Es la historia de nunca acabar en clubes con una grandeza muy superior a la categoría en la que juegan. Más se acentúa en una ciudad como Málaga, puntera a nivel mundial, pero impotente en la escala futbolística. En los alrededores de La Rosaleda se pasa de cero a cien a la velocidad de un superdeportivo y viceversa. Actualmente, con el equipo cuarto y el tercer puesto como máximo objetivo inmediato, el pesimismo impera en el hincha promedio del Málaga. Muchos señalan a la diana habitual en estos casos, el entrenador.
Sergio Pellicer dejó a muchos en fuera de juego tras el término del partido contra el Córdoba en El Arcángel. En plena rueda de prensa soltó una reflexión que ya había ido goteando en momentos de flaqueza anteriores. Esta vez fue mucho más contundente y menos ambiguo: si no hay objetivo cumplido, el primero en hacer la maleta es él.
"Pellicer no va a ser un problema para el Málaga. Si tengo que continuar aquí, solo vale una cosa, que es ascender. El que más quiere ascender soy yo. Otros van a continuar, yo no (...) El tiempo es muy sabio. Aquí, el único del club que si no sube se va soy yo. En otro club no lo diría, pero aquí sí. Me duele en el alma y tengo esa empatía con el aficionado. Entiendo la crítica, entiendo que ahora digan que Pellicer es muy malo. Hoy he hecho 120 partidos y sé cómo es esta silla", comunicó.
Un nuevo ejercicio de atracción a la presión, que en su caso es altísima desde que el verano pasado se confirmara su puesto entre la mar de dudas de mucha gente a la que no convencía y sigue sin convencer. No seduce a todo el mundo por sus planteamientos o su discurso. Tiene detractores. Pero también defensores y lo más importante: el apoyo del club y de su plantilla.
En esta recta final, el mensaje interno es clarísimo. La unión está por encima de todo. Voces con peso en el vestuario coinciden en ir "a muerte" con el entrenador castellonense, que ha decidido hacer de imán de las críticas y proteger a sus jugadores. Los últimos resultados han sido gasolina para las críticas.
Desde la dirección deportiva y en la cúpula del Málaga se transmite calma. Confían en que Pellicer es el indicado, es el que empezó el nuevo camino, el nuevo proyecto de juventud, y es quien debe terminarlo. Las notas se darán en junio y la palabra fracaso dependerá del resultado final.
En enero ya lo dejó claro Loren Juarros. Por entonces, Pellicer ya había pronunciado la frase "no voy a ser un problema". Por eso sus declaraciones en Córdoba resultaban familiares, aunque fueron en mayor grado.
"Con el entrenador no hay debate. Lo que sí hay es muchos debates internos, sobre rendimiento y sobre cómo volver a rendir como en la buena racha del inicio de temporada", dijo el directivo burgalés tras el mercado invernal. La sintonía con él es buena, si bien es cierto que se espera un aumento del rendimiento del equipo en los últimos cuatro partidos para llegar e la mejor forma a los play off, que deben confirmarse con un triunfo este domingo en La Rosaleda contra el Mérida.
Los focos se dirigen al técnico, que debe exprimir mejor las cualidades de un equipo que hace tiempo que empezó a perder la chispa en su ataque. Es previsible cuando busca el gol, sobre todo si el contrario defiende en bloque bajo. No suele dominar partidos en el global de los 90 minutos y es irregular. El nivel de jugadores clave ha bajado y a otros todavía se les espera. Es un cóctel peligroso.
"Como gestor de grupo es increíble. Vamos todos a una con él", pronunció Larrubia hace unas semanas, cuando renovó. Es el pensamiento general de una plantilla que, como adelantó Sur, se reunió esta semana para abordar este bache de malos resultados. Los tres empates seguidos en La Rosaleda y la derrota en Córdoba han dolido. Los capitanes del equipo tomaron la palabra y sellaron el pacto de luchar al cien por cien por el ascenso. Aún hay margen para conseguirlo y no quieren tomar decisiones precipitadas a estas alturas.