Luis Muñoz, Antoñín o Keidi Bare arrodillados en el césped y con cara de incredulidad puede ser un fiel reflejo del 2019 del Málaga CF, fácil de mejorar en lo que viene. 12 meses de cicactrices, de momentos de entereza. No faltó en el guion del último partido. Un segundo antes del pitido final Pita empataba un duelo que habían dominado los de Víctor durante más de 70 minutos. Una falta directa de Pita dejó helada La Rosaleda y pone un final tristísimo a un año de sinsabores, que termina con uno gordo. Con ese balón en las redes de Munir, que no pudo hacer mucho, se escapaba una bonita alegría navideña y, sobre todo, una buena oportunidad de coger mucho oxígeno.
Sobraban motivos para salir como lo hizo el Málaga, que le puso ímpetu y coraje desde el silbido inicial. Lo que faltó en Camargo hace unos días. Pronto, muy pronto, tuvo Renato Santos la primera. Casi un regalo a los 16 segundos. Un penalti en juego. No atinó el portugués, que ni siquiera lanzó entre los tres palos de Ander Cantero, villano minutos después. Corría el 12 cuando el extremo luso puso un centro tras un rechace de un córner y el portero del conjunto gallego no cerró bien el primer palo. Ahí apareció rápido, pero sobre todo pícaro, Sadiku. Qué bien se vive en sus pies. Siete goles, hoy el que abría la lata. A un futbolista se le ve en los momentos de la verdad, no se esconde el albano. Pronto después no atinaría a llegar al 2-0.
No levantaba la bandera blanca el Lugo, en una tarde de máxima importancia por eludir el fuego que aprieta por la espalda. Los de Eloy Jiménez tienen arrojo y entrega, algo que debe valorarse en el deporte y en la vida, pero es un equipo escasos de calidad. Al menos, eso se vio en La Rosaleda. Contó con una muy buena de Barreiro, pero apareció Munir cuando debía. Suele estar bien el marroquí en los duelos a tumba abierta, sus lunares, que este sábado no venían al caso, están por otros lares. Atajó bien el portero malaguista una ocasión clara del delantero, que no supo dirigir el remate.
Algo antes Sadiku había celebrado en falso. Le filtró un buen pase Luis Muñoz, el sustituto de Luis Hernández en la retaguardia, tras un regate inusual. Fusiló a Ander el punta blanquiazul, en un gol de 'nueve' puro. El linier levantó la bandera y el VAR ratificó la difícil decisión, en una cuestión casi milimétrica. Había buenas sensaciones en los de Víctor, que, sin embargo, no habían traducido esa superioridad en goles. La brecha era exigua.
Le costó al Málaga hilvanar el juego que pretende después del paso por vestuarios, apenas se vieron varias asociaciones. Tampoco dispuso de acercamientos peligrosos sobre el área de Ander Cantero. Hubo mucha brega y poco fútbol vistoso en los últimos minutos del año para la grada malaguista. Lo más destacable pasó con el balón parado. Una fea lesión de uno de los asistentes de De la Fuente Ramos, que se marchó en camilla, llorando a lágrima viva, al hospital. Mientras tanto, un espontáneo se echaba un 'selfie' con Munir.
Al único que le quedaba gasolina para intenta ponerle el sello era a Antoñín, que bregaba y bregaba con propios y extraños. Sin duda, esa lucha constante es plausible. Se marchaba por poco un disparo con el interior y se tiraba al suelo de rodillas. El palmillero también es eso, pura entrega y cero expresiones forzadas. Una de las noticias en clave malagueña en este 2019.
Se añadieron 10 minutos de descuento, se perdieron siete asistiendo al linier, y no pasó mucho hasta el último segundo. Apenas un palo de Juankar y algún balón parado lateral. Cuando ya agonizaba el duelo, hubo falta al borde del área. Se palpaba la tensión en La Rosaleda, que no quería ni mirar. Había murmullo, la sensación de que algo faltaba por pasar. Y Pita hizo el resto. Sutil golpeo del veterano centrocampista que dejó Martiricos helado. Un empate que sabe a derrota, o peor. Una triste manera de despedirse de un 2019 para olvidar, mejor aprender.
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