Adiós, eterno Manuel Santander
Hoy el cielo se ha tornado un poco más amarillo porque un capuchino se ha ido hacia arriba. Meses luchando contra un bicho y una maldición, como un verdadero guerrero, y al final el bicho ganó la guerra, pero no la batalla.
Se va un chirigotero puro de Cádiz, que llevaba por bandera su ciudad y su Caleta. Cada año nos regalaba un trocito de la Viña que se nos metía en el corazón.
Pero sobre todo nos regaló el himno oficioso del Cádiz que cada fin de semana resuena en las gradas del Carranza y que cada febrero suena por cada rincón de la ciudad. Los que hemos crecido con ese ya famoso ‘ratatata’ y que nos hacía ser del Cádiz, aunque no hubiéramos nacido en la Viña.
Se nos va un trocito de Cádiz, alguien puro y sencillo, creador de coplas que ya eran eternas y ahora se recordarán desde Cádiz Norte al sur, pasando por cada rincón de la ciudad.
El Brujo recoge entre sus brazos a su titi y a su submarino amarillo, un submarino que ha sido recogido por la barca de Caronte y le ha remolcado hacia la eternidad.
Hoy todos nos acordaremos de ese himno, pero también de sus hijos y su mujer que lucharon junto a él y de su legado. Sus hijos llevarán a partir de ahora ese apellido Santander en cada rincón del Falla, que por un día cambia sus ladrillitos coloraos por el amarillo y que tanto amaba Manolito.
Descansa en paz, Manuel Santander Cahué. A pesar de ser de fuera he crecido con tus letras.
