Boulahroud y el ferry que lo llevó del orfanato a la élite
"Siendo uno mismo en cualquier parte". La frase de uno de los compositores musicales de moda del panorama actual, Manuel Carrasco, le encaja a la perfección a Badr Boulahroud (Rabat, Marruecos, 21/04/1993), uno de los futbolistas más desconocidos de cuantos componen la exigua plantilla del Málaga por su poca propensión a ocupar espacios públicos en entrevistas y redes sociales. Su historia de superación, humildad y lealtad merece ser contada para valorar que detrás de los dorsales que corretean cada domingo sobre el césped se esconden en muchos casos tortuosos caminos desconocidos. También hay espinas debajo de las rosas.
Boulahroud, marroquí de nacimiento y sentimiento, sufrió la desventura de crecer sin sus padres biológicos. Sus recuerdos nacientes florecen en un orfanato en el que pasó sus primeros años de niñez hasta que una familia lo acogió y le dispensó generosamente todo aquello que pudo. Sin lujos, pero con el calor de un hogar, que eso no hay dinero que lo pague. Una de las primeras decisiones de sus padres fue la de inscribirlo en la escuela de fútbol del FUS de Rabat. Tenía 6 años y ya apuntaba maneras de pelotero. El balón era anestésico en las empedradas calles de la medina (galería inferior).
Boulahroud creció en un orfanato sin sus padres biológicos hasta que una familia lo acogió en Rabat
El pequeño Boulahroud empezó a germinar también el valor de la lealtad, y es que a su edad, y en la capital de Marruecos, todos los niños decían ser del equipo más afamado de Rabat, el FAR. Pero él no, él era tan del FUS que defendió su camiseta durante casi dos décadas llegando incluso a levantar títulos con ella pertrechada. 19 años en los que pasó de ser un niño del club a ser un hombre de club. Cuentan los que le conocen de cerca y le han visto sollarse las rodillas en el albero rabatí que cuando comenzó a ganar sus primeros dirhams con el fútbol los empleó en trasladar a su familia de acogida de la ciudad antigua de Rabat, donde residían, a un apartamento que compró en un mejor barrio. Sus padres lo sacaron del orfanato y él, gracias al balón, los sacó de la miseria.
Sus primeros dirhams los empleó en trasladar a su familia de acogida a un barrio mejor. Sus padres lo sacaron del orfanato y él, gracias al fútbol, los sacó de la miseria
El primer fichaje de Caminero
Badr Boulahroud fue el primer fichaje del frustrado mandato deportivo de José Luis Pérez Caminero y también la única cara nueva (junto al entrenador Muñiz) en el comienzo de aquella pretemporada tras el durísimo descenso a LaLiga SmartBank. Fue una incorporación de consenso con el valioso aval de Nabil Baha, que había jugado dos temporadas con él y que también había sido su entrenador. En su primera aparición pública en Málaga, cazado por el objetivo de ElDesmarque, ya dejaba claros sus gustos baloncestísticos con una camiseta conmemorativa de los Warriors: ‘The Bay’, la Bahía de San Francisco, y el ‘30’ de Stephen Curry. Una foto desnuda de glamour. Humilde. Venía de coger un Ferry a Tarifa. Dejaba Marruecos y comenzaba su gran aventura en Europa. Pudo haber sido en Lens, en todo lo alto de Francia; pero fue en Málaga, en todo lo bajo de España. Al ladito de casa. Donde él eligió.
¿Pero cómo se escribe su nombre?
Lo primero que se nos vino a la cabeza en la redacción cuando escuchamos su nombre fue Boulahrouz, con quien rimaba fonéticamente. Lo recordarán a Khalid Boulahrouz, exfutbolista holandés de varios equipos. Pero sólo compartían la ascendencia marroquí. El nuestro era Boulahroud, y confesamos que aún nos surgen dudas a la hora de escribirlo. De hecho, el Málaga lo hace de una manera: Boulahroud, y LaLiga de otra: Boulhourd. 'Boula' o Badr, que es su nombre de pila, es como le llaman sus amigos, que aseguran que se trata de un jugador muy querido en el vestuario del Málaga CF, extremadamente honrado en el trabajo, respetuoso, y muy generoso en las distancias cortas. Forma parte de la camarilla de marroquíes que nutre en los últimos años la plantilla blanquiazul y la de su filial, y no se le conoce problema ni mal gesto en las malas, que no han sido pocas en su trayectoria en la Costa del Sol.
Sagrados orígenes y el abrazo con Víctor
Boulahroud no olvida sus raíces, y cuando el fútbol se lo permite (¡ya hay tren de alta velocidad a Rabat!) vuelve a sus orígenes, a su barrio, a su club… Allí, en el FUS de Rabat, encontró cobijo cuando el pasado mes de febrero estuvo incomprensiblemente tres semanas atrapado en su país por problemas de papeles. Una situación rocambolesca e insólita en la élite del fútbol que le casi le hizo echar por alto la primera temporada en el Málaga. Entre una cosa y otra, Boulahroud estuvo un total de seis meses seguidos sin competir. Se dice pronto.
Con Muñiz fue de más a menos, la adaptación física le devoró, y luego con Víctor Sánchez del Amo recobró la confianza que necesitaba. Mostró entonces algunos brotes verdes, sobre todo contra el Elche, ante el que marcó su primer gol en España (vídeo superior), un golazo que fue a celebrar con el entrenador madrileño. Si a sus padres de acogida les regaló aquel apartamento, a su entrenador le brindó el más efusivo de sus abrazos. Era su forma de darle las gracias por la oportunidad.
Si a sus padres de acogida les regaló aquel apartamento, a su entrenador le brindó el más efusivo de sus abrazos. Era su forma de darle las gracias por la oportunidad
Internacional absoluto con Marruecos y capitán de la selección de futbolistas locales que jugó la Copa África 2018, Boulahroud aún no ha alcanzado la regularidad que necesita. Goza de despliegue físico, tiene buen golpeo y aporta equilibrio, aunque por ahora no está siendo constante en sus intervenciones. Pero el centrocampista marroquí sabe lo que es triunfar en el fútbol en su país, y también cuál es el camino del éxito cuando los zapatos se te llenan de piedras. Pudo pasar del orfanato a la élite del deporte sin dejarse ningún valor por el trayecto, y supo mirar atrás en lo alto para acordarse de por dónde había llegado.