El alma se le vendió al diablo

El Málaga vendió su alma al diablo el mismo día que vendió a sus futbolistas más importantes a un fondo de inversión. Y como no tiene alma, no se puede ver en el campo. Eso es lo que le pasa al equipo de Gracia. Carece de alma y carece de corazón. Porque hay intangibles que en esto del deporte sustituyen muy a menudo al talento. Como no tiene tampoco mucho de esto último, pues se perdió en Getafe.
Sin alma, sin talento y sin gol. Cuarta jornada y cuatro roscos en el tanteador. Ya nadie habla de que este Málaga tiene más gol que el de la temporada pasada, una de las canciones del verano. Y las canciones del verano son eso, puro entretenimiento temporal, pero que cuando pasa un tiempo sus repetitivas y absurdas letras y melodías se diluyen. Ni hay más gol ni hay mejor plantilla.
El problema no es que sin Darder, Juanmi y los Samus se haya perdido fútbol, es que significaban mucho más. Eran paladines de una idea, soldados abnegados, reflejo de un entrenador (cada uno a su manera). Y cumplían también su función en la cohesión del vestuario y del alcance emocional con la grada.
Pueden hacerse las lecturas que se quieran y hablar de la mala suerte, que es muy recurrente. O mejor aún: "El rival también juega". Pues sí, claro que juega, pero en este caso el Getafe no ha jugado bien contra nadie, dando los síntomas típicos de una banda que se va a la 'B' sin remisión. Sin embargo, ni siquiera el tocado equipo madrileño desperdicia regalos como el que concedió el Málaga nada más empezar el partido.
Un verbena defensiva, con Boka bailando solo, y solo Dios sabe dónde. Con Angeleri y Tissone chocándose como bolos y con Albentosa reculando con miedo. Así llegó el gol de Scepovic, batiendo a bocajarro a Kameni, que la tocó pero no obró milagro. Todo mal, todo tarde, todo desordenado. "Es que era el principio, hombre...". No, por favor, destierren tópicos o tendremos que tirar de ese de que los partidos duran 90 minutos. Y un poquito más.
Todo esto para recordar que un equipo profesional, que además sólo lleva dos puntos tras haberse disputado tres jornadas -más este partido, cuatro-, no puede representar tal puesta en escena. A un partido así hay que presentarse con sangre en los ojos. ¿Por qué tiene que valer más la necesidad del Geta que la propia?
En fin, que el partido siguió y el Málaga fue lo justito. Es decir, una falta lateral de Duda que mandó fuera Charles (otro gol cantado al limbo). Y después lo que pudiese sacar de su repertorio Amrabat por una u otra banda. O por el centro. O por donde le diese la gana. Como el pase finísimo para Horta, que solo ante Guaita pegó un zurdazo incomprensiblemente desviado.
El Getafe, que apenas es nada, estuvo a punto de sacarle un penalti a Tissone (vía Lafita) y de casi sentenciar con un centro de Roberto Lago al segundo palo que remató solo (y por fortuna para el Málaga) muy mal el goleador Scepovic. Pero encima es que Murphy es muy suyo y aplica su ley con maldad. Lesión de Amrabat, que pidió el cambio y aun así Gracia no lo sustituyó hasta el descanso. Pues hasta cojo hizo más que los demás y sacó dos centros, uno desde cada banda.
Sin el 'hombre-plan', el Málaga fue aún peor. Porque parece por desgracia que no ha tocado fondo. El equipo seguía sin conseguir la más mínima acción armónica, que implicase algo establecido anteriormente, que hubiese sido fundido y elaborado. Y al fútbol no se puede ser individual sin tener individualidades. Es decir, hombres así sólo pueden rendir siendo un bloque.
El Málaga probó en el primer tramo de la segunda mitad algún tiro lejano además de una nueva acción para Horta -esta vez hallado por Duda- mal ejecutada. Pudo ser peor, con un tiro de Rodríguez detenido muy bien por Kameni. Pero es que el Getafe es una banda y ni por esas el Málaga fue capaz de arañarle en juego. Se pudo empatar sí, es lo que tiene la diferencia de un gol. Mas con un grito en el desierto, con una falta de Duda que solventó con dificultades Guaita después haber impactado en la barrera, condenando la trayectoria del balón a hacer un extraño.
Y nada más, cita para el olvido. O mejor para el recuerdo, el recuerdo de cómo no se debe salir jamás a un campo de fútbol. El recuerdo de que llevas cero goles y dos puntos. El recuerdo que te tiene que servir para renacer ante el Villarreal o se abrirán las compuertas de Mordor. Pero no esperen final feliz. A no ser que el Málaga haya aprendido algo de sus rodillas desolladas.