Fantasmas en el espejo: la costalada en Elche, en cinco claves

El Málaga CF se recordó a sí mismo en el Martínez Valero lo que no hay que hacer. Después de una racha de nueve partidos sin perder -engañosa en cierto sentido porque sólo cayeron dos victorias- el equipo se despeñó sin poner casi impedimentos ante un Elche que, todo sea dicho, juega muy bien al fútbol. Si a ello se le une que el Málaga estuvo plano, inoperante en ataque y nebuloso en defensa, el 2-0 puede parecer hasta corto. El equipo vuelve a asomarse peligrosamente al pozo y lo hace, simplemente, porque volvió a recordar al peor Málaga de la temporada. Y eso, a estas alturas, es muy preocupante.

Otra vez la falta de pegada

La película podría haber sido bien distinta si el Málaga hubiera aprovechado su buen arranque, en el que metió por momentos al Elche atrás durante los primeros 15 o 20 minutos. Sadiku malogró una de esas ocasiones que un delantero jamás puede dejar escapar, con toda la portería para él y sin llegar a rematar el esférico. Hicham también la tuvo, pero su latigazo lo despejó como buenamente pudo Edgar Badia. Ahí pereció el poderío ofensivo del Málaga, que durante el resto del partido dio pocas muestras de la versatilidad y la mejoría en la vanguardia que había enseñado últimamente. Fue, de nuevo, un equipo plano en ataque.

La defensa hizo aguas

La derrota puede entenderse también por las facilidades que el equipo dio atrás durante los 90 minutos. Los Pere Milla, Josan, Fidel o Juan Cruz -tremebundo partido el suyo- se bastaron solitos para desarbolar una y otra vez a la zaga malaguista, en la que sólo había una novedad: Juande. Al chaval poco o nada se le puede achacar, pero sí al resto. Por bandas hizo daño una y otra vez el Elche y el primer gol es un gran ejemplo. Pere Milla lo inició todo en la derecha, el balón terminó en la izquierda y, después de un centro al corazón del área, de nuevo Pere Milla apareció para poner el 1-0. En la segunda parte el ejercicio defensivo fue caótico y sólo la falta de puntería ilicitana evitó un desastre mayor.

Centro del campo inconsistente

Keidi Bare seguía fuera por lesión y Pellicer apostó nuevamente por el talento en lugar de por el músculo. O lo que es lo mismo, un centro del campo con Luis Muñoz como único stopper y Adrián, Pacheco y Juanpi mirando más hacia arriba que hacia su portería. El planteamiento que tuviera el técnico en la cabeza se quebró con la lesión de Juankar. Su respuesta, situar a Luis Muñoz como lateral zurdo y dar entrada a Antoñín. Ahí se rompió el equipo, que se quedó sin medular durante muchos minutos. Nadie cortaba un balón, lógico teniendo en cuenta que no había jugadores para ello. Más tarde lo intentó arreglar con Boulahroud, pero ya era demasiado tarde.

Los cambios no mejoraron nada

Y si no hubo respuestas entre los once elegidos por Pellicer, tampoco existieron desde el banquillo. Su arriesgado cambio de Antoñín por Juankar -el Málaga ya perdía- no tuvo el impacto que a buen seguro buscaba el técnico castellonense. Situó al canterano (estrenó dorsal del primer equipo) por la banda izquierda, pero el de La Palmilla no marca diferencias como semanas atrás. Los rivales le han cogido el truco y se nota. Después, Boulahroud no fue el cemento esperado y Buenacasa, que estuvo menos de un cuarto de hora en el verde, suficiente tuvo con tomar sensaciones tras salir de una lesión.

Sin fútbol y, por momentos, sin corazón

Para colmo el Málaga pecó durante muchos minutos de falta de ímpetu. Perder entra dentro de lo establecido, pero la imagen dejó mucho que desear, sobre todo en la segunda parte. El equipo estuvo deslavazado y sin respuesta alguna. Pellicer se desgañitaba en la banda sin poder cambiar el desalentador panorama. Faltó garra, mucha, para haber hecho temblar a un Elche que nunca vio peligrar el triunfo. Una vuelta a los peores momentos del pasado más reciente.