De Anoeta a Berlín, del fracaso a 90 minutos de la gloria

Algo más de cuatro meses van desde que el Barça implosionase con una crisis de grado máximo, en la que se mezcló lo institucional y lo deportivo, a estar en una situación que cualquier entidad del mundo firmaría con los ojos cerrados antes de empezar una temporada: encontrarse a 90 minutos de tocar la gloria en todas las competiciones en que está inmerso.

El Barça, acostumbrado a vivir sus éxitos deportivos cuando en la entidad y vestuario se ha respirado una relativa tranquilidad y sosiego, además de plenitud (cuando ha ganado la Liga de Campeones, por ejemplo, también ha ganado la Liga), no ha podido esta vez presumir de lo mismo, cuando en el club la crisis de principios de año supuso un terremoto que pudo haber hecho mucho daño y que, merced a los pactos, ha podido quedar al margen a la espera de ver cómo se resuelve cuando concluya el curso.
Al eliminar anoche al Bayern, el Barcelona dio el paso definitivo para sacarse el billete para la final de la Liga de Campeones, cuyo rival conocerá esta noche de la segunda semifinal, entre el Real Madrid y el Juventus.
El fin de semana anterior había dado otro, tras encontrarse con un empate del Madrid, más la victoria azulgrana contra la Real y quedar sólo a una victoria de la Liga. Y a todo ello hay que sumar la final de la Copa para dentro de tres fines de semana.
Todo este paquete de ilusiones ha ido cociéndose poco a poco, después de que en el primer partido del año un gol en propia puerta de Jordi Alba, una derrota por la mínima en Anoeta y una suplencia de Leo Messi pusiesen al club a un tris de llevarse a más de uno por delante, incluso al propio entrenador.
La situación fue de una tensión tal que el presidente, Josep Maria Bartomeu, alertado de cómo podía reaccionar el Camp Nou en el partido siguiente contra el Atlético de Madrid y con el precedente de haberse llevado la pitada de su vida un día sin más, cuando apareció en el vídeo marcador saludando a Messi por haber superado el récord de Zarra, le cortó la cabeza al director deportivo, Andoni Zubizarreta, desautorizó al técnico Luis Enrique y bajó al vestuario a hablar con Messi y adelantó las elecciones.
Después de aquello llegó un profundo silencio, como si de un pacto de sangre se tratase para llegar vivos y lo más lejos posible en el campeonato, y al final de temporada ya saldría el sol por Antequera, que de lo que se trataba era de no perder el control de la situación y conceder toda la ventaja a los rivales cuando, en definitiva, el Barça se encontraba en una situación deportiva inmejorable, a parte, eso sí, de que el fútbol practicado por el equipo estaba bastante alejado de las expectativas creadas.
Así, una semana después de la crisis, contra el Atlético de Madrid el socio asumió que ya habían rodado las cabezas necesarias, que lo que tocaba era ponerse al lado de su equipo y el vestuario respondió con uno de los partidos mas completos de esta temporada, al vencer con comodidad y con contundencia al equipo de Simeone.
Más tarde, Leo Messi llegó a decir, después de que se le pusiese en su boca que había pedido la cabeza de Luis Enrique, hecho que negó tajantemente, que tras Anoeta se trabajaba de otra forma, a lo que el entrenador hizo oídos sordos, como si no quisiera entrar a ningún capote y menos tensionar un momento deportivo que empezaba a tener aroma de éxito a medio plazo.
Tanto es así, que el asturiano se ha negado insistentemente a desvelar su futuro más allá del final de temporada.
Incluso en la sala de prensa del Allianz, en la previa contra el Bayern, se le volvió a insistir, después de que Josep Guardiola, en el Bayern, asegurase que se quedaba un año más. Luis Enrique se lo pensó unos segundos y no claudicó, dejando abierta cualquier opción, como si en el pacto no desvelado estuviese escrito que tras el final de temporada quizá también habrá llegado la hora de hacer las maletas, a pesar de que hayan éxitos que avalen su continuidad.
Por ahora, el barcelonismo ha hecho piña alrededor del equipo y le ha apoyado hasta el último acto, a la espera de que pueda obtener los títulos por los que luchará en breve.
Una vez concluya el curso, unas elecciones a la presidencia darán la verdadera aprobación a cómo lo ha hecho la directiva, mientras que el club también estará a la espera de qué futuro han escogido para el año que viene el entrenador y su estrella, ante la duda de que la próxima temporada uno de los dos no estará.