Un interino con agallas: Pellicer sacó lo mejor de un once valiente

Sergio Pellicer sacó con buena nota su estreno en el banquillo del Málaga CF. No era una empresa sencilla, ni mucho menos, después de todo el cirio que ha acompañado al equipo en la última semana. A la ya pesada mochila tuvo que añadir una grada de animación ausente durante la primera mitad, las bajas por sanción o lesiones -Keidi fue el último en caer- y la imperiosa necesidad por conseguir el triunfo. Su respuesta fue atrevida, valiente. Correspondió con lo dicho en su rueda de prensa previa: apostó por un equipo ofensivo que trató desde el inicio de dominar la pelota y ser protagonista.

Los habrá que dirán que no tenía mucho más donde elegir. Pero cuando otros hubieran apostado por Benkhemassa o Boulahroud en el centro del campo, él fue consecuente con sus ideas y le dio la batuta a Pacheco y Juanpi, con Luis Muñoz como único centrocampista de contención. Le dio la alternativa a un Juande que correspondió con creces y abrió el campo con Antoñín, autor del único tanto del encuentro, y un Renato que por momentos recordó al buen Renato que se vio por momentos el curso pasado. Laterales ofensivos y la misma referencia, un Sadiku que no mojó pero que sirvió de apoyo constante a sus compañeros.

El 4-3-3 de salida fue más que evidente, un esquema que ha venido usando durante sus años en las categorías inferiores. Le dijo a sus jugadores que tuvieran el balón y respondieron, aunque terminaran achicando agua. La primera media hora fue muy buena, amparada también en la base y el estilo futbolístico que implantó Víctor, todo sea dicho. Pero quizá lo más importante es que varios futbolistas que andaban cabizbajos mostraron una versión excelente. Sobre todo Pacheco, activo y con el sombrero de líder, atrayendo la pelota cuando más quemaba. También Antoñín, que en los últimos partidos estaba más impreciso que de costumbre, sobresalió por encima del resto.

Cambio de esquema y más cemento con Benkhemassa

Pero no todo fue perfecto, los errores de concepto se repitieron como tantas otras veces: el repliegue excesivo, ceder la pelota al rival para que llegue una y otra vez a las inmediaciones del área, la falta de pegada. Por momentos, el runrún se apropió de La Rosaleda, que pensó que ese cuento ya lo había visto otras veces. Ante el ímpetu visitante Pellicer modificó su esquema, pasando a un 4-4-2 con Pacheco en el centro y Juanpi en la izquierda, aunque el venezolano se marchó al banquillo en detrimento de Benkhemassa. Ahí Pellicer prefirió el cemento al talento, lógico en vista del marcador.

Con todo, también hubo tiempo para ver avances en el balón parado. La estrategia que casi nunca ha tenido efecto esta temporada estuvo a punto de tenerlo en un saque de esquina en la primera parte. Los futbolistas del Málaga se anticiparon a la corta y Pacheco la puso con mimo al segundo palo, donde apareció Juankar como un cohete para rematar de zurda al larguero. Una prueba más de que Pellicer, con poco tiempo, ha sacado jugo a una plantilla diezmada en lo emocional. Si se repite en Fuenlabrada, el Málaga y también Pellicer, que no se ilusiona en demasía con su futuro, tendrán mucho andado.