Los beneficios del oficio

Este Málaga no se ha cocido una semana después. Era previsible, aunque se esperaba algo más. Porque en lugar de mejorar en sensaciones, se empeoró. Sobre todo en lo que atañe a los nuevos. Les falta oficio. Todo lo contrario que a Charles, salvador de un empate que cambio mucho el mapa malaguista antes de este primer parón del curso.
Trabajo y más trabajo necesita este Málaga al que le está costando arrancar. Al menos, no ha perdido todavía y ha demostrado capacidad de reacción. Nunca es sencillo levantar un 2-0 y menos fuera de casa. La falta de experiencia y compenetración es algo que tendrá que arreglar Juande Ramos de alguna manera o se sufrirá en más partidos.
El gol de Gerard puede ver como un fallo en el centro del campo primero, como un vaya usted a sabe qué de Koné y como una segunda prueba de que Llorente aún es muy tierno. También como una desgracia por el toque que desentona a Kameni, que tampoco anduvo excesivamente ágil ni vivo. En definitiva, muchos posibles cabezas de turco. Quizás, cada, uno podría hacerse fuerte en estos argumentos y no estar equivocado.
Sin embargo, rascando la pared de la primera mitad, el Málaga repitió parte de los pecados del estreno ante Osasuna. La diferencia es que los rojillos llegaron a La Rosaleda con el autobús y el Espanyol parecía un conjunto absolutamente desinhibido en ataque. El equipo de Juande jugaba en demasiados metros y además sin ningún tipo de orden. Tampoco mordía por recuperar el balón y al Espanyol le resultaba tremendamente sencillo superar líneas.
Pudo ser peor si no llega a ser por un tanto anulado (bien anulado) por fuera de juego. En la taquilla del Málaga sólo cabían un disparo de Sandro de lejos, una acción alborotadora de Jony y una acción individual de Juanpi en la que logró plantarse en el balcón del área pero cuyo tiro no encontró la ansiada escuadra.
Juande puso a calentar a Pablo Fornals, una posible solución para buscar algo de pegamento entre los pivotes y el ataque. Pero se antojaba fundamental que la defensa saliese de la cueva. Sin embargo el primer movimiento de Ramos fue sentar a Ricca y poner a Miguel Torres. También cambiar el perfil de los centrales. El segundo paso fue meter a Charles y pasar a jugar con dos puntas, aunque esta vez sacrificó a Recio.
Pero lo que pasó es que el Málaga se tragó el segundo. Una falta que cazó Gerard con un Llorente que anduvo otra vez flojito. Pero el joven defensa puso de su parte para iniciar la remontada con un gol de cabeza (con la colaboración de Roberto). El conjunto malagueño se quitó complejos con este tanto, que llegaba después de un posible 3-0.
Así, sin nada ya que perder, Juande puso toda la carne en el asador. Anarquía pura y dura. Pero es que entraba En-Nesyri (por Keko, dejando en el campo tres delanteros), la gran esperanza del malaguismo, el pichichi del verano. Y el Málaga apretó y en Barcelona la sombra del 6-4 inaugural comenzó a generar murmullos. Charles tuvo una en la que optó por el disparo en lugar de intentar buscar el segundo palo, donde entraba el marroquí.
Y cuando la fe era secuestrada por el reloj opresor, apareció Charles, con un puntera de killer, aprovechando los entresijos de la zaga perica. Un 2-2 muriendo matando. Lástima que en estos dos partidos la versión más ilusionante del Málaga haya aparecido por necesidad pura y dura. Queda mucho, sí, de momento aprobado por los pelos siendo generosos.

 
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