banderín izquierdo de la línea de fondo de la meta de Unai Simón, Yuri Berchiche amagó con una farolada de las suyas. A la vejez, viruelas. No iba de farol. Arrancó. Trazó una linea paralela al surco de la cal. Como sin oposición.
El Levante miraba, quería, pero no podía. Como si todos los futbolistas se hubieran ausentado. Tan sólo el balón. La sombra de Berenguer avanzando en diagonal. Un soplo encadenó la secuencia hasta la figura de Nico Williams, que sostenía un rosario con sus dos manos.
Bota debajo del cuero. Picó. Vaselina. Cuchara. El portero se la traga. Qué remedio. Estábamos asistiendo a la consumación de las prestaciones que se le exigen a un futbolista dispuesto a marcar una época de gloria que le dé continuidad a la majestuosa trayectoria de su hermano, Iñaki. El Athletic se iba a la caseta con un [0-2], metáfora de una luna destinada a ser creciente.
Rabiosos saltaron al césped los de Julián Valero. A la fuerza ahorcan. Metáfora excesiva. Mejor si decimos 'qué remedio'. A falta de un juego elaborado, el Levante, así en lo individual como en lo colectivo, apeló a unos medios primarios, toscos, el juego, "el nuestro", no vale nada si no es para roturar las bandas y golpear el cuero en busca del área del Athletic, juego aéreo, disputa con las cabezas, balones caídos, y eso que se dio en llamar 'segundas jugadas' para intentar ganar los 'balones divididos'.
Recularon los de Valverde. Como si tuvieran miedo al enfrentamiento. Hasta que aceptaron el reto y entraron al trapo. Y resultó que en el trueque de los pantalones y las medias blancas, los discípulos de Julián Calero, técnico al limite, se fueron al vestuario con la cabeza gacha y la tarea de lavar en su casa los trapos. Los trapos sucios. Su oscuras indumentarias que, sangre, sudor y lágrimas, terminaron 'hechas un Cristo'. Levante vs Athletic. Un [0-2] en la quiniela.
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista
Al que hay que arengar es a él .Ya no llega al vestuario.Tenia que haberlo dejado este año.Valverde es un entrenador de dos o tres años no más. Pasará a la historia como uno de los mejores entrenadores que han pasado por el Athletic. Necesitamos un nuevo cambio en este equipo La pena que no hubiese sido el cambio con una temporada como la de esta que se presentaba muy ilusionante.Champions.Que pena ,por no dar un paso a un lado y salir como se merece por la puerta grande.Este año luchar por salvarnos,menudo cambio.Tambien los cambios del organigrama de diferentes cargos ,como el preparador físico. Más profesionales y menos amistades. Como si tiene que venir del extranjero. Lezama se merece los mejores.