¿Boring?
El Liverpool conquistó este sábado en Madrid la sexta Champions League de su historia. El conjunto red se deshizo del Tottenham Hotspur, que se estrenaba en estas instancias de la competición.
El partido prometía. Se enfrentaban dos de los equipos más potentes de la Premier League y ambos estaban ante una oportunidad única. ¿Quién sabe cuándo volverá el Tottenham en verse en una de estas?
Ambos equipos tienen en plantilla a varios de los atacantes más cotizados del panorama mundial y se preveía un partido de marcado caracter ofensivo.
No fue así.
El Liverpool casi sin saber cómo se encontró con un penalti en el primer minuto de juego que le puso la final en bandeja. Tiene a uno de los mejores -sino el mejor- central del mundo como es Van Dijk y los de Klopp sabían cómo frenar a un Tottenham que comenzó el choque más importante de su historia de la manera más cruel posible.
Un Liverpool sin prisas, unos Spurs inoperantes y el espectador neutral dejando claro en redes sociales y en bares que el partido no le estaba gustando por aburrido.
Conviene recordar que las finales lo suelen ser. El miedo a perder lo ganado anteriormente se suele imponer. No es un partido más y, contradictoriamente, mientras que los espectadores esperan que por espectacular no lo sea, jugadores y entrenadores esperan que sí, que sea un partido más y que nada cambie para que todo lo haga.
De forma obvia, en la recta final del duelo, el Tottenham asustó al Liverpool pero no logró materializar sus ocasiones... los reds, perros viejos en estas situaciones, sí. Y por eso se llevaron la copa.
No se vieron muchos goles, tampoco ocasiones, pero la adrenalina, la tensión acumulada y esas ganas de contentar a su gente mostrada siempre por los jugadores sobre el campo jamás convertirán una final en aburrida a juicio de un servidor.