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Caras de tonto en La Rosaleda
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Caras de tonto en La Rosaleda

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Ismael Touat
Una aficionada contrariada al final del partida.
Una aficionada contrariada al final del partida.

Pepe Malaguista se despierta bien temprano, se asea, se pone su café y se va a por el periódico. "No veas", se limita a decirse para sí como resumen de lo que lee en las aperturas de la sección de deportes. Su Málaga se juega la vida. Qué novedad, piensa. El equipo de su corazón sea colista y últimamente no le regale demasiadas buenas noticias tampoco mina su ánimo. Está seguro de que esa tarde los de Javi Gracia ganan 3-0 y él puede disfrutar de un sábado feliz. Así son los seguidores blanquiazules: inasequibles al desaliento. Pepe Malaguista repasa sus redes sociales y queda por WhatsApp con sus primos y amigos para tomar algo en el Kiosko Manolo y compartir camino al estadio. Almuerza con la familia, se echa una ligera siesta y prepara el uniforme de los días de partido. Por supuesto, chamarreta con el escudo y bufanda al cuello. Listo. Y sale de casa.

Durante las cervezas no faltan que si el jeque, Casado, Husillos, el dron, Gracia, que tiesos estamos, vaya ruina, a ver el Granada, hay que ganar como sea, compadre. Pepe Malaguista le echa paciencia a los pesados cacheos en la entrada y logra alcanzar su localidad. Pepe Malaguista se saluda con los compañeros de fatigas que tiene en los asientos de alrededor. Pepe Malaguista se pone hasta arriba de pipas y chicles porque los nervios le comen. Pepe Malaguista no puede evitar alguna cara de póquer con algún otro pase de Tissone. Pepe Malaguista mira al banquillo porque tiene muchas ganas de ver a Roque Santa Cruz. Como toda La Rosaleda, Pepe Malaguista grita hasta romperse la garganta con el gol de Charles. Todavía más con el de Pablo Fornals. El nombre de Pepe Malaguista es ficticio pero todos conocemos a muchos Pepes, Antonios y Juanes que vivieron el encuentro así. La Rosaleda, como Pepe, se libera.
Hasta que llega el palo. Hasta que llega la hostia a mano abierta. Dos tiros del Granada, dos goles. Puro malaguismo. "Es la última vez", dice Pepe. Pero miente. Pepe Malaguista está harto del fútbol, de ver cómo se escapan puntos que estaban en el zurrón; de jugadores que no saben aguantar un 2-0 contra un Granada que había dado todas las facilidades del mundo en defensa; Pepe está hasta los cojones de que le engañen, de que jueguen con sus sentimientos, de presidentes y gestores que miran por ellos mismos, que no tienen ni dea de por dónde les viene el viento. "Es la última vez", dice, pero miente. No puede traicionarse. Estará como un clavo para el próximo partido. Por mucha cara de tonto que se le quede a él y otros 25.000 infelices.
El 2-2 postrero no devino en volcán contra el palco del estadio. El golpe que se llevó la gente fue tan inesperado, tan gratuito, que hubo más resignación que enfado. Hubo gritos de "Directiva, dimisión" al término del choque, pero nada intensos. Sí hubo silbada, aunque pronto tronó la megafonía del estadio. Es lo peor que le puede pasar a La Rosaleda: caer en la apatía. Y eso que el malaguismo respondió a la llamada del club y los jugadores y presentó muy buen aspecto. No hubo llenazo pero el aforo no estuvo lejos de estar completo. Si tardaron los aficionados en poblar la grada fue por los controles que se hicieron en los accesos al estadio. Hubo enfado entre los hinchas por la escasa información recibida y porque no hubo fluidez en los registros. Aunque no se preveía un dispositivo especial, los atentados en París elevan cualquier tipo de precaución. Goles son amores y gracias a ellos se calmó, al menos hasta que llegó el fatídico empate nazarí, el crispado estado de ánimo reinante entre la afición. "Colistas o primeros, estaremos los primeros", rezaba un tifo de Malaka Hinchas. La marcha del equipo y los últimos acontecimientos a nivel institucional forman un cóctel de difícil digestión para un seguidor que se quedó con las ganas de celebrar la tercera victoria, la tercera en casa, de la campaña.
La historia del Málaga está regada de partidos de desenlaces trágicos. Hay cosas que nunca cambian. Como tampoco cambia la animadversión hacia Tissone. El centrocampista se llevó una sonora pitada mientras enfilaba el camino al vestuario tras ver la segunda tarjeta amarilla. Algún que otro pito también le cayó a Duda por un par de malas entregas, aunque fue quien se llevó la primera gran ovación del partido al evitar un córner a favor del Granada. Todo lo contrario genera Pablo Fornals. El canterano ilusiona y su estreno goleador en Primera hace soñar todavía más a la afición. Fue una de las pocas alegrías de la noche junto con el regreso de Roque Santa Cruz. Se le coreó brevemente en la primera parte y La Rosaleda se rindió a sus pies cuando saltó al campo. Roque está de vuelta. También se le necesita.

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  1. cartameño

    Eso es Tissone nunca maís ,Gracia espero que si te quedas,toma nota.

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