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El renacer de un gladiador
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El renacer de un gladiador

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Pau Ramírez / EFE

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Hace nueve años, desencantado y tras sufrir insultos racistas de su propia afición, Paulinho había decidido dejar el fútbol y su sueño de triunfar en un club grande, aunque logró dar la vuelta a la situación hasta aterrizar en el Camp Nou para jugar en uno de los mayores equipos del mundo.

Nacido el 25 de julio de 1988 en Sao Paulo (sureste de Brasil), en el seno de una humilde familia, José Paulo Bezerra Maciel Júnior 'Paulinho', llega al Barça como colofón a una irregular carrera, parecida a una montaña rusa, y que lo ha llevado a jugar en tres continentes y alternar equipos semiprofesionales con grandes como el Tottenham o el Corinthians.
Paulinho inició su carrera en las categorías de base del Sao Paulo, aunque no despertó la atención de los técnicos del club y acabó marchando a el Juventus, un club tradicional de la mayor ciudad brasileña de donde salieron internacionales como Lucas Moura, Juninho Paulista, Alex o Thiago Motta.
El nuevo jugador culé siempre tuvo el apoyo de sus padres. Su madre, doña Érica, una fanática del fútbol, daba más órdenes desde la grada que los técnicos, mientras que su padrastro, Marcos, filmaba todos los partidos que disputaba.
En 2006, cuando todavía no había cumplido los 18 años, le llegó una propuesta del FC Vilnius lituano, que aceptó sin pensárselo. En el país báltico, sin embargo, Paulinho sufrió con el frío, problemas de comunicación por no hablar el idioma y por el racismo de su propia afición.
"Estás lejos de tu país, de la familia y encima, cuando sales a pasear en la calle hay personas que se ponen a imitar monos, tropezando contra ti para buscar pelea, y piensas: no necesito pasar por estas cosas", comentó el jugador sobre sus dos años en Lituania.
Con cinco goles en 38 partidos, Paulinho pidió al club un traspaso y probó suerte en Polonia, en el LKS Lodz, pero tampoco se adaptó y tras pasar seis meses en el banquillo, decidió dejar el mundo del fútbol, desengañado.
"Le dije a mi mujer que no quería jugar más, que no tenía sentido pasar por todo aquello para jugar a fútbol. Creía que no tenía que continuar", afirmó años más tarde el jugador.
Su mujer, Bárbara, que estaba embarazada, le hizo cambiar de opinión y lo convenció para volver a Brasil y empezar de cero, aunque fuera en clubes menores.
De esta forma Paulinho recaló en 2008 en el antiguo Pao de Açucar, actual Audax de Osasco, de la cuarta división del campeonato regional de Sao Paulo y con el que logró dos ascensos seguidos.
Compensando su falta de técnica con un despliegue físico impresionante, un gran poder de marcación e intimidación del rival, así como una llegada al área que le permite ver portería con regularidad, Paulinho reencontró el placer de jugar a fútbol en su tierra natal, aunque en un nivel muy inferior.
La historia del volante empezó a cambiar cuando el entrenador del Bragantino (de la segunda división brasileña) Marcelo Veiga, fue a ver un Audax-Penapolense de la Serie A-3 paulista para observar a un delantero, pero acabó encantado con Paulinho y se lo llevó al club de Bragança Paulista, en 2009, para disputar la Serie B nacional.
En el Campeonato Paulista de 2010, Paulinho brilló en el Bragantino y dio el primer gran salto de su carrera, al firmar en el segundo semestre por el Corinthians, en el que formó un muro en el centro del campo junto a Ralf, un 'hermano' suyo y que hoy también destaca en el fútbol chino.
Comandado por Tite, Paulinho 'explotó' en el Corinthians, uno de los grandes de Brasil y con el que ganó un Campeonato Brasileño (2011), una Copa Libertadores (2012) y un Mundial de Clubes (2012).
Elegido mejor volante de la Serie A brasileña en 2011, Paulinho ganó aquel mismo año su primera convocatoria para la selección nacional.
Deseado por clubes italianos, decidió permanecer en el 'Timao' (equipazo) para disputar la Libertadores de 2012, que acabó ganando.
El mismo Tite lo convirtió, años más tarde, en el puntal del centro del campo de la selección brasileña, en el que se ha convertido en el volante con más goles en la historia de la 'canarinha'.
En 2013, Paulinho fue uno de los titulares de la selección brasileña que ganó la Copa de las Confederaciones, logrando incluso el gol de la victoria en la semifinal contra Uruguay.
Su buen rendimiento lo llevó al Tottenham inglés, que pagó veinte millones de euros (unos 23 millones de dólares) por el brasileño. Comparado por la BBC como "una mezcla de Gerrard y Yayá Touré", el rendimiento de Paulinho fue decayendo en los dos años que pasó en Londres.
Su mal momento en Europa se trasladó al Mundial de 2014 en Brasil, en el que Paulinho, igual que su selección, rindió a un nivel muy por debajo del esperado, lo que le costó duras criticas.
Sin la confianza de Mauricio Pochettino, que lo hizo entrar desde el banquillo en 23 de los 30 partidos que jugó en la temporada 2014-15, Paulinho decidió aceptar la oferta del Guangzhou Evergrande chino, entrenado por Luiz Felipe Scolari, el técnico que lo llevó al Mundial de 2014.
En una Superliga china plagada de brasileños, Paulinho fue indiscutible en su equipo, con el que ganó dos ligas seguidas y la Liga de los Campeones asiática de 2016.
Pese a jugar en China, Tite siguió confiando en Paulinho y le dio las riendas de la 'canarinha' igual que hizo en el Corinthians, algo a lo que el volante ha respondido convirtiéndose en el líder del centro del campo de Brasil y firmando un histórico 'hat-trick' en la goleada a Uruguay por 1-4, en marzo pasado.
En Barcelona, Paulinho deberá superar la desconfianza que ha provocado su fichaje, tanto por el precio (40 millones de euros) como por su estilo de juego, en un club huérfano del 'tiki-taka' que conquistó el mundo hace apenas unos años y acostumbrado a un nivel de exquisitez técnica de sus jugadores que Paulinho no tiene entre sus virtudes.

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