Goles desde el 'destierro' para salvar a un miedoso Celta
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Así lo vivimos, Celta- Athletic: Victoria 3-1
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El uno a uno de los celestes ante el Athletic
Tres puntos de oro, de un Celta letal en ataque y endebeble en defensa. Un 3-1 logrado con sufrimiento, nervios y angustia. Los de Unzué se llevan un triunfo a casa gracias al 'desterrado', a Iago Aspas. El moañés salvó a un conjunto que vagamente recuerda, en momentos muy puntuales, a la obra colosal de Eduardo Berizzo. Se ganó, se sufrió, pero no se convenció.
El Celta vive, convive en una peligrosa dualidad, siempre al filo de la navaja. Una doble realidad que obliga a su aficionado a temer por un 3-0 a favor. La intranquilidad se ha instalado en Balaídos, el equipo lo nota, la grada también. Los de Unzué no enamoran por su juego, no convencen por su solidez, pero golean como si de un peso pesado se tratase.
Así se resumen muchos de los partidos de los celestes, puño de hierro, mandíbula de cristal. No hace falta que hay errores groseros, que los hubo en forma de pase envenedado a Fontàs a Rubén, el rival simplemente se tiene que acercar para que el miedo invada el corazón de los vigueses.
El Celta salió dormido, displicente al partido, regaló la pelota a un Athletic que no supo como darle sentido a su posesión. Solo Aspas, que abandonaba la banda una y otra vez le daba criterio al juego celeste en una anodina tarde de fútbol.
Pasaban los minutos y nada sucedía, nada hasta que el 'danés de ébano' volvió a regalar una asistencia, la séptima del curso. Sergi Gómez cabeceaba el esférico en el segundo palo para que este dibujase una parábola perfecta que hacía imposible la estirada de Kepa.
Aspas, alfa y omega
Iago despertó al equipo de su letargo y en una pillería tras un despeje a la nada de Fontàs anotaba el segundo en el 22. El moañés controlaba un melón, ya que no hay otra forma de describir ese despeje y encaraba al meta bilbaíno para anotar, en su sexto partido en Balaídos su primer tanto, celebrado con rabia.
Y el festival continuó, no pasaron ni tres minutos para que, con la testa, Aspas lograse otro tanto tras un centro de Wass. Minuto 25 y la pegada del Celta resolvía el trámite, los vigueses podrían olvidarse de Mido, del 2003 y celebrar una cómoda victoria ante el Athletic, 14 años después.
Miedo y sangre
Pero con este equipo nada se puede dar por hecho, nada es seguro salvo la calidad de sus atacantes. Dos acciones, dos distracciones y un pequeño empujón rojiblanco fueron suficientes para que los nervios aflorasen. La falta de confianza del equipo se demuestra en cosas tan simples como esta, ni con un 3-0 se puede vivir tranquilo.
Un pequeño empujón de un rival que huele el miedo, olisquea la sangre llega para hacer daño. Sin brillantez, sin peligro, sin tener que correr más llegó el tanto del Athletic, Raúl García abría el partido para una segunda parte que prometía ser de infarto. El Celta repetía, por enésima ocasión, todo su catálogo de virtudes y defectos.
Ziganda era consciente de que el encuentro no estaba perdido y en el descanso decidió dar entrada a Aduriz, un nombre que retumba en Balaídos, que se ha ganado el merecido apodo de 'bestia negra'. Y los celestes regresaron de nuevo incómodos, con el miedo que produce no saber el desenlace cierto de un choque ya vivido.
Un sufrimiento que no cesa
Balones colgados, asedio a la meta de Rubén, centros y más centros. Goles perdonados como el de Laporte en el 69 que el Celta solo replicaba como contras tímidas de un equipo con miedo a abrirse a mostrar que sus virtudes están arriba. Un equipo que convive con la falta de iniciativa de un Unzué que es incapaz de transmitir de contagiar a sus jugadores.
Solo el paso de los minutos, el cansancio de los rojiblancos y la demostración de que los de Ziganda ni se acercan al equipo construido por Valverde templaban los nervios del Celta. Rubén había hecho el trabajo que sus defensas no supieron resolver, Unzué por fin movía sus piezas, los leones se mostraban negados de cara a gol y las manecillas del reloj avanzaban impasiblemente hacía el minuto 90.
Calma final
Aspas protagonizó la mejor ocasión del Celta, por no decir la única en el minuto 83, pero su vaselina se por encima de un inédito Kepa. Los rojiblancos atacaban sin la convicción que les hubiese dado un segundo gol y por fin se escuchaban los gritos de ánimo de una grada angustiada con el juego de los suyos.
Y Aspas, alfa y omega de este equipo se ganó el aplauso de la grada, el desterrado alcanzaba los 100 goles con la celeste, le regalaba la victoria a un impávido Unzué y podía, tras seis partidos en Balaídos celebrar un gol con los suyos. El palo en el descuento del Athletic es el epílogo de un equipo que aún no ha aprendido a sufrir.
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