Morata (64')
Bienvenidos a la revolución
El Atlético de Madrid retomó el pulso a LaLiga Santander con una victoria contra el Athletic Club, promovida y resuelta por el argentino Ángel Correa, el asistente de los dos goles de Saúl Ñíguez y Álvaro Morata y la diferencia del partido junto al portero Jan Oblak, desde cuyas paradas construyó un triunfo revitalizante.
Por uno y por otro, porque fue mejor en el lugar más determinante del fútbol, cada área, y por su efectividad sobre el marco rival, el equipo madrileño derribó una serie de tres empates, ejerció presión sobre el liderato del FC Barcelona y se reencontró con su afición y con su estadio, donde no ganaba en la Liga desde el 1 de septiembre.
Un relanzamiento más cuantificable en el marcador o en la tabla que en el juego, tan práctico como reclamaba Diego Simeone en la víspera. Y una jornada más sin ganar, la quinta seguida, para el Athletic Club, que salió mandón al terreno de juego, pero jamás superó el golpe del 1-0 en contra cuando era mejor en el césped.
Nada habría sido posible sin Jan Oblak. Desde una sensacional estirada al primer minuto, con un cabezazo potente de Íñigo Martínez al que voló para despejarlo por encima del larguero, se salvó del 0-1 el Atlético, ahogado en la puesta en escena por la buena presión del Athletic, capaz de recuperar la pelota siempre con celeridad.
Y también de jugarla con precisión, paciencia, movilidad... Pero poca profundidad durante todo el primer tiempo. Le faltó al conjunto bilbaíno la rotundidad que dan las ocasiones al dominio del balón y de los espacios, con el equipo madrileño entonces un paso por detrás en cada sector, menos en las zonas más trascendentes: las áreas.
Porque ahí sí fue el Atlético más oportuno o más concluyente, dependiendo de los casos. En la propia para contener casi cada remate de su oponente. Hubo ejemplos relevantes: Hermoso privó de un balón que era gol o gol a Iñaki Williams, frustrado después cuando Koke le arrebató una volea a metro y medio de la portería de Oblak, aparte de otra parada del guardameta a un derechazo de Raúl García.
Y en la contraria con una contundencia que supone que sea gol tu primer tiro entre los tres palos. Con un grado de casualidad por el panorama que presentaba el partido para el Atlético, pero también con la pegada que anhelaba desde hace tiempo su técnico y que facilitó una acción de Correa entre el talento y el barullo.
A lo primero correspondió el control con el que desbordó a Unai Núñez para irrumpir en el área o el recorte posterior; a lo segundo los dos toques siguientes de la jugada, el penúltimo también suyo para la llegada de Saúl, el origen -él había conectado antes con Correa con un pase- y el final de la jugada del 1-0.
Un alivio para el Atlético, por debajo hasta entonces de su adversario, y un golpe inesperado, inasumible después, para el Athletic, que defendió tan mal la jugada como lo hizo luego en otra opción de Correa y que se marchó al vestuario con la sensación de que había sido mejor en casi todo, menos en el gol y en la portería, los dos detalles más esenciales para lograr el triunfo.
Porque sin la eficacia en los últimos metros que exige una zaga como la del Atlético, la posesión es un 'regalo' envenenado en el Wanda Metropolitano, más aún cuando el bloque local está en ventaja, como este sábado, y destina al visitante a un ejercicio irrelevante con el balón, sin permitirle pasar más allá del borde del área, sin dejarle más opción que algún tiro lejano, como probó Iker Muniaín.
Luego tuvo otra media chilena y un disparo desviado, este último ya con el 2-0 del Atlético, con el pase de Koke, reencontrado con su gente después de los silbidos del pasado martes, al espacio para que Correa, de nuevo, entregara a Morata el gol y la sentencia de un triunfo tan reconfortante para él como frustrante para el Athletic.
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