El Málaga más ambicioso muere en la orilla

 

Ismael Touat IIIDemasiado castigo para un Málaga guerrero ante la versión más discreta del Madrid. Decidió Cristiano Ronaldo un partido en el que el conjunto blanquiazul mereció, como mínimo, el empate. Se pedía a los de Schuster competir y compitieron. La sensación, no obstante, es agridulce.

Es agridulce porque el Málaga, bien plantado y compacto, finalizó el choque volcado sobre el área de Diego López. Con fe y destellos en algunas fases, el cuadro de Schuster, con un planteamiento más ofensivo que de costumbre, no se conformó con la derrota. El Málaga no cayó en la trampa de caer en el permanente homenaje a Isco. La Rosaleda, como en las grandes citas, empujó. Pero faltaron el pase y el gol definitivos. Al menos, el trabajo y la imagen sirven para crecer. Uno se pregunta ahora por qué no siempre se ha visto a este Málaga.

La primera parte dejó un buen poso y la impresión de que el Málaga no iba a dejar que el Madrid le pasara por encima como en el encuentro de la primera vuelta. El planteamiento de Schuster, más ofensivo y lógico que cuando comparecieron por La Rosaleda Barça y Atlético, era el de dar continuidad a la imagen ofrecida en Pamplona. La idea inicial era volver a ser un equipo vigoroso, intenso y ordenado. Así fue el Málaga hasta el gol de Cristiano. Hasta entonces, el conjunto blanquiazul dispuso del balón y de varios acercamientos peligrosos en forma de disparo de Antunes y cabezazo de Santa Cruz. Como en El Sadar, volvía ser Amrabat la brújula del ataque blanquiazul.
Ocurre que el Madrid no necesita elaborar ni media jugada para abrir la lata. El 0-1 fue buena prueba de ello: carrera de Bale, centro a la esquina del área y Cristiano, cubierto por tres defensas, bate a Willy de disparo raso y ajustado. Quizá demasiado cruel para un Málaga meritorio y corajudo.
El tanto fue un duro golpe al fervor del Málaga, que tras ponerse por debajo intentó cubrirse mejor las espaldas. Aunque Bale gozaba de una autopista por la banda de Antunes, el conjunto de Schuster cumplió con el objetivo de no sufrir en exceso. Amrabat, por su parte, no se olvidaba de Diego López. Un centro del holandés estuvo a punto de encontrar la testa de Samu. Después puso a prueba al meta gallego, pero su disparo fue defectuoso. Amrabat contra el mundo, así acabó la primera parte.
Empezó la segunda mitad e Isco a punto estuvo de clavar uno de esos disparos que tan bien le salían cuando vestía la blanquiazul. Willy, que sabe de sus muchas virtudes y pocos puntos débiles, supo cómo hacerle dudar. La segunda parte fue una continuación de la primera: el Málaga ponía el énfasis y las ganas, el empuje y, en algunas fases, el fútbol. El Madrid se limitó a sestear y ni siquiera Di María ni Jesé, que entró por el ovacionado Isco, le reactivaron. Sí contó con la connivencia arbitral, pues Martínez Munuera no se lo pensó a la hora de sacar algunas tarjetas a los locales. Tampoco estimó como tal la agresión de Pepe a Duda, quien sí se llevó la amarilla.
En este escenario, en no pocas ocasiones se lleva el premio el más ambicioso. Lamentablemente no ocurrió así y, pese al descaro de Amrabat, Diego López fue inabordable. Ni Samu, ni Sergio Sánchez ni Roque lograron batirle. Los últimos 20 minutos el Madrid vivió guarecido en su área. Schuster, de perdidos al río, metió a El Hamdaoui por Angeleri. Al Málaga le faltó un punto de maestría para hilar el último pase y precisión para acertar. Aun así, la derrota fue demasiada condena.