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El resto lo añaden jugadores curtidos como Amrabat, que está destapando su categoría a medida que se despoja de su propia ansiedad, Camacho, Weligton, Sergio Sánchez... Y, ante todo, un entrenador que es igual de caníbal que todos ellos y además los está adoctrinando para ello.
Gracia lo dispuso todo para jugárselo a una carta evidente, ganar al Rayo en su especialidad. La primera línea de presión del Málaga podía sentir el aliento de Toño. No quería dejar que los de Jémez sacasen el balón desde atrás, quería quitárselo en la sala de máquinas del conjunto franjirrojo. Y lo hizo, con una salida al campo propio de un equipo sin miedos, sin complejos, voraz.
Ni 40 segundos habían pasado cuando Amaya sacó bajo palos el primero, que se quería apunta Castillejo tras irse de Toño en el mano a mano. Después tuvo otra Amrabat. Era el preludio de lo que se avecinaba.
Se abrió el marcador con un poco de fortuna, tras golpear un disparo con la zurda de Samu en Ze Castro. El malagueño, dos partidos titular, dos goles. Tiene flor y esa virtud no se compra. Luego añadió una dosis tremenda de trabajo a su actuación, como todos.
El Málaga iba por el campo con la barbilla levantada y quería más. Tras varios intentos, llegó el segundo. Darder, que venía de ser suplente en Córdoba con el hándicap del gran partido de Recio, subió las revoluciones de su juego. El mallorquín llegó como un bisonte desde atrás para recibir un centro raso perfecto de Antunes. El centrocampista cambió la dirección del balón con el interior, imposible para Toño.
Paco Jémez tiró de recursos, tenía que hacer algo para detener la sangría. Probó con meter a Aquino para ganar presencia en la medular a costa de dejar una línea de tres atrás. Y aguantó unos minutos bien, con un Málaga ligeramente menos eléctrico.
Sin embargo, la amenaza seguía latente. El Málaga no se conformaba. Algún fuera de juego al límite, un centro de Amrabat por la derecha al que Samu Castillejo no llegó por centímetros, un cabezazo tras una falta botada por Darder, otra de Juanmi...
Y llegó el remate perfecto para 45 minutos de brillante espectáculo. Camacho, el segador, robó otro balón más (y van...), Casti la condujo hasta los dominios de Amrabat. El holandés se inventó una asistencia a Juanmi sencillamente genial. El de Coín, para no ser menos definió con un sutil toque, como si fuese un penalti a lo Panenka. Lo justo para vencer a Toño. Éxtasis total.
¿Y ahora cómo explicar que el Málaga no se sació? Amrabat volvió a ganar un balón en el centro del campo, prolongó para Juanmi, que con algo de fortuna conectó con Samu y Amaya le derribó en el área. Amrabat ejecutó el penalti tras amagar, con pausa, esperando que Toño tuviese que tomar una decisión.
Con 4-0, llegó otra contra para el omnipresente holandés de pasaporte marroquí. Su disparo, fuerte, se marchó alto.
Quedaba ver si la ventaja se ampliaba hasta lo escandaloso. No fue así. Descendió el número de ocasiones, aunque siempre con el Málaga recreándose en la posesión y la combinación, ajustando mecanismos desde el triunfo.
Este domingo de fútbol mañanero y de cielo blanco y celeste, habrá 4.000 niños que jamás será de otro equipo que el Málaga. La mayoría podrán decir con orgullo que esta fue la primera vez que vieron al equipo de sus amores en La Rosaleda