Willy se trae un punto de Pamplona

F. Godoy IIINo puede el Málaga. Y mira que quiere. Pero no le sale. Igual que hasta hace nada cualquier cosa se convertía en una acción magistral teñida de blanquiazul, ahora cada partido de Liga es un sufrimiento en el que un empate es buen botín.

Quizás sea el peaje que había que abonar a cambio de tres meses de excelencia que nacieron en agosto y de los que ya sólo queda un equipo cansado con un portero heroico.
Son dos puntos de los últimos doce ante cuatro equipos destinados a verse en la mitad baja de la tabla cuando cierre el curso. No hay que hacerse un hara-kiri y pensar que el bloqueo liguero del Málaga anuncia el fin del mundo profetizado por los mayas. Toca asumir que estos ciclos son naturales y que no es más que fútbol. Las piernas pesan más a quienes más se les exige. No debe ser un drama arañar un punto fuera de La Rosaleda en estas circunstancias. De paso, puestos a ser optimistas, queda celebrar que el Málaga pueda encomendarse a Willy Caballero, San Willy. El punto es suyo.

En el manual de estilo del Málaga aparece subrayado y con negritas una leyenda: "Prohibido traicionarnos a nosotros mismos". Así, aun sin la chispa y la frescura habitual, el equipo siempre intenta combinar, ser brillante. Aunque le salga pocas veces. Y es verdad que no le están yendo las cosas como espera (o como merece), pero insiste. Sabe que tarde o temprano volverá a funcionar.
Y eso que lo pasa mal contra conjuntos ordenados, los que compensan las carencias con sacrificio y fe en el error del contrario. El sufrimiento del Málaga en estos casos no llega necesariamente porque reciba un chorreo de ocasiones rivales, sino porque le cuesta ajustarse a los partidos, sacar el balón con la nitidez que exige la apuesta de Pellegrini, encontrar el hueco imposible.
Fue entretenido el arranque del partido ante Osasuna. Un aviso de Kike Sola anulado por fuera de juego, con respuesta inmediata de Portillo menguada por un ágil Andrés Fernández. Eso fue cuantitativamente la primera mitad salvo los chispazos de genio de Joaquín.
El Málaga está echando de menos a Monreal por incomparecencia, pero también a Isco, cuya sobrecarga de partidos le está pasando factura. La fatiga de Isco es la fatiga del Málaga porque es su mente privilegiada es la luz de guía blanquiazul. 
Osasuna, consciente de la indefinición del Málaga, retomó el partido con más intensidad. Kike Sola probó a Willy con un cabezazo franco. El argentino sacó una mano prodigiosa y la blocó en dos tiempos. Insistió Osasuna un par de veces más pero con menos precisión. Los blanquiazules, sin rumbo definido en ataque, fueron lo que Joaquín logró ser. El gaditano pilló adelantada a la zaga rojilla, se marchó con suma facilidad de Flaño y la puso en el punto de penalti, donde a Saviola le faltó fe y mala leche para buscar el gol.
El Málaga, además de muchas cosas, es un equipo orgulloso. Comenzó a rondar el área navarra, sin precisión, sí, pero con malas intenciones, algo indispensable para marcar. Quizá si el asistente se hubiese ahorrado algún fuera de juego, habría llegado el ansiado tanto.
Pellegrini saltó del banquillo a dar órdenes. Está cansado de no reconocer a su Málaga en el campo. Lo que ocurre es que cuando busca soluciones, mira hacia atrás y no encuentra los recursos que necesita. Se conforma con dar entrada a Santa Cruz con Saviola pasada la hora de partido.
Además, sin nada para agitar el partido, el Málaga sólo pudo seguir con su plan A. La carencia de chispa le deja a merced de alguna genialidad aislada y de los arrestos del equipo que se ponga en frente. Y en Pamplona es difícil ganarle a narices a Osasuna. Kike Sola estuvo a punto de enganchar otra de cabeza y luego Willy salvó un mano a mano ante Cejudo, que alcanzó un balón peinado de manera brillante Sisi. Las sospechas de un gol pintaban de rojillo. Onwu entró por Sola y casi rompe las tablas. Por romper, primero rompió a Demichelis y luego a Gámez. Lo peor, su tibio remate que Willy detuvo con alguna dificultad. Al cancerbero, el mejor de la tarde, le quedaba alguna intervención más ante un Osasuna que murió en el área del Málaga con un disparo a la media vuelta de Cejudo.
El Málaga quiere, pero no puede. Al menos en Liga, donde el atasco se ha convertido en norma. Ahora llega una semana de exigencia brutal. Duro viaje al frío ruso para buscar el primer puesto del grupo en Champions y regreso a casa para jugar con el Valencia sin tiempo para asimilar lo que ocurra en San Petersburgo.